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jueves, febrero 15, 2024
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 “Oleanna”, ambigüedad feroz

Dirigida y protagonizada por Bruno Bichir junto a Tato Alexander, la obra de David Mamet que aborda las posiciones de poder, el machismo y acoso sexual desde la relación de un maestro universitario y una de sus alumnas, dará dos funciones en el Cine Libertad  el 9 de marzo  

Hace más de veinte años, Bruno Bichir hizo su propia traducción de la obra “Oleanna” y buscó los derechos de representación, sin saber que entraría en una dinámica de adquirirlos, perderlos y volverlos a obtener; así conoció a Tato Alexander, actriz con la que ahora protagoniza el texto original de David Mamet, sobre la lucha de poder entre un maestro y su alumna, que da pie a reflexionar acerca del machismo y las denuncias de acoso sexual.


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Escrita en 1992, la puesta en escena mantiene vigencia en medio de las réplicas globales a movimientos como  #MeToo y Time’s Up, que empataron con la segunda temporada que dirige Bruno Bichir en México y llegará próximamente a Tijuana y Ensenada.

En entrevista con ZETA, el histrión habló de la relevancia de la historia, su trabajo con Tato Alexander y el poder que tienen las artes para llevar al público a la reflexión de temas sociales que son importantes en la agenda actual.

¿Qué tiene “Oleanna” que te mantuvo interesado en sus derechos por tanto tiempo?


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“Es un texto brutal, fascinante y espléndidamente bien escrito. Es una maestría del lenguaje, del alma humana y del conocimiento del alma humana; una maestría de la estructura y del rigor teatral. Es espléndido el texto, uno de los mejores que he leído en mi vida, después de Shakespeare. Cada día está más vigente y es más importante, más profundo, más trascendente, todo eso hizo que me enamorara del texto y defendiera la posibilidad en mi cabeza de algún día poderlo representar, poderlo llevar a cabo, poderlo producir”.

¿Traducirlo te ayudó a fluir en la dirección?

“Supongo, porque al echarme el clavado a la traducción lo desentrañé, lo desmenucé y lo revisé una y otra vez. Cuando conocí a esta chica fantástica que ahora me acompaña en escena, que es Tato Alexander, fue justo porque coincidimos en la fascinación a David Mamet. Ella también hizo una traducción de ‘Oleanna’ que revisé contra la traducción que yo hice hace veinte años o más, así que las empezamos a cotejar y encontramos cosas fascinantes de las dos. “Decidimos hacer en conjunto una nueva traducción que amalgamara estos dos puntos de vista y finalmente llevarla a escena. Nos gusta mucho la traducción que tenemos, nos parece muy acertada, pero todavía la seguimos revisando porque toda traducción es perceptible y el teatro siempre está vivo, encontrando nuevas caras de la luna, del texto y los montajes”.

Lo primero que mencionaste de “Oleanna” fue su brutalidad, ¿podrías contar más de ésta?

“Lo brutal no se le va a quitar nunca. Es un texto muy violento que tiene muchas aristas, muchos visajes, y no nada más entre líneas… de hecho tiene pocas entre líneas. Mamet es un autor y creador muy directo, incluso sus teorías para la ejecución del arte escénico pretenden que todo sea muy directo, muy franco, muy inmediato, básicamente ceñido y basado en el texto, cosa en la que estoy muy de acuerdo.

“Con ‘Oleanna’ pasó un poquito eso, debo reconocer que cuando empezamos a montar la obra, hace un par de años, había pasajes del texto y de las acotaciones del mismo tema y estructura que me parecían un poquito complejas de entender, porque no estábamos viviendo esa problemática de frente. ¿Cuál problemática? El acoso sexual y todo el derivado, y más que el acoso sexual, es el derivado”.

Dices que no la estábamos viviendo de frente, pero eso no significa que no existiera…

“Mamet lo exploró desde el momento en que lo escribió (en 1992),  algunos críticos y analistas hablaron de ‘Oleanna’ como una revisión, un poner al día, una actualización de ‘Las Brujas de Salem’ de Andrew Miller, que habla de una era de puritanismo, doble moral y de cuestionamiento ideológico y de libre pensamiento en Estados Unidos. Mamet hizo una espléndida crítica de su sistema, pone el dedo en la llaga y, una vez que hacemos el montaje, decido respetar todas las sutilezas y las pequeñeces de las que de alguna forma, Mamet hace análisis a través del texto”.

¿Cómo perciben la obra cuando se reaviva el movimiento #MeToo?

“El movimiento que se gesta en Estados Unidos de #MeToo, tiene en la obra hoy por hoy un eco verdaderamente escalofriante. Para nuestra sorpresa fue en la siguiente temporada que hicimos cuando reventó y la obra quedó escalofriantemente adecuada en esas sutilezas, esas minucias y pequeñeces del lenguaje y de las acciones, en esas micro señales que sagaz y astutamente, Mamet puso en su texto y cobraron una relevancia magnificada con un microscopio”.

— ¿“Oleanna” se convirtió en otro puente de reflexión?

“La realidad nos alcanzó y el cuestionamiento nos reventó en la nariz, en la cara, en los ojos. Exactamente lo mismo que pasó cuando el VIH se nos presentó de frente en la cara y con reacciones múltiples en una nación de doble moral puritana, haciendo que de repente el sexo se volviera mucho más tabú que antes. Creo que este texto va a seguir siendo trascendente durante muchos años más, finalmente, esa es la gran labor del teatro y los griegos nos siguen contando historias relevantes. Todo el teatro que se escribe con rigor, profundidad,  discernimiento y búsqueda, obtiene resultados de esta naturaleza: trascendencia y universalidad”.

¿Qué pasa con el impacto de la obra en México?

“En un país machista y matriarcal como el nuestro, que es una bomba de tiempo donde la mujer educa al varón para ser líder de la manada y terminar vejando a su contraparte femenina, es muy complejo. Se vuelve un problema antropológico y social, que por supuesto viene desde la educación, la economía, la política, nuestras políticas públicas y nuestra cosmovisión. Incluso de nuestro violento choque cultural con España. Violento violatorio, porque todo eso venimos cargando como sociedad mexicana. Nuestros valores, concepciones y lugar en el mundo es totalmente otro, ahora todo está en entredicho y hay una vuelta de tuerca entre qué es trasgredir y qué no, que hace que el texto de esta obra se vuelva todavía más ambiguo; ahí radica su poder”.

Esa ambigüedad también es para que el público tome postura, ¿no?

“El texto no plantea soluciones, de hecho plantea que no hay solución y eso me parece muy valioso en este momento, donde el arte juega un papel muy fundamental para crear una reflexión profunda y modificar nuestra sociedad. La evolución de nuestra sociedad se da con una cachetada que provoca y perturba para crear una reflexión profunda, y en la reflexión nos la pasaremos porque eso justamente es uno de los motivos del arte: cuestionar para que se abra la discusión, y éste se tiene que poner en la mesa una y otra, y otra, y cuantas veces sean necesarias”.

Tato Alexander y Bruno Bichir

¿La obra les sigue aportando nuevas miradas de sus temas?

“Todos los días hay una reflexión al respecto porque nos sigue cimbrando y estremeciendo cada vez que la representamos. Cada función nos muestra nuevas rutas del mismo proceso y con el trabajo aprendemos como profesionistas, como actores y como directores, incluso aprendemos como productores; esa es la magia del teatro, que repetimos pero no concebimos la repetición como una banda sin fin de una fábrica maquiladora. La repetición en las artes es una nueva oportunidad de exploración, aprendizaje y cuestionamiento no nada más para el que lo observa, sino para el mismo creador que constantemente está revisando su obra”.

¿Cómo ha sido ese aprendizaje al lado de Tato Alexander?

“Ella es una mujer inteligente y una espléndida actriz con un gran talento. Es muy inquieta y emprendedora. Lo que hemos podido hacer, que pareciera fácil, pero es lo más complejo, es minimizar nuestra tarea, o sea, hacer un microcosmos de nosotros mismos como intérpretes para que la ambigüedad cumpla su cometido en el discurso de David Mamet, que nos parece poderoso. En esta gran devoción que yo les tengo a los dramaturgos, éste es un espléndido buen ejemplo donde nuestra interpretación se va al mínimo, por lo tanto, hay  mucha más introspección, elaboración mental y sutilezas en las herramientas para mostrar ideas y emociones, a través de la fiscalidad que nos permite que el espectador tenga que estar alerta de cada micro algo; micro vida, micro pasaje, micro símbolo, señal y movimiento, porque, de hecho, la escenografía es microscópica. Tato ha entendido perfectamente bien eso, por lo tanto estoy muy contento con la colaboración que estamos haciendo. Incluso todos los días revisamos un pedacito de la traducción para seguir afinando y apretando tuercas en el texto para serle lo más fiel a la idea primigenia de Mamet”, finalizó Bruno Bichir.

“Oleanna” transcurre en un escenario de aproximadamente 2.5×1.5 metros, el cual presenta un aula de clases donde sólo caben dos pupitres y alude a las emociones contenidas entre sus protagonistas. Sin embargo, es posible que para las funciones en Ensenada y Tijuana (8 y 9 de marzo, respectivamente), se modifique un poco, cuestión que no perturba a Bichir, pues la obra está diseñada para adecuarse a recintos más grandes.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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