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jueves, febrero 15, 2024
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Secuestrado y desaparecido; sospecha familia de policías

Luis Alberto Ortiz Aispuro desapareció el 17 de enero, cuando con engaños lo llevaron a un terreno localizado en el Ejido Heriberto Jara. Fue secuestrado por una supuesta deuda de 350 mil dólares que la familia no reconoce. A casi ocho meses de no verlo, su esposa Leticia Álvarez García, acusa a las autoridades de su responsabilidad en acción u omisión en su desaparición. En grabaciones que duran hasta 16 minutos captaron la voz de los criminales. Aunque estaba enterada y trabajaba en la entrega del dinero, la PGJE no actuó


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Luis Alberto Ortiz Aispuro es originario de Culiacán, Sinaloa, tenía 49 años de edad cuando desapareció. Su esposa, Leticia Álvarez García, lo describe como un hombre bueno que se dedicaba a la renta de rockolas, sillas y mesas, además de vender automóviles que compraba en Estados Unidos.

Nunca tuvo altercados ni problemas con la Ley, salvo algunas acusaciones de tipo personal, según información de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE); nada para ser secuestrado y desaparecido, considera Leticia.

Antes de ser cuestionados sobre este tema, en la PGJE y en la Secretaría de Seguridad Pública del Estado (SSPE) señalaron que durante este año no había secuestros registrados. Sin embargo, en la última conferencia de prensa, David Lozano Blancas, coordinador de la Subprocuraduría de Investigaciones Especiales (SIE), reconoció dos casos y cinco más de migrantes que no fueron contabilizados oficialmente.


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La última vez que Luis Alberto fue visto

El reloj rondaba las cinco de la tarde de aquel 17 de enero. Luis Alberto y Sergio González, su velador, se preparaban para cerrar el negocio cuando llegó una persona que solo pudo describir como alto, de tez morena, corpulento, el cual iba vestido completamente de azul y que, como seña particular, tiene un tatuaje de estrella en uno de sus brazos.

El vehículo quemado de Luis Alberto  fue localizado en un terreno baldío en la colonia Progreso, al Poniente de la ciudad

Este hombre descendió de un vehículo color azul y se dirigió hacia Luis Alberto. Días antes, esa persona fue a buscarlo para rentarle todas las mesas, pero se retiró al no poder conversar con Luis Alberto, con la promesa de volver.

Tras charlar por algunos minutos pactaron la renta del equipo; le prometieron que sería por varios días y en varios eventos, por lo que no pudo negarse.

Junto con Sergio, Luis cargó el equipo a su vehículo tipo pick-up de la marca Nissan y emprendió el viaje rumbo a la zona poniente de la ciudad.

Primero llegó a la Ahumadita, luego prolongó su trayecto a Progreso y finalmente fue trasladado al Ejido Heriberto Jara, donde fueron recibidos por cinco personas que no logró identificar. Un grupo de niños jugaban en el campo y mujeres con sus hijos estaban del otro lado del canal que atraviesa dicha comunidad rural. Todos observaban, parecía algo normal.

El resto de la historia lo relata Sergio González, el velador de Luis Alberto Ortiz Aispuro: Al bajar de la unidad se dirigió a la parte trasera para bajar las mesas, cuando sintió un fuerte golpe en la nuca que lo dejó inconsciente.

Cuando volvió en sí estaba en el asiento trasero de un vehículo, con la cabeza metida entre sus rodillas y con una mano que le sujetaba el cuello para que la mantuviera con la mirada hacia los tapetes del vehículo. No cruzaron palabras, solo escuchó que los criminales hablaban en claves policíacas. Alcanzó a ver pistolas de reojo desde su posición, todas eran de mano y de color negro; el mismo modelo.

Por media hora estuvo dando vueltas alrededor del ejido hasta que detuvieron la unidad y lo hicieron descender mientras le apuntaban con sus armas. Le instruyeron que caminara pegado al canal hasta llegar a alguna comunidad y a partir de ese momento pedir ayuda.

“Cada vez que pasaba un carro me escondía en el monte porque creí que se habían arrepentido”, comentó Sergio, quien durante las horas que caminó, sentía que volverían para matarlo.

Al llegar pidió apoyo a un familiar y se refugió en su casa. Posteriormente, dijo, dio aviso a un familiar de Luis Alberto, pero este no les informó sino hasta varias horas después.

A él lo habían liberado, pero los secuestradores habían retenido a Ortiz Aispuro.

A la mañana siguiente, Leticia intentó llamarle pero no tuvo éxito, por lo que se dirigió a su local pensando que pudo quedarse dormido ahí. Al no tener certeza de su persona, decidió interponer denuncia ante la PGJE por desaparición.

Tras algunas horas, su hijo, de 25 años, quien hoy reside fuera de Mexicali junto con Leticia, debido a las constantes amenazas, recibió un llamado a su teléfono celular donde le indicaron que su padre estaba secuestro y le exigieron350 mil dólares para dejarlo en libertad.

Iniciaron la búsqueda, hablaron con Sergio y este comentó que la noche anterior fueron llevados hasta el referido ejido donde los sorprendieron criminales en una cancha de basquetbol rodeada de neumáticos. Tras golpearlo y mantenerlo cautivo por un tiempo, lo liberaron.

Luis Alberto Ortiz Aispuro, desaparecido desde el 17 de enero de este año.

Por sus propios medios se dirigieron al sitio a buscar pistas, pues ni la Policía Municipal o Ministerial los atendió, logrando ubicar el vehículo de Luis Alberto en una zona despoblada de la colonia Progreso. La unidad estaba quemada y no se encontraban las mesas.

 

La negociación

A partir de ese momento, dos voces dirigieron la vida de la familia Ortiz Álvarez, teniendo como principal contacto a uno de los hijos que labora como ingeniero, quien perdió su trabajo durante este incidente y que tuvo que salir de la ciudad cuando comenzaron las amenazas en su contra, según dijo su madre.

Dos veces por semana se contactaban los secuestradores con la familia. Le exigían el pago de la fuerte suma de dinero, según comentó, el adeudo de Luis Alberto con los criminales.

ZETA tiene en su poder 12 grabaciones donde se escucha al joven negociando con los plagiarios, quienes le reclaman que debe hacerse cargo de la deuda de su padre.

Durante los mensajes le exigen vender una casa propiedad de su abuela que se encuentra en Culiacán, Sinaloa, por la que estaba interesado un individuo apodado “El Calallo”, el cual pagaría una importante suma de dinero en efectivo.

El joven dijo desconocer sobre esto, lo que fue tomado de mala manera por los secuestradores, quienes le dijeron, su papá era el que mandaba los mensajes y solo debía seguir las instrucciones para obtener el dinero.

En otra llamada, el hijo de Luis Alberto dice que logró juntar 60 mil pesos que le prestaron sus amigos y familiares, lo que fue tomado como una burla para los criminales que le exigen que se apure o que su padre aparecería “tieso” en un terreno.

Después le exigen vender el terreno donde tenía sillas y mesas, cuyo valor, según le dijeron, rondaría los 3 millones de pesos, pero el joven comenta que no cuenta con las escrituras y solo es una posesión, lo que le complica la venta.

El hijo de Luis Alberto pidió pruebas de que su padre se encontraba con vida, pero los plagiarios se negaron a ponerlo al teléfono, por lo que le ofrecieron enviarle fotos por correo o entregarle una memoria USB en su buzón, pero esto nunca ocurrió, aunque los delincuentes juraron que lo habían hecho.

Una de las llamadas se transcribe a continuación:

Secuestrador (S): ¿Qué noticias nos tienes?

Familiar (F): Pues aquí viejo, batallando, mire, eh… La neta viejo, no… El bato que me iba a prestar la feria no me acompletó, no me acompletó viejo, y este… me prestó 6 mil bolas, más otros 3 mil que tenía ahí y son siete bolas lo que tengo en dólares.

S: ¿Cuánto?

F: Siete mil bolas y 30 mil pesos, viejo.

S: ¿Once mil?

F: No, no, no, no, no… Le digo que no me completó el bato este que me iba a prestar los 15.

S: Sí, por eso, ¿cuánto tienes?

F: Ahorita tengo siete bolas, 7 mil dólares y como 30 mil pesos

S: O sea que no te completó aquel.

F: No, o sea que el bato estaba esperando agarrar una feria, pues y me dijo: ‘¿Sabes qué? Te voy a hacer el paro, lo más lo más que te puedo prestar son 15 bolas, pero pues déjame checar el sábado’, y le estuve marcando en la semana y la chingada y no… Ahora no me contestó el bato… Ahora sí ya no sé qué hacer, la verdad.

S: 7 mil bolas y 30 mil pesos.

F: (Exhalación de aire) Ya no sé qué hacer, viejo, la neta.

(Segundos de silencio)

S: O sea, y qué, ¿pa’ cuándo piensas tú o qué?

F: Pues no sé, viejo, pues le digo, este compa es la única esperanza ahí que me prestara esa feria ya le había dicho, pero no me completó, pues yo no sé la verdad, qué más hacer, señor, la neta… Si me hace el paro con eso pues la neta se lo agradezco y vamos a seguir pa’ adelante para pagarle lo demás, pero pues ahorita la verdad yo ya, cómo le diré… Ya me ando enfermando, ya no… no… no hallo la puerta viejo, la neta yo y… (Interrumpe).

S: O sea, a ver, a ver, a ver… Voy a echar una platicada con tu papá y ahorita te marco yo pa´ atrás.

F: Sale, viejo…

La mayoría de las grabaciones registran claramente la voz del criminal y su duración alcanza los 16 minutos, lo que facilitaría intervenir, detectar y ubicar el origen de la llamada, sobre todo porque la mayoría se hizo desde teléfonos locales, salvo una que fue hecha con un celular con clave Lada de Mazatlán, Sinaloa.

La lista de números telefónicos usados por secuestradores para llamar a la familia.

Leticia comentó que durante todo ese tiempo, policías ministeriales trabajaron en la investigación a cargo del agente Gómez -se cree que se refiere a José Luis Gómez, hoy comandante de la corporación-, pero que nunca intervinieron. “Estamos cuidando la integridad de su marido”, le comentaban, lo que al principio consideró coherente, hasta el momento que se pactó la entrega y brillaron por su inoperancia.

La llamada de la entrega fue de la siguiente forma:

S: ¿Ya estás listo, entonces?

F: Aquí estoy, viejo. Listo.

S: Okey, deje nomás la bolsita ahí en el cerco, colgada. Fíjate bien, no quiero trucos, ¿okey?, porque aquí de hecho aquí está cerquititas, no vas a batallar nada…

F: Pero me va a marcar, ¿verdad?

S: Aquí va a estar, si yo estoy diciéndole así va a ser, usted no se preocupe por eso, yo le estoy dando mi palabra de que así va a ser.

F: Fierro, pues.

S: Okey, nomás te digo, si me sales con una tarugada te voy a marcar, pero ya te voy a decir otra cosa. Ya te la sabes.

F: No, viejo. Aquí estoy esperándolo, pero por favor que me marquen.

S: Usted nomás me deja la bolsita ahí colgada en el ese y va a pasar por ahí alguien y ahorita la va a agarrar, y en ese momento aquí ahorita le voy a marcar y le voy a decir ‘Aquí lo recoge’. Calientito, aquí cerquititas, no va a batallar nada. Como le digo, porque a mí me sirve más bueno y sano que ‘tieso’, la verdad. Necesito que me paguen.

F: Viejo, pero me va a marcar antes de dejársela, ¿verdad?

S: Usted me tiene que poner el papel (dinero) ahí, yo ahorita es lo que le estoy diciendo y ahorita aquí déjelo, el papel ahí y ahorita aquí mismo se va a hacer cerquitas. Haga eso que le estoy diciendo ahorita, ahí va para allá este hombre. Y aquí ya está cerquitas.

F: Pues necesito que me marque, viejo. Necesito que me marque porque es que también yo estoy aquí ya nomás… estoy esperándolo nomás. Pues si ya se va a hacer… (Interrumpe)

S: Por eso, ahí va a llegar ahorita ya, ahí va a llegar ahorita te estoy diciendo, haz lo que te estoy diciendo, ahí va para allá ya.

El día de la entrega del dinero había agentes del Grupo Antisecuestros en la esquina de la calle, pero nunca actuaron, bajo el argumento que esperaban el momento ideal para realizar el operativo; ese instante nunca llegó.

Ese día lluvioso fue 17 de febrero, se cumplía un mes del secuestro; a partir de ese momento cesaron las llamadas. Leticia recuerda que se quedó toda la noche esperando la respuesta de los captores o de las autoridades indicando que lograron detenerlos, pero eso no ocurrió.

A partir de ese momento comenzó a pedir cuentas a la PGJE, pero solo recibió largas. Se entrevistó con la procuradora Perla Ibarra y el subprocurador José María González en varias ocasiones, en una de ellas, la señora Álvarez recibió un reclamo del subprocurador, quien dijo que su esposo debía dinero a criminales y que por eso se había dado este problema. Además, la acusó de solo entregar 3 mil dólares, en vez de los 10 mil pactados.

“3 mil dólares es lo que seguro le tocó a él”, reclamó enojada la señora Leticia, quien acusó a las autoridades de estar involucradas en el secuestro de su marido.

Al señalarle que su esposo no debía dinero a criminales, González le dijo que había cosas que él no le decía a su esposa, lo que fue tomado de mala manera por Leticia, quien consideró, no era la forma de desenvolverse para un servidor público.

 

Supuestos agentes de la PEP lo amenazaron y se llevaron su INE

El 16 de mayo de 2016, Luis Alberto interpuso una denuncia ante Asuntos Internos de la SSPE, argumentando que varios agentes, entre ellos una mujer, le robaron 40 mil pesos que tenía en su vehículo.

Leticia aseveró que ese dinero lo tenía apartado para la compra de un automóvil, pero los uniformados lo interceptaron, despojándole del monto. La mujer dijo que su esposo los identificó claramente como policías estatales, pero tras interponer la denuncia, fue amenazado.

Dijo que Luis Alberto solicitó se abriera el expediente, pero cuando le tocó identificar a los oficiales, optó por no señalarlos. En la investigación no pudieron establecer mayores datos y se archivó en septiembre de 2016. Cuatro meses después ocurrió el secuestro.

La denuncia fue corroborada por el vocero de la SSPE, Adrián García Estrada, quien comentó que la investigación no pudo avanzar debido a la falta de pruebas, ya que los GPS, las bitácoras y los agentes no coincidían con lo narrado por el quejoso, además, no pudo identificarlos. Tras cotejar los datos del acompañante de Luis Alberto, Leticia comentó que no se atrevió a identificar a los agentes agresores debido a que lo amenazaron y despojaron de su credencial electoral, para así saber su domicilio.

El campo de básquetbol donde fue citado Luis Alberto y su trabajador de nombre Sergio. Frente a varias personas fueron golpeados y privados de su libertad.

Por otro lado, la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) inició la investigación CEDHBC/MXL/Q/103/17/1VG el 7 de abril por presuntas violaciones al derecho a la Seguridad Jurídica, pues aparentemente no recibió asesoría jurídica e información sobre el desarrollo del procedimiento, por el retraso y entorpecimiento de la investigación, por omitir diligencias o integración deficiente del expediente.

 

Meses sin respuesta

Leticia busca dos cosas: el regreso de su esposo y justicia por lo ocurrido. Sin embargo, desde el 17 de febrero no ha obtenido ninguna de las dos.

Comentó que regresa a Mexicali para obtener avances del número único de caso 02544-17, pero que el área de Desaparecidos no cuentan con mayores detalles sobre el paradero de su marido, a ocho meses de su desaparición.

Irma Leyva, una de las activistas en favor de los desaparecidos, dijo que las autoridades mantienen la inactividad en este tema, sin importar que pasen uno, cinco, diez o hasta veinte años.

Indicó que ha solicitado la compra de un equipo llamado Geo-Radar por parte de las autoridades, que serviría para detectar osamentas a cuatro metros de profundidad, con lo que podrían encontrar restos óseos de cualquier persona.

Empero, la respuesta ha sido que el costo del equipo es muy elevado y es inexacto, lo que considera una burla para las familias, ya que ellos realizan sus investigaciones de campo con palos y picos. “Ya no estamos en esos tiempos”, reclama Irma, cuyo hijo desapareció hace 10 años y, reitera, al igual que otras mujeres, la PGJE sabe más de todos estos casos de lo que cuenta.


 

Es una cantidad muy fuerte para una persona que renta mesas: PGJE

 El subprocurador de Investigaciones Especiales (SIE), José María González, comentó que el monto solicitado por los criminales a la familia es muy alto para una persona cuyo oficio es rentar sillas, mesas y rockolas.

En entrevista, señaló que normalmente los secuestradores solicitan un monto acorde a las posibilidades de cada persona, pero en este caso el rescate fue de mucho dinero, lo que llamó su atención. Agregó que existen ciertos indicios que no coinciden con el actuar común de un plagiario, como el incendio del vehículo de la víctima, por lo cual lo consideran un hecho atípico.

Sin embargo, al ser cuestionado sobre si la persona desaparecida es un criminal, el subprocurador dijo no tener elementos para señalarlo, dado que no cuenta con antecedentes penales en Baja California o en Sinaloa, de donde es originario.

Referente a la investigación, aseveró que se encuentra “estancada” y reconoció que, pese a los esfuerzos, no se ha dado con la persona, que es lo más importante.

José María González agregó que la búsqueda sigue, pero no han tenido acercamiento a la familia recientemente debido a que no les dicen cada paso que dan en la investigación, ante la posibilidad de que existan trasfondos familiares.

“El acercamiento es para corroborar información, pero no podemos estar informando cada paso que damos”, reiteró.

El funcionario de la PGJE descartó que agentes estatales o ministeriales tengan relación con el secuestro, pese a que tuvo conocimiento que meses atrás, la víctima interpuso una denuncia ante Asuntos Internos de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado (SSPE).

En una de las grabaciones en poder de ZETA, el secuestrador reclama a la familia del desaparecido que “es un vaquetón” y que le robó el dinero que exigía como rescate. “Esto no es un secuestro”, reclamaba la voz que exigía el pago de 350 mil dólares.

Según González, durante el presente año se han registrado siete secuestros formales.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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