Si bien han sido los inmigrantes chinos los primeros en sentar los pilares del comercio de la droga en México, a partir de los años treinta las bandas criminales mexicanas comenzaron a tener un rol fundamental en dicha nueva actividad económica, aprovechándose de la ley seca impuesta por Estados Unidos y de sus relaciones con las autoridades locales. De esta manera, el mismísimo gobierno, al fortalecer sus relaciones con los grupos criminales, ha constituido las bases de una economía ilegal desde los inicios de los carteles mexicanos.
Es precisamente esto uno de los principales problemas de México, y por lo cual resulta irrealizable la gran mentira que nos venden sexenio tras sexenio sobre el combate total contra el narcotráfico y la corrupción: la existencia de una economía, que con el fin de asegurar su estabilidad debe ser también alimentada por dinero ilícito, enviciada de intereses entre los grupos criminales y funcionarios público, dando lugar así a la narcopolítica en el país.
Los hechos sugieren que los cárteles mexicanos se habrían vuelto aún más fuertes tras la caída del cártel de Medellín (al inicio de los años noventa), logrando así fundar una clase de cadena manufacturera en diversos estados del país; lo cual al mismo tiempo fue posible por medio de una sistematización de sobornos dentro de los diferentes niveles de los organismos gubernamentales. Así, la caída de los cárteles colombianos habría dejado campo abierto para la ascensión de los cárteles más prominentes mexicanos (por ejemplo; el cártel de Juárez en Chihuahua o el cártel de los Arellanos Félix en Tijuana), apoderándose en su totalidad de las rutas ya preestablecidas de distribución hacia los Estados Unidos. Estos mismos cárteles manejaban sus propios códigos de comportamiento, ya que lo que realmente importaba era “hacer dinero”.
¿Pero actualmente, qué es lo que ha cambiado en la filosofía de los cárteles? ¿Por qué se han tornado más violentos hacia la “población común”, cuando antes “Primero…era el negocio” y por ende la violencia resultaba perjudicial para el negocio?
Pues bien, durante la época del “Chapo Guzmán” existía una especie de orden en el país, aquello que yo llamo “una paz falsa”. Dicho gran señor de la droga tenía bajo control a varios políticos y organizaciones encargas de la seguridad nacional: policía municipal, militares, federales, etc. Por ende, había toda una red operativa envuelta en el narcotráfico, una actividad ilegal; sin embargo, al final del día el objetivo se trataba solamente de hacer crecer aún más este business. Después de la caída del Chapo, el país se encontraba en una situación bastante compleja, debido a que toda esta red operativa generó muchas dependencias públicas acostumbradas al “dinero fácil”; lo que a su vez significaría tener a las fuerzas del orden involucradas en actividades por las cuales pudieran conseguir la misma suma de dinero a la que estaban acostumbradas con el trasiego de droga, pero esta vez por medio de la trata de personas, secuestros, extorsiones y demás.
Es así que se obtiene como resultado una alza en el número de grupos minúsculos delictivos que pasarían a trabajar para los nuevos capos y bandas de narcotráfico gestándose; no obstante, consiguiendo mientras maneras de obtener dinero ilegal e inmediato a como diese lugar.
A su vez, quedaban puestos libres que se tenían que ocupar por nuevos jefes de los cárteles, pero esto significaría dejar una vez más el camino libre a prospectos más jóvenes para ocupar el “liderazgo”. Entre más avanza el tiempo los nuevos capos son cada vez más jóvenes. Bien sabemos que los jóvenes -por naturaleza de su temperamento- suelen ser más impulsivos y complicados de hacerlos entender que existen límites, prioridades y reglas que seguir; ahora imaginemos todas estas características de un joven adolescente en un futuro capo de un cártel (es decir, una muy mala combinación). Adolescentes tomando las riendas del narcotráfico, grupos delictivos conformados por mismos elementos de las fuerzas del orden; estos dos elementos han contribuido a la pérdida de una estabilidad a la cual el mexicano promedio estaba acostumbrado: una estabilidad sostenida por actos ilícitos, pero una estabilidad que, mal que bien, funcionaba para todas las partes involucradas.
Más vale que los negocios de los cárteles vayan bien para preservar el orden al que ya nos hemos habituado, sobre todo cuando existe un gobierno que desde el principio acostumbró a su pueblo a subsistir por medio de la complicidad con la narcocultura. La narcopolítica concierne a todos: al gobierno con su hipocresía, trabajando para el bando de los malos, y al pueblo con su indiferencia, aceptando vivir bajo el velo de la “paz falsa”.
Atentamente,
Leslie Vela González, una ciudadana común que observa su país.
Tijuana, B.C.