En Oppenheimer, la película, vimos de una manera seria cómo se implementaron los procesos para crear la bomba atómica y disparar la fuerza interna que tenían los átomos, al grado tal que podían matar simultáneamente a muchos cientos de miles de personas, como ocurrió en Hiroshima y Nagasaki, dejando a otra buena parte de la población viva con terribles problemas de radiación. El mismo Einstein se asustó de que su fórmula E=mc2, hubiese generado tan enorme monstruosidad.
Vimos la fuerza del mal manejo de la radiación en Japón y en Rusia, en sendas instalaciones nucleares para generar electricidad y en los silos donde guardan las bombas atómicas. Puede ocurrir un accidente, como ha ocurrido en Chernobyl, Rusia, que aún hoy día impide la vida humana en los espacios radiados. Y Japón sigue batallando con sus aguas litorales contaminadas. Europa cerró instalaciones por su peligrosidad y para buscar energía debemos extraerla de la luz y del sol. Quizás de las olas del mar o de los vientos. Sin embargo, hay nueve países que poseen bombas atómicas.
Apenas hace unos días, Putin amenazó que, si tropas de la OTAN entraban en Ucrania, lanzaría ataques atómicos; o sea que en cualquier momento de beligerancia, una sola persona puede determinar la vida y la muerte de millones. Nueve países tienen bombas atómicas: Rusia, Estados Unidos, Inglaterra, Francia, India, Pakistán, China, Corea del Norte e Israel. Y estos países están dirigidos por personajes que pueden ser inestables o que en un arranque de locura puedan disparar elementos nucleares contra otros y desatar una terrible guerra que asolaría a la humanidad y probablemente destruiría la vida humana.
¿Quién avala la sensatez de estos líderes? ¿Su ecuanimidad, su inteligencia y el cuidado de no utilizar un armamento de tal calibre? ¿Quién me dice que Putin, a punto de perder la guerra de Ucrania, no lanzaría ataques atómicos? ¿O el siempre beligerante líder de Corea del Norte, quien da muestras constantes de megalomanía y de capricho? ¿Confías en Vladimir, Joe, Boris, Emmanuel, Draupadi, Asif, Xi Jinping, Kim Jong-un y Bibi?
Recuerdo la historia de Sansón cuando, segado, escarnecido y débil, fue amarrado a las columnas del templo de los filisteos, y Dios le renovó la fuerza y le permitió derribar las columnas junto con él. Y mi padre me contaba esta historia diciendo que Sansón gritó al final de su vida: “¡Muera Sansón con cuantos son!” ¿Cómo obligar al dictador de Pakistán, o de Corea del Norte, o de Rusia a dar libertad a sus pueblos o presionarlo para que deje su posición de poder en vista de la democracia, cuando tiene armamentos tales a la disposición de su capricho? ¿Cómo medir su cordura y exigir calma y serenidad cuando estén perdiendo el poder en sus imperios?
Creo que tenemos un dilema colosal; por eso debe evitarse la proliferación de las armas nucleares e impedir a toda costa que otros países con dirigentes fanáticos -como Irán- tengan acceso a esta arma.
Dios dé sabiduría a aquellos que tienen el poder atómico, impida la destrucción de la humanidad o muera la humanidad con cuantos son. ¿Adiós mundo cruel?
José Galicot es empresario radicado en Tijuana, B.C.