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viernes, julio 26, 2024
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La raíz nazi del PAN (Segunda parte)

Celebrando el gran aporte de maestros y maestras

La derecha en México tiene raíces profundas, pero se han tratado de enterrar como los cementerios clandestinos de grupos paramilitares que operan en varios Estados, patrocinados por la perversidad de sus padrinos, donde finalmente lavan dinero sucio en banca, industria, comercio e iglesias.

No debemos olvidar que la ultraderecha más intolerante y conservadora controla partes claves de la sociedad, en la educación religiosa abierta o embozada, en la Universidad Autónoma de Guadalajara UAG (Los tecos), que obligan a sus alumnos a una vida confesional, desde rezar, estar en misa, y tragarse dogmas de clase que obligan a la deserción y abandonar sus aulas por las absurdas imposiciones.

Se asientan en la salud, en cadenas hospitalarias, finanzas, y en la jerarquía decadente e impune de la iglesia católica, con templos y seminarios que debería ser escuelas laicas, con pensamiento crítico y científico como derecho social de comunidades sin prepararse para la vida productiva y valores culturales; apertura de centros de organización y trabajo comunitario, construidas por aportaciones de fieles, pero también orientadas a servicios sociales a barrios marginados.

No podemos ocultar que tanto en la derecha moderada como la radical (que carece de los menores escrúpulos), conocido por el Vaticano, están casos como la conducta criminal del padre Marcial Maciel que presidió “Legionarios de Cristo”, sin jamás castigarse por daños  a su propia familia y cientos de seminaristas. O el padre Aguilar, escándalo de impunidad protegido por obispos de México y Los Ángeles California donde fue protegido de crímenes pederastas.

La derecha internacional y mexicana, y sus ramales radicales y violentos están perversamente financiados por una casta de capitales. Es escudo de intereses de la elite del uno por ciento que actúan en decisiones políticas y legislativas. Especialmente en el poder Judicial y el Ejecutivo.

Viridiana Ríos en su interesante libro No es Normal, apunta que los presidentes mexicanos y especialistas en finanzas públicas, desde 1960 propusieron modelos de reforma fiscal que impulse el desarrollo y riqueza nacional. Que disminuya desigualdades sociales y permita contribuir con parte de las enormes ganancias del capital financiero, industrial y comercial para cubrir los gravísimos déficits  e intereses  financieros generados, que paga finalmente el pueblo, y especialmente la clase media, según datos de la SHCP.

Han topado con muros de acero por la férrea resistencia de Acción Nacional y sectores reaccionarios del PRI, magistrados, y todo el sistema mediático que defienden sus privilegios; esta resistencia, mantiene la pobreza como caldo de cultivo de la delincuencia criminal, planeada por la ingeniería neoliberal oligarca. Argumentan los funcionarios del SAT y Hacienda que una reforma fiscal más justa “tumba gobiernos” y ese supuesto riesgo paraliza reformas hacendarias de fondo.

Los periodistas no cuestionan a la clase político cómo superar la anemia fiscal de un Estado mexicano famélico, pobre, clasista, discriminatorio con la cartera vacía. Así, ante las graves carencias financieras, acuden los gobiernos irresponsablemente a la deuda pública para subsanar con parches las urgencias sociales. 

¿Pero si la gente es lo más importante de una nación, por qué no invertir en su salud, educación, los motores de bienestar social?

Las promesas de los candidatos nunca explican las fuentes financieras para atender prioridades de educación de calidad, agua, electricidad, salud, vivienda, movilidad, seguridad pública y tecnología para contener la corrupción.

Entre los fundadores del PAN, Manuel Gómez Morin, Efraín González Luna, Elorduy y Zuloaga, estaba Luis Calderón Vega, el padre de Felipe Calderón. En el PAN profascista de 1939-1942, parecen estar las raíces de la cultura política que imperó en el calderonismo: la promesa democrática como medio para imponer el autoritarismo tradicionalista y clerical; el discurso humanista que encubre la disposición a sacrificar a miles de personas por un fin superior (acabar con los fantasmas del comunismo, el populismo o el pretexto de las drogas); el recurso de convertir el odio a un enemigo en una causa sagrada; la idea de que hay grupos humanos inferiores que no tienen derecho alguno -sean judíos, chinos, morenos, marginados o delincuentes-  y la disposición a someterse a las lógicas del imperio de  Washington.

M.C. Héctor Ramón González Cuéllar es académico del Instituto Tecnológico de Tijuana.

Correo electrónico: profe.hector.itt@gmail.com

Autor(a)

Héctor Ramón González Cuéllar
Héctor Ramón González Cuéllar
Héctor Ortiz Ramírez Héctor Ortiz Ramírez Hector O 37 cygnus9304@hotmail.com
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