En su momento, en este mismo espacio comentamos que el Gobierno Federal le apostaba al tiempo y al olvido en la desaparición en 2014 de los 43 estudiantes normalistas en Iguala, Guerrero, conocido como el Caso Ayotzinapa.
Acá en México sobra decir lo evidente al Sr. López, pues eliminó el presupuesto para entrenar policías detectives; los pasos 2, 4, 5, 8 y 9 son un hueco gigante, que hunde o desecha casos, soltando hampones por expedientes mal integrados.
En las últimas cuatro semanas, el régimen autoritario y trasgresor de la Constitución -es decir, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, autor de lo que yo llamaría las mayores deformaciones de la época democrática de México- nos ha recetado una doble dosis de aberraciones jurídicas.
Por lo visto, los mexicanos caímos en el juego del Presidente López Obrador: a crispación, el encono, las diferencias que generalmente los seguidores de quien “gobierna” defienden con majaderías.
En conferencia de prensa desde Palacio Nacional, López Obrador dijo que no comulga con los hechos que realizó el general Díaz durante sus 30 años de gobierno, como el “mátalos en caliente”.