En estos días, la inmisericorde agresión de Vladimir Putin iniciada contra una pequeña nación llamada Ucrania, es lo que se comenta y analiza. Ese gran dolor lo tenemos en el corazón.
Quizá sea una sensación muy personal. Pero quien haya vivido en esta patria nuestra, quizá coincida en que nunca antes los mexicanos habíamos tenido tanta consideración, manga ancha o paciencia para los dichos y hechos de los presidentes de la República, como el actual.
Este México actual es contradictorio y único. Pasamos de la esperanza en un mejor futuro a la dolorosa realidad actual, pobreza extrema en aumento y personajes muy queridos por el gobierno federal. Son los consentidos, por eso en tres años ha aumentado ese grupo social con más de 10 millones. ¿Qué tal? ¿Se les quiere o no?
El año pasado, con motivo de la entrega de la Medalla Belisario Domínguez a la Mtra. Ifigenia Martínez, profesionista respetable y muy respetada, ¡quién lo dijera!, aun admirándola tanto, el Presidente se abstuvo de asistir porque “no iba a exponer que le faltaran el respeto a la investidura presidencial”.
Y usted ¿tiene la paciencia de ver las “comparecencias electrónicas” de quienes nos gobiernan? Por lo visto, el señor AMLO llegó a inaugurar una nueva forma de espectáculo. Lástima que ninguna de esas personas seguidoras de su héroe, tengan la calidad de presentar mensajes de interés para la ciudadanía. No dominan la palabra ni la forma de presentarla.
En abril próximo se cumplirán 13 años de que Catalino Zavala Márquez, en su calidad de diputado local, presentó al congreso un proyecto impulsado por agrupaciones periodísticas de la entidad: una “Ley de Derechos y Bienestar Social del Periodista para el Estado de Baja California”. Tal parece que no fue aprobada.
Los periodistas, ciertamente, no son los seres superiores de la creación. Hay personas que se sorprenden de ver la ola de justas protestas que han surgido para repudiar los cobardes asesinatos de estos últimos días: José Luis Gamboa, en Veracruz; Alfonso Margarito Martínez Esquivel y Lourdes Maldonado, en Tijuana.
Hace algunas semanas, desde su púlpito y ante la república, el Presidente aseguró que dejaría de llamarse AMLO si en un breve tiempo no se cumplía con el abastecimiento de los medicamentos. Ahí estaban sentaditos los máximos funcionarios de la Secretaría de Salud, los doctores Alcocer y López Gatell.
Para definir a “la política” hay muchas sugerencias. En esta ocasión, que los invitados a estas columnas le pongan nombres y protagonistas. Se trata de un ejercicio para alejarnos de tantas tragedias ocasionadas no tan solo por el destructor COVID, sino por miles de delincuentes que tienen como aspiración principal, lastimar a los seres humanos (y si es posible, acabar con su existencia.
Pasaron las celebraciones y los buenos deseos por el futuro. El Presidente AMLO incluyó en sus parabienes a todos los sectores que a lo largo de sus tres años ha estado denostando desde su humilde morada en Palacio Nacional. Entró el año y volvió a su espectáculo escatológico, que tantos adeptos disfrutan.