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viernes, febrero 16, 2024
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Enojo justificado

— ¿Tu mamá sigue molesta conmigo?

— ¡¡La atropellaste!!


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—  Fue un accidente.

— ¡¡Tres veces!!!

— Estaba nervioso.


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— ¡¡Mientras te reías!!

— Me acordé de un chiste.

Autor: Soltero de nuevo.

Dos amigos conversan

Se encuentran dos amigos y le pregunta uno al otro:

— ¿Qué tal, Juan? ¿Cómo te va con tu suegra?

A lo que Pepe responde:

— Pues me trata como a un dios.

— ¡Eres el primero que oigo hablar tan bien de su suegra! ¿Cómo es eso de que te trata como a un dios?

— ¡Sabe que existo, pero no me puede ver!

Autor: La suegra, quién más.

Tratamiento caro

Desde que era pequeño siempre tenía miedo de irme a acostar porque creía que había alguien debajo de mi cama.

Cansado de esto, un día fui a ver a un psiquiatra y le expliqué:

— Tengo problemas. Cada vez que voy a acostarme creo que hay alguien debajo de mi cama. Tengo miedo. ¿Me estaré volviendo loco?

— Déjame eso a mí y en 12 meses te curo —me dijo el psiquiatra—. Ven a verme tres veces a la semana y te curaré todos esos miedos.

—  ¿Y cuánto me cobra doctor? —pregunté.

— Barato. Mil pesos la visita —contestó el doctor.

— Bueno, un poco caro, pero si me cura, vale la pena —dije.

Seis meses después, me encontré con el doctor en el cine.

— ¡E! Usted dejó de venir a mi consulta después de la tercera vez. ¿Por qué no regresó? —me preguntó.

— Bueno, doctor, mil pesotes por consulta tres veces a la semana por 12 meses es bastante dinero. Encontré un mesero en un bar que me curó en una sola sesión por 200 pesos. Estaba tan contento con el dinero que ahorré, que compré un carro.

—  No me diga —dijo el psiquiatra algo molesto—. ¿Y se puede saber cómo un mesero que sólo sabe de servir copas, lo curo por 200 pesos?

— Me dijo que cortara las patas de la cama. Ahora ya no puede haber nadie ahí abajo.

Autor: Un psicólogo… tantito peor.

Queja

Viene el director de la cárcel y dice:

— ¿Quién tiene quejas?

Y todos se quedan callados, nadie dice nada; pero hay una persona que levanta la mano y dice:

— Yo sí tengo una queja.

— ¿Cuál es la queja?

— La queja es que es poco segura la instalación, pues no hay salida de emergencia.

Autor: Un custodio.

El motivo

— Cariño, ¿por qué te casaste conmigo?

— Ay Pepe, porque me haces reír.

— Mira nada más… Yo creía que era por lo bien que te hago ya sabes qué cosa…

— ¡Ja ja ja jaaa jaa! ¡Ves Pepe, ya me has vuelto a hacer reír!

Autor: Una risueña.

Fantasmagórico

Había un hombre parado en una esquina, en una noche fría y casi sin luna, en una carretera solitaria, y estaba cayendo una tremenda tormenta; pero nadie se paraba a darle un aventón, cuando de repente se gira y ve que a lo lejos viene un coche… se acerca y se detiene.

El hombre, con el agua que caía, sin dudarlo ni por un solo instante, se sube al coche y cierra la puerta, cuando de repente se gira y se da cuenta que nadie va conduciendo.

Se asusta y voltea a ver la carretera. Más adelante, había una curva y el señor empieza a rezar.

Y de pronto, llega la curva, se abre la puerta del conductor, entra una mano y mueve el volante en la curva, y el coche sigue su camino.

Al rato otra curva… y lo mismo sucede… Una mano que aparece y mueve el volante y evita el accidente… y así repetidas veces, hasta que el hombre, aterrado, no aguanta y se baja del coche y se va corriendo hasta el pueblo más cercano. Entra en el bar y a todos les empieza a contar lo que le sucedió.

Como a la media hora llegan dos tipos todos mojados y le dice uno al otro:

— Mira Pepe, allí está el hijo de la Chilindrina que se subió al carro cuando lo veníamos empujando.

Autor: Un paranormal.

Conversación imposible

Francisco viaja en tren, sentado frente a una anciana. Va masticando un chicle, abriendo y cerrando la boca todo el tiempo. Después de un largo rato, la señora le dice:

— No te molestes en hablarme, querido, soy sorda.

Autor: Un chofer entrometido.

El primer encuentro

Un hombre y una mujer acababan de conocerse en una reunión y estaban charlando. El tema eran sus matrimonios anteriores.

— Yo perdí a mi marido en el mar —dijo la señora.

— Lo siento mucho —replicó el caballero—. ¿Se lo llevaría una corriente mientras nadaba?

— ¡No, qué va! Íbamos en un crucero y se lo llevó una rubia despampanante.

Autor: Una morenaza.

Autor(a)

Gabriela Olivares
Gabriela Olivares
Gabriela Olivares Torres Gabriela Olivares Torres GabrielaOlivares 10 gabriela@zeta.com
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