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viernes, febrero 16, 2024
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¿México seguro?

Hasta la década de 1990, el narcotráfico en nuestro país escandalizó a muchos. Ahora, en nuestros días, la opinión acerca de dicho fenómeno se ha transformado inconmensurablemente. Ha permeado tanto entre la sociedad mexicana, particularmente a través de documentales, series, corridos y demás productos que vanaglorian a todos los actos hasta ahora considerados ilícitos, que, para la mayoría ya generan poco asombro.

De muy niño, recuerdo cómo escuchar detonaciones de un arma de fuego alteraba a cualquiera. Eran pocas las ocasiones que se escuchaban balaceras en la región. Conforme se fueron incrementando, los mexicanos nos “adaptamos” y fuimos “normalizando” esta condición de vida. Ya cuando estudiaba en la primaria, recuerdo bien cómo el testimonio de un joven con problemas de adicción impactó más allá de nuestras emociones, generando conciencia entre los estudiantes que no rebasábamos los 12 años.


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Sin embargo, ante la regularización de condiciones tan sensibles, referirnos a la reconstrucción del tejido social llega a ser minimizado. Sólo adquiere relevancia cuando la acompaña el morbo. Escuchar, por ejemplo, que un arquitecto, diseñador industrial, escritor y pacifista llamado Juan Sebastián Marroquín Santos sólo logra la atención del colectivo cuando se anuncia que el nombre de nacimiento de esa misma persona es Juan Pablo Escobar Henao, oriundo de Medellín, Colombia; y sí, su padre fue uno de los narcotraficantes más conocidos del mundo: Pablo Emilio Escobar Gaviria (1949-1994).

La semana pasada recibí la amable invitación para asistir a la conferencia “La democracia y la economía en riesgo por la delincuencia”, dictada por el activista colombiano. Dentro de los múltiples puntos que abordó hubo dos que llamaron poderosamente mi atención: “¿Por qué nadie habla del cártel de Miami o del cártel de Los Ángeles? Esos también existen”. Luego, remató asegurando que la corrupción no es exclusiva de Latinoamérica, sino que es mundial, incluso alcanza a los países más desarrollados o mal llamados de “primer mundo”. Aunque, de igual forma, señaló que ya no pueden considerarse simplemente como “cárteles”, dado que ya “son corporativos”.

El conferencista partió de la premisa que la “prohibición es igual a corrupción”, es decir, que la prohibición es el caldo de cultivo para el delito. Luego, se refirió a la “prostitución de la justicia”, a los “esclavos modernos”, y al papel de los medios de comunicación y plataformas digitales de entretenimiento en el fortalecimiento del negocio de las drogas y del crimen organizado.


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Uno de los momentos que más atrajeron la atención del público es cuando Juan Sebastián Marroquín Santos (antes Juan Pablo Escobar), compartió anécdotas como su estancia de 20 días en prisión junto a su padre, quien decidió llevarlo a ese espacio para protegerlo de un posible secuestro.

Merece una especial mención la frase que el hijo de Pablo Escobar compartiera con la audiencia: “De mi padre recibí buena educación, más no un ejemplo”. A fin de argumentar su dicho, el expositor continuó asegurando que su padre le enseñó que las drogas son “veneno para vender, no para consumir”. Además de que: “El auténtico valiente es quien no prueba la droga”.

A partir del sexenio de Vicente Fox Quesada (2000-2006), las condiciones de inseguridad recrudecieron en México. La administración calderonista confrontó al crimen, aunque recientemente, la sentencia en contra de su ex secretario de Seguridad Pública ha puesto en entredicho sus decisiones. Hoy vivimos ante la indiferencia e indolencia de un Gobierno Federal que mantiene una política pública ineficiente. En tal virtud, y como en otras situaciones que aquejan a nuestra sociedad, insisto: las soluciones deben ser integrales. Los esfuerzos aislados solo desgastan y no ofrecen posibilidades reales de mejora. Los resultados saltan a la vista, ¿o usted se siente seguro?

Post scriptum: “Para que el mal triunfe solo se necesita que los hombre buenos no hagan nada”, Edmund Burke.

Atentamente,

Francisco Ruiz; escritor, catedrático, doctor en Derecho Electoral y asociado del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).

Contacto: strategia.y.poder@gmail.com

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