Es célebre la anécdota de un poderoso que, viendo a la Madre Teresa de Calcuta limpiar y besar las heridas de un enfermo pobre, el fulano le dijo a la religiosa: “Yo no haría eso ni por un millón de dólares”. “Tampoco yo ni por dos... Yo lo hago por amor a Cristo en la persona del necesitado”, le respondió.
El próximo 2 de junio de este año 2024, votemos o no votemos, los mexicanos seremos gobernados seis años (hasta 2030) por una mujer: Claudia o Xóchitl.
Allá, el Imperio Persa tan extenso -como las persianas-. Y los mentirosos egipcios con la demagogia de existir a más de 100 mil años; cuando Adán y Eva no llegan a los 10 mil. Los griegos, los romanos, los teutones, los mongoles, los nipones, chinos, el sacro imperio Germano-Romano; el imperio británico; no, que el hispano, el ruso, los musulmanes.
Hay que aclarar y explicar que se trata de la “política partidista”. Porque propiamente hay una teología política que recorre el Antiguo y Nuevo Testamento, y El Corán. Lo fundamental es Amar a Dios y al Prójimo como a uno mismo.
Al pueblo se le puede manipular o controlar a través de la economía, alimentos, retórica-diplomacia, o a través de la guerra y el miedo. Son viejas técnicas de persuasión humana.
Hará unos 60 años, cuando el obispo neoyorquino Fulton J. Sheen expresaba que el mundo estaba muy inquieto; hoy estamos al borde del fin del mundo. Pero no nos hagamos ilusiones de falso profetismo, porque la expresión no se refiere a que el Cosmos o la creación serán exterminadas.
El origen judío de la doctora en ciencias por la UNAM, Claudia Sheinbaum Pardo, tiene inquietos a muchos en cuyo subconscientes subyace la manera de destruirla, por ser de la Ciudad de México o por su raza-religión.
La primera imagen de Nuestra Señora de Guadalupe llegó al noroeste de la Nueva España, hoy México, cuando el misionero Eusebio Kino solicito a Juan Correa, pintor virreinal, una copia a mano del original del Tepeyac.
Las cartas fundacionales originales del Padre Salvatierra, publicadas por don Miguel en su obra Loreto, revelan cómo el jesuita milanés descansaba los fines de semana en la Ciudad de México, pasando el fin de semana o su día de descanso visitando a la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac, hacia 1680.