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jueves, febrero 15, 2024
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Israel-Palestina, el sueño imposible


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“Si apenas tenemos suficiente fuerza, inteligencia, coraje para arreglar nuestra propia casa, cómo vamos a ocuparnos de todo el planeta (…)

La salud física y espiritual de nuestro pueblo debe convertirse en nuestra meta”.

-Alexandr Solzhenitsyn, El error de Occidente.

En México en la obra de Octavio Paz, el Nobel de Literatura 1990, considera el renacimiento de los monoteísmos en el mundo: Islam, Judaísmo y Cristianismo. Expresa que “es algo que siempre hemos reconocido los poetas, pero que se han negado a reconocer los sociólogos”.

Entre los millones de libros sobre la persona de Jesucristo, algunos llevan por título: Jesús era palestino. Otro: Jesús, un judío marginal. El problema judío o sobre Israel, es tan relevante que desde los primeros siglos lo han tratado personajes como san Agustín, San Juan Crisóstomo, Santo Tomás de Aquino; y más recientemente Juan Pablo II, un niño polaco que creció en el triángulo entre Cracovia-Oswiecim-Wadowice; su infancia la pasó entre amigos hebreos en Wadowice. El joven Karol Wojtyla murió convencido de que sólo la cultura y educación eran la vía polaca para salvar la patria, no estaba de acuerdo con la resistencia con las armas.

En 2023, la realidad, la verdad, es que Belén se ubica en Palestina: dividida -como nuestras fronteras con USA- por enormes muros y la más alta tecnología; Jerusalén está en Israel. Aunque Cristo nació en Belén, Jesús es judío. Todos los millones de crucifijos desparramados en la tierra, llevan el letrero INRI: Jesús Nazarenus Rex Iodaiorum, Jesús Nazareno Rey de los judíos.

Lo escrito, escrito está, esa expresión le sacaron al procurador romano Pilatos cuando le dijeron que cambiara el sentido de lo escrito.

Los israelitas tienen enormes deudas morales con los católicos que les salvaron la vida, por ejemplo, en el Ghetto de Varsovia. La enfermera polaca Irena Sendler es considerada Madre de los Niños del Holocausto, pues su ingenioso coraje logró salvar a más de dos mil 500 niños judíos; muchos de ellos se lo agradecieron en vida, antes de fallecer hace algunos años. Oscar Schindler salvó otros mil, en su fábrica de Cracovia.

Célebre en el Vaticano y desafiando a Mussolini y Hitler, el irlandés monseñor Hugh O’Flaherty salvó cientos de familias en Roma: refugiados, hebreos perseguidos (película Escarlata y Negro). Otro tanto hizo el diplomático mexicano Gilberto Bosques Saldívar, y el General Lázaro Cárdenas del Río, Presidente de México.

Hace 29 años, en 1994, recibieron el premio Nobel de la Paz, el primer presidente de Palestina, nacido en El Cairo, Egipto, Yasser Arafat, junto con los israelitas Isaac Rabin y Shimon Peres. Desafortunadamente en Tel Aviv, un judío sionista asesinaría a Rabin; en tanto que en París, Arafat moriría envenenado con polonio. Tres hombres memorables que buscaron la paz en Medio Oriente, esforzados por alcanzar los acuerdos de Oslo.

Así como el grupo terrorista Hamas sorprendió a la inteligencia militar de Israel, en el Jubileo del año 2000, tras la difusión de la cinta La Pasión de Mel Gibson; el mismo presidente de la Liga Mundial Antidifamation y el rabino de Nueva York, defendieron al cineasta católico de los grupos radicales hebreos. Mel es amigo de los judíos. En la premier con Juan Pablo II, el Pontífice que salvó a cientos de judíos siendo sacerdote en Cracovia en la 2da. Guerra Mundial, expresó sobre la producción del neoyorkino Gibson: “Así fue la Pasión del Señor, así fue”.

En 1980, Alexandr Solzhenitsyn, (Nobel de Literatura 1970), por muchos años prisionero del comunismo soviético en Siberia (Archipiélago Gulag), publicó su ensayo El Error de Occidente: “Después de sesenta (1917-1977) años de comunismo, después de haber perdido, al margen de las víctimas de guerra, sesenta millones de personas, nuestra nación está gravemente enferma (Rusia)”.

“Ante el comunismo no hay nada que esperar: ningún compromiso es posible con la doctrina comunista, sólo se puede entrever su triunfo total en el mundo entero o su total desaparición. La única solución para Rusia, para China, para el mundo entero, consiste en rechazarlo… ¿Y si súbitamente los dos comunismos vinieran a reconciliarse? ¿Si ambos se revolvieran contra Occidente? E incluso si la reconciliación no tuviera lugar, China, armada por América, acabaría triunfando sobre vosotros” (Solzhenitsyn, El Error de Occidente, 1980).

A Solzhenitsyn, le arrebataron su nacionalidad y lo dejaron “marcharse” a Estados Unidos (Vermont); tiempo después, el presidente Vladimir Putin, lo recibió en Moscú, y le honró al morir en 2008.

Germán Orozco Mora reside en Mexicali.

Correo: saeta87@gmail.com

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