“Sé que la lengua corriente está llena de trampas. Pretende ser universal, pero lleva, de hecho, las marcas de los hombres que la han elaborado. Refleja sus valores, sus pretensiones, sus prejuicios”.
-Simone de Beauvoir
En su primer día como titular del Poder Ejecutivo Federal, Claudia Sheinbaum Pardo reiteró la necesidad de ser reconocida como Presidenta de México, con “A”, “al igual que abogada, científica, soldada, bombera, doctora, maestra, ingeniera; porque como nos han enseñado, sólo lo que se nombra, existe”. Este reconocimiento busca honrar el pasado de las mujeres y su lucha: “Después de al menos 503 años, por primera vez llegamos las mujeres a conducir los destinos de nuestra amada nación; y digo llegamos porque no llego sola, llegamos todas”.
Siempre he creído que las palabras tienen el poder de construir realidades. Espero que las palabras de la Presidenta de México puedan forjar una nueva realidad para las mujeres, niñas y adolescentes. Su primer discurso parece ser una señal o augurio de este cambio; así lo quiero interpretar, consciente de los años que aún nos faltan para cerrar la brecha de desigualdad que enfrentamos.
El lenguaje es una consecuencia de los usos y costumbres arraigados socioculturalmente. Se aprende, se enseña y se modifica constantemente, reflejando así las expresiones de los pensamientos adquiridos. Durante mucho tiempo, el lenguaje ha sido una herramienta a través de la cual se ha naturalizado la discriminación y la desigualdad. El lenguaje discriminatorio puede ser usado comúnmente y muy pocas veces se cuestiona su alcance.
En las sociedades patriarcales el lenguaje está plagado de androcentrismo, lo cual se manifiesta en el uso del masculino como genérico, coadyuvando a la exclusión de las mujeres. Esto genera una profunda invisibilización de todo lo que no se nombra. Dado que el idioma español reconoce al género femenino en su vocabulario, no debería haber motivo para omitirlo.
La lengua española tiene la riqueza y los recursos suficientes para comunicar sin excluir, invisibilizar o estereotipar; por lo tanto, es una herramienta de cambio social. El uso del lenguaje incluyente puede romper las relaciones de poder injustas que mantienen la desigualdad, y permitir nombrar a las personas que son anuladas y discriminadas en el discurso hegemónico.
Incorporar lenguaje inclusivo en todas las formas de comunicación contribuye a remarcar que el mundo está compuesto por cuerpos y visiones diversas que deben ser reconocidas y nombradas. Esta forma de comunicación no sólo consiste en encontrar las formas gramaticales para nombrar lo invisibilizado, sino que también requiere identificar y descartar aquellos usos de lenguaje que perpetúan las grandes, desigualdades que nos afectan en casi todos los ámbitos de la vida y obstaculizan que la mitad del población alcancemos niveles de bienestar.
Hoy el uso del lenguaje inclusivo es una obligación para garantizar la igualdad y la no discriminación.
El lenguaje no es un mero medio de comunicación, es también una herramienta poderosa que refleja y moldea nuestras percepciones de la realidad. El uso del lenguaje inclusivo no sólo visibiliza a quienes han sido históricamente marginados y marginadas, sino que también contribuye a la construcción de una sociedad más justa e igualitaria. Claudia Sheinbaum Pardo, al insistir en ser reconocida como presidenta con “A”, subraya la importancia de nombrar para existir, resaltando la lucha y el papel crucial de las mujeres en la transformación de nuestro país.
Adoptar un lenguaje inclusivo es un paso vital hacia la justicia social y el respeto de la dignidad y los derechos humanos, como lo son la igualdad y la no discriminación, contribuyendo a asegurar que todas las voces sean escuchadas y respetadas.
Melba Adriana Olvera Rodríguez fue presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos en Baja California.
Correo: melbaadriana@hotmail.com
