Sabemos literal e históricamente que la violencia y la guerra en todas las instancias han sido conllevadas de estupefacientes y enervantes, que los ejércitos desde la antigua Babilonia, los faraones egipcios, los imperios de India, China o Roma, hasta las hoy modernas tropas de guerra han sido lanzadas a morir o matar, enervadas a diversos grados. Los españoles llegaron usando alcohol; en cambio, los aztecas usaron narcóticos. Para la revolución ya era el cannabis. Y hoy, que hay de facto una guerra entre cárteles, hay otras sustancias, como lo reportan los conocedores y el ZETA.
Que es problema mundial (y falso acusar que sólo sucede en países latinoamericanos), eso en nada justifica que algunos militares mexicanos igual se involucren en el narcotráfico. Porque -junto con políticos infames, ambiciosos desmedidos- no se les quita la deshonra a esos que traicionan sus uniformes, dañando a todo el país.
Cuando Felipe Calderón absurdamente -sin primero haber instituido una fuerza de inteligencia civil con policías detectivescos, tipo Sûrete, Scotland Yard o FBI- inició la guerra contra el narcotráfico, basándose en los ya infiltrados en la marina y el ejército, obvió que fracasó. Y hoy día, que Andrés Manuel López Obrador ha acogotado una inútil guardia pretoriana, pero militarizada (y en consecuencia, infiltrada), los resultados son de sobra inútiles, y aún peor, peligrosos.
Casi nadie difiere que las fuerzas armadas defensoras de la patria son una honra, e igual que por algunas manzanas podridas no se van a condenar a todas; aunque en los países latinoamericanos, incluyendo México, por hechos históricos, bien se sabe que los políticos en demasiadas instancias han abusado de los elementos militares para oprimir y reprimir a los habitantes. En nuestro México, los que vivimos la época de 1968 o 1971 y recordamos la “guerra sucia” de los 1970s y los bombardeos a poblados indígenas en 1994 no olvidamos que las hundieron a un desprestigio y descrédito abismal, y las encuestas que dizque tienen elevada confiabilidad son de plano risibles. El recién repugnantes incidente de las fuerzas armadas, ejecutando a cinco personas jóvenes en Nuevo Ladero, lo confirma.
En Suecia, Suiza, Francia, Inglaterra, EUA o demás países democráticos modernos, desde el siglo pasado los elementos militares al salir de los cuarteles están sujetos al fuero civil, aun en instancias de disturbio (obvio no siendo en casos de guerra contra invasores externos), pero acá en México, a la fecha siguen siendo impunes a la ley. Y no reforzar a los policías municipales y estatales, que conocen sus ciudades, colonias, barrios y tienen raíces y empatía con sus conciudadanos, ni crear fuerzas civiles de detectives profesionales con ciencia y metodología, sino guardias pretorianos, sin inteligencia táctica, arrastrados de un lugar a otro, sólo para treparlos en camiones, a dar vueltas inútiles que en nada echan raíz con las localidades ni los habitantes. Sólo hace condiciones empeoradas.
Peor. Porque a) psicológicamente condiciona a las personas ignorantes a seguir con la mentalidad retrógrada salvaje, que la fuerza bruta militar es permanente; en vez de b) avanzar a concientizar que sea la fuerza civil (entiéndase, lo civilizado) la que se inculque, con base en la ley, un sentido de civismo y legalidad; para c) modernizar a los habitantes del país a ya no creer o tolerar que todos los actos deben ser por la fuerza bruta, sino por ética. Por eso d) el Sr. López y los políticos de plano fracasan y no devuelven ni paz ni orden al país, con una guardia incapaz.
Costo que México purgará por habitantes indolentes o algún corrupto político, burócrata o militar (como el primer encargado de combate al crimen, el general Gutiérrez Rebollo, que resultó un lacayo de narcos; o Cienfuegos, recién detenido por los EUA, que causó vergüenza); no por degradarlos, sino defendiendo su verdadero papel. En la revolución, a partir de 1910 varios comandantes y oficiales usando subalterno incondicionales (en parte regresando a las acostumbradas artimañas de inducir o arrastrar a la soldadesca a los combates) se dieron a repartir alcoholes o drogas; peor, unos lo convirtieron en trafique, como los ya mencionados Rodolfo Sánchez Taboada y Lázaro Cárdenas.
No han dejado de estar infiltrados y coludidos con los perversos políticos y en la guardia anticuada, por eso mejor una primermundista policía civil y de detectives, tipo Sûrete, Scotland Yard o FBI. Gracias, amable lector.
Atentamente,
Atentamente,
José Luis Haupt Gómez.
Tijuana, B.C.