En suma, un Estado donde las leyes son cumplidas por ciudadanos y autoridades; personas y entidades se someten al imperio de la ley, la cual debe aplicarse en forma justa, equitativa y respetando en todo momento los derechos humanos.
El Presidente López Obrador está dando muestras de su creciente autoritarismo, o de algo más grave, de su incapacidad física o de otra índole para gobernar.
Es uno de los refranes preferidos de mi nonagenaria y siempre sabia abuela, cuando se trata de indicar que alguien se muestra generoso, alegre y solidario con los de afuera, en tanto que con los de casa se comporta de manera distinta, sin importarle cómo se sienten: “Candil de la calle, oscuridad de la casa”.
En sexenios pasados, un día sí y otro también, en los noticieros de televisión, la radio y los periódicos impresos aparecían inveteradamente como nota principal la imagen, las palabras y los mensajes del Presidente de la República en turno; tanto que casi todos los diarios “cabeceaban” igual sus notas, en las que le “echaban porras” al Ejecutivo Federal. No fallaban; luego venia la otra información.
A quienes nacimos en Baja California o residen aquí desde hace mucho tiempo, nos duele -y harto- ver las condiciones desastrosas en las que han dejado esta entidad diversas administraciones estatales y municipales que han desfilado por el poder; destaca entre todas ellas la actual, por lo corto de su gestión, el rosario de pifias, errores y abusos acumulados.