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jueves, febrero 15, 2024
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Mofletudo

Jesús Albino Quintero Meraz quiso matar a mi compañero periodista Jesús Barraza. Pero gracias a Dios fracasó. La de este hombre es una historia curiosa. El mafioso operaba a mediados de los años noventa en San Luis Río Colorado, Sonora. Entonces era “poquitero”. Así se conoce a los malandrines cuando manejan cualquier cosa de droga y nunca llegan a cargamento. Son un grado superior a los “burreros”, individuos dedicados normalmente a viajar de una ciudad a otra, o cruzar la frontera con pequeñez de marihuana y cocaína. Jesús Albino era harto conocido en la pequeña ciudad sonorense, frontera con la estadounidense San Luis, Arizona. No se atrevía a cruzar el Río Colorado y poner un pie en territorio bajacaliforniano. Lo hubieran ejecutado. “Mayel” y “Gilillo” Herrera, operadores del Cártel Arellano Félix (CAF). Le conocían muy bien. Nunca solicitó autorización a los hermanos para maniobrar. Se negó a pagar “impuesto” o “derecho de piso” para operar. Pero “Mayel” y “Gilillo” no necesitaban pedir permiso para matarlo si acaso se metía en la plaza del CAF. Que ni llegara el olor de su loción al otro lado del río. Era suficiente para que el corazón dejara de latirle.

“El Señor de los Cielos”, Amado Carrillo Fuentes, siempre quiso matar a los Arellano. Dicen que los dientes le rechinaban de coraje. No olvidaba cuando lo quisieron asesinar a la mala los pistoleros arellanescos en el Bali-Hai defeño y se salvó. Pero juró venganza. Por eso cuando supo de Jesús Albino en San Luis Río Colorado, le palpitó la oportunidad. Cercano al territorio de los Arellano, este hombre les provocaría problemas si recibía más marihuana o cocaína. Fácil la contrabandearía a Estados Unidos. Hasta la clientela quitaría al CAF. Es que aparte de los hermanos, no había quién surtiera el suroeste de Arizona.


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Quintero Meraz nunca soñó con pertenecer a un cártel. Cuando le dijeron sintió como que llovían dólares y no agua. Aprovechó la ocasión y empezó a trabajar para “El Señor de los Cielos”. Sin fallarle al recibir y despachar embarques. Remitiéndole puntualmente el dinero. Nada de escándalos. Tampoco muertitos. Cero pleitos. Mucho soborno y por eso efectividad. Entonces le parpadeó la luz de la atención a Carrillo Fuentes y lo llamó. Se conocieron y formalizaron más los negocios. Realmente a Quintero Meraz no le interesaba acabar con los Arellano. Tenía puestos los dedos en la cartera para abrirla y retacarla de dólares. Y a “El Señor de los Cielos” le importaba muy poco el dinero. Quería ver a sus competidores metidos en estuche de lujo de cualquier servicio funerario.

Con el paso del tiempo Albino se acercó más a Carrillo Fuentes. Por eso le propuso: dejar a personas de su confianza en San Luis Río Colorado. Total, el mercado ya estaba asegurado. Pero se podía extender más y dañar a los Arellano. Necesitaba hacer un cambio. Irse a la frontera sureña cancunera y desde allá surtir a la norteña sonorense. Cerquita de Baja California para jeringar a los Arellano.

El plan de Albino le encantó a Carrillo Fuentes. Y el “poquitero” se convirtió en “hombre clave” del cártel. Quintero Meraz desapareció de San Luis Río Colorado. Allá de vez en cuando llegaban noticias creíbles e increíbles. Hasta que de pronto, su nombre saltó a la prensa con la etiqueta de narcotraficante importante. Ya para entonces muy buscado pero sospechosamente no encontrado por la PGR. Albino tuvo en el sur lo que le faltó en el norte. Dinero, casonas, autos nuevos, mujeres, billetes y lo más importante: Poder. Bueno, si en Sonora se le dificultaba cruzar el desierto, en Quintana Roo tenía facilidad para pasársela sobre las olas.


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Jesús Barraza, excelente periodista, descubrió la ubicación del mafioso y publicó un detallado artículo sobre antecedentes y anexas. La noticia viajó de frontera a frontera cinco mil kilómetros. Le llegó a Quintero Meraz primero de oídas. Luego con el respectivo recorte de periódico. Impertinente y bravucón, el mafioso soltó la amenaza al periodista. No se escondió. Todo mundo en San Luis Río Colorado lo supo. Y por eso el Gobierno del Estado comisionó a un policía judicial armado para cuidar a Barraza. Lo acompañaba a todas partes.

Sucedió entonces lo dramático: Al periodista Barraza le informaron y se fue rápidamente a donde estaban algunos policías de caminos pendencieros y en escándalo callejero. No solamente tomó nota. También los fotografió. La reacción de judiciales federales fue encorajinada. Lo persiguieron como si fuera delincuente. Alcanzó a llegar a su casa. Zarandearon con furia al escolta estatal robándole su arma. El agente estatal se fue a pedir apoyo a sus compañeros. Entretanto quedó descubierto a Barraza. Cero protección. Como tiro al blanco. Por fortuna el periodista se encerró y sus compañeros hicieron público el caso inmediatamente. Los federales indudablemente al servicio del mafioso no tuvieron otra: Recularon. Con eso se esfumaron los intentos para tirotear a Barraza y disfrazarla como “muerto al ser perseguido”. O a punto para que cualquier malvado le disparara. Así se ajustaría cuentas por andar mencionando a Quintero Meraz. Pero no se les hizo. Seguramente al saberlo se le derramó la bilis al mafioso.

El Procurador General de la República, Licenciado Jorge Madrazo Cuéllar, fue informado telefónicamente. De inmediato ordenó el retirar de San Luis Río Colorado a los agentes federales sospechosos de pretender asesinar al periodista. A los policías de Caminos, no se les tocó ni con la hoja de una sanción. De allí no pasaron las cosas.

Albino no recibió regaño, llamada de atención o citatorio ante un tribunal. Esto último era obligado. La agresión al policía estatal fue un hecho y de resonancia pública. El intento por matar a Barraza, también. Debió perseguirse de oficio. Pero ni cosquillas le hicieron. Ahora, cuando su nombre resurge queda en claro: Los agentes de la PGR estaban atendiendo instrucciones de Albino, apoyado en el poder de Amado Carrillo. Esta es una de las razones inequívocas de por qué el Ejército Mexicano y no la Procuraduría capturó al mofletudo Albino. Pudo más la inteligencia militar frente al soborno de federales.

Por ejemplo, en Veracruz era harto sabido: El hijo de Albino siempre se acompañaba de los sicarios Mario Alejandro Valdés y José González Tapia. Hasta son conocidos popularmente como “Los Norteños”. A ellos se les achaca la ejecución de Irving Montiel Landa. Este, joven universitario, tuvo la desdicha de discutir en una discoteca con el hijo de Albino.

Quintero Meraz no está curtido totalmente como mafioso. Corrió con suerte. Primero la muerte de Carrillo, luego las capturas de “El June” y “El Metro”. Todo fue muy rápido. Por eso tengo una impresión: Su mentalidad no ha ido más allá de ser un “poquitero” en grande. Esto desemboca en la hipótesis más clara: Albino no está impuesto a situaciones dificultosas. Contestará sin engaño a toda pregunta. No falseará como los mentados “testigos protegidos”. Y eso será motivo para algo muy importante: Nuevas capturas en las fronteras sur y norte. Posiblemente la del capo Osiel Cárdenas Guillén. Al final de cuentas, mientras perdió fuerza el Cártel del Golfo, la están recuperando los Arellano Félix.

Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas,

publicado por primera vez en mayo de 2002.

Autor(a)

Jesús Blancornelas
Jesús Blancornelas
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