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viernes, febrero 16, 2024
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El tiempo pasa, pero el día nunca llega

Parafraseando al clásico, si nada ha cambiado, es que todo sigue igual. Procesos electorales van y vienen, distintas fechas, circunstancias muy parecidas; pero candidatos, los mismos. En este proceso electoral en el estado de Baja California. Esta triste realidad política se acentuó más que nunca. Se caracterizó el proceso por el nefasto intento de reelección de tres alcaldes, trece diputados locales y un sinnúmero de regidores de los distintos ayuntamientos que configuran la geografía política local. Aunado a la tradicional verborrea discursiva. El proceso se caracterizó por la judicialización del mismo, donde se promovieron incidentes de inconstitucionalidad, así como impugnaciones a las candidaturas de los distintos contendientes, sembrando, todo ello, mayor incertidumbre entre una población, ya de por sí, altamente escéptica.

El escenario más dramático, por escandaloso, se vivió en la contienda por la Gubernatura del estado, donde seis políticos, los mismos de siempre y por todos conocidos: Jaime Martínez Veloz, Jaime Bonilla Valdez, Óscar Vega Marín, Enrique Acosta Fregoso, Héctor Osuna Jaime e Ignacio Anaya Barriguete, se propusieron, cada uno, como la mejor opción para Gobernar al Estado, llevando todos la misma retórica por plataforma; Seguridad Pública, Salud, Educación, Combate a la corrupción, Honestidad, Transparencia. Cinco de ellos, menos Jaime Bonilla, repudiando el Pacto Fiscal, sin embargo, ninguno fue capaz de articular una verdadera propuesta de gobierno, o de explicar cómo lo lograrían en caso de verse favorecidos por el electorado.


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No se conoció propuesta específica y coherente, sólo se vio protagonismo individual. Los seis coincidieron en repudiar a “Kiko” Vega, en calificar a su administración como la peor, como algo nunca antes visto, sin reconocer, aun cuando dos de los candidatos habían sido priistas, que en algún momento las administraciones de este partido hubieron sido también lo peor. De entre ellos, cinco coincidieron en separarse de Bonilla Valdez, señalando como el más nefasto, aun cuando fue este el único que habló de procesar judicialmente a “Kiko” Vega y meterlo a la cárcel, a pesar de que todos lo denunciaban por sus excesos.

El primero de todos en provocar el desconcierto ciudadano fue Martínez Veloz, quien habiendo sido diputado priista, funcionario federal priista, candidato a la alcaldía por el PRD, funcionario panista, y en esta ocasión pensando que contaba con la bendición del altiplano, precandidato a la gubernatura por Morena. Cuando eso no se logró, bajo sus aspiraciones electoreras a precandidato a la presidencia municipal de Tijuana, imaginando que al ser desbancado de la candidatura inicial, pero ser aceptado como aspirante a la segunda opción contaría con el apoyo divino. Al no verse favorecido por Morena en su segunda intentona se refugió en el PRD, haciendo del proceso un ejercicio caprichoso de promoción personal de mil facetas.

Quien dio continuidad al descrédito electoral fue, sin duda, Jaime Bonilla, quien en escasos cinco meses, pasó de ser Senador de la República a Súper Delegado Federal, y, actualmente, candidato de Morena a la gubernatura, mismo que se ha empeñado en que el periodo de gobierno, para el cual compite, debe ser de cinco años, y no de dos, haciendo valer ante los tribunales electorales, sendos incidentes de afectación de sus derechos ciudadanos, cuando la duración del periodo gubernamental, es materia constitucional y nunca electoral, alegatos que ponen de manifiesto la ambición personal por encima del rigor constitucional, ya que es una modificación que únicamente puede llevarse a cabo por acción del Congreso del Estado o por disposición de la Suprema Corte de Justicia de La Nación, más no por tribunales electorales.


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Los candidatos, tanto por el PRI, como del PAN, Enrique Acosta y Óscar Vega, el primero, viejo militante y exdirigente de su partido, exdiputado y exfuncionario público, figura agotada cuyas propuestas no son atendidas dada la carencia de originalidad de las mismas, hoy candidato de un partido, cuyos excesos lo llevaron al descrédito total, donde la desbandada de sus mandos se ha dado entre sus máximos líderes, quienes no solo han dejado solo al candidato, sino que se han pronunciado abiertamente en favor del puntero, Bonilla Valdez, restando, todos en conjunto, seriedad al proceso en sí. El segundo, el del PAN, sin ser una figura agotada, no deja de ser una persona ampliamente ligada al partido en el poder, persona que desempeñó altos cargos, tanto en el gobierno local, secretario de Educación, como en la Secretaría de Gobernación, Secretario Técnico de la Comisión de Seguridad Nacional, figura a quien le resulta ampliamente difícil distanciarse de “Kiko” Vega, tanto por nombre, como por militancia, y quien ha personificado la elección de Estado tan repudiada por todos.

Los dos restantes, Héctor Osuna y Ricardo Anaya, ninguno de los dos presentan una candidatura seria y digna de tomar en cuenta. Osuna Jaime, goza de tan poca aceptación que, a pesar de haber sido Presidente Municipal de Tijuana, senador de la República y presidente de la COFITEL en 2013, cuando aspiró a la gubernatura su partido lo relegó. Después, en 2016, aspiró a presidente municipal, donde nuevamente lo dejaron fuera, lo que lo llevó, para mantenerse vigente ante la opinión pública, a cobijarse con los colores de Movimiento Ciudadano. Por su parte, Ignacio Anaya, quien se auto designa figura política independiente, está a la orden del mejor postor, siendo así  que en la elección federal pasada fue candidato a senador por el Partido Verde Ecologista, y hoy aparece como candidato a la gubernatura por el Partido de Baja California, es decir, misma persona para puesto distinto, y por el partido que más se acomode.

De seis candidatos, todos repudian a “Kiko” Vega, pero de entre ellos, cinco repudian a Jaime Bonilla. Si estos lo que desean es el bien de los bajacalifornianos, cómo es entonces que no pudieron configurar una coalición de gobierno para detener al puntero que tanto detestan. La inconsistencia en sus posturas arroja por tierra sus propuestas, pues al no poder consolidar entre ellos un bloque electoral de oposición, provocan, con sus anhelos protagónicos, una dramática fragmentación del voto, y lo único que han logrado con su intransigencia es favorecer al repudiado.

En este proceso fuimos testigos de las expresiones electorales más ruines, donde prevaleció sólo el individualismo de los contendientes, donde los actores de siempre hicieron del proceso una farsa, evento electoral que deja viva la inquietud ineludible, ¿cuándo llegará el día de las nuevas opciones electorales?, las nuevas figuras, las nuevas propuestas, los nuevos horizontes.

 

Atentamente,

Álvaro Villagrán Ochoa

Tijuana, B.C.

Autor(a)

Carlos Sánchez
Carlos Sánchez
Carlos Sánchez Carlos Sánchez CarlosSanchez 36 carlos@zetatijuana.com
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