Desde chamaca era bonita. Todos la chuleábamos. Nunca la vi chamagosa ni desarreglada. Siempre bien prendidita. En primaria, zapato de charol. Trenzas rematadas en moño de seda. Pero a sus 15 nos atarantó de tan bella. Dos tres años después cualquiera se estremecía nada más con verla. Cuerpo sin tacha. Calzó con tacón alto y delgadito. Resaltó sus torneadas y morenas piernas.
Jesús Albino Quintero Meraz quiso matar a mi compañero periodista Jesús Barraza. Pero gracias a Dios fracasó. La de este hombre es una historia curiosa. El mafioso operaba a mediados de los años noventa en San Luis Río Colorado, Sonora. Entonces era “poquitero”.
Fui a San Francisco, California, en 1990. Un año después del terremoto. Camino del aeropuerto al hotel vi los destruidos tramos de la autopista. Y cerca de allí muchos lotes donde antes hubo oficinas, residencias o edificios de apartamentos. En aquella ocasión murieron sesenta y tantas personas. 15 mil residencias terminaron destrozadas.
Hace tres años entrevisté a don Alberto Limón Valerio. Era presidente de la Cámara Nacional de Comercio en Tijuana. Empezamos hablando sobre su tarea. El harto difícil movimiento empresarial fronterizo. Y ese trato siempre tan indiferente, recibido por los gobernícolas defeños.
Don Chava era compadre de mi tío Joaquín. Tenía una tiendita esquinera y enmaderada. Pintada de verde limón, blanco y el sello rojizo cocacolero. Adentro apenas cabía el señor y podía despachar. El refrigerador obligado ocupaba mucho espacio. Pero eso sí: La mantenía tan limpiecita como surtida
Estamos al revés. En Estados Unidos, tienen mucho miedo que les caiga un terrorista árabe desde México. Y de este lado ni nos mortificamos. Por eso, los gringos alegan y están amachados a las revisiones para entrar a su país. Revisan y revisan en las garitas. Hasta parece encantarles hacer sufrir a peatones y automovilistas. Como que no pueden vivir sin verlos haciendo larguísimas “colas”.
Mi profesora Raquel era muy rigurosa. Soltera y cuarentona. Dueña con su hermana del Colegio “Progreso”. No por eso caía en la burguesía, pero era demasiado culta e inteligente. Lucía robusta. A pesar de eso le gustaba vestir falda ajustada y hasta abajo de la rodilla. Casi siempre negra. Pero debía encantarle lo floreado porque sus blusas o suéteres lo tenían estampado o bordado.
Era amigo del Presidente de la República, Licenciado José López Portillo. Por eso, Arturo “El Negro” Durazo fue jefe de la Policía defeña. De humor terrible. Vicioso. Pedante hasta colocar en su uniforme cuatro estrellas. Irrespetuoso, como si fuera General de División y Secretario de la Defensa Nacional. Abusivo. En lugar de evitar asesinatos, ordenó muchos. Cocaína, mujeres y oro eran infaltables en su despacho.
Ernesto Ruffo Appel fue criticado algunas ocasiones por su lenguaje. Pero era más por estarlo jeringándolo políticamente. Le tachaban de “cantinflesco”. Mas este ex gobernador tiene ocurrencias certeras. En el mero clavo. Cuando estaba en el poder recuerdo aquélla de “muchos tenemos todavía el Síndrome de Pedro Infante”, o “de La Rumorosa para abajo todo es Sonora”.
La reunión fue a puerta cerrada. Se opinó sin llegar a la discusión. Me sorprendió cómo en tan corto tiempo acordamos. Directivos de la Sociedad Interamericana de Prensa, dueños y directores de periódicos mexicanos afiliados o no a tan prestigiosa organización.