“Cualquier feminismo que privilegie a quienes ya tienen privilegios, será irrelevante para las mujeres pobres…”
-Angela Davis.
Angela Yvonne Davis nació en 1944, en Birmingham, Alabama, EE.UU. Hija de una profesora de primaria y un mecánico, desde su infancia observó el asedio por el Ku Klux Klan. A los 14 años tuvo la posibilidad de asistir a una escuela progresista, cuyo ambiente la introdujo al estudio del socialismo, inscribiéndose en 1961 en la Universidad Brandeis, donde obtuvo la distinción Magna Cum Laude. En 1965 estudió filosofía en la Universidad J.W. Goethe, donde aprendió el pensamiento marxista. Fue integrante de los Panteras Negras y del Partido Comunista de los Estados Unidos en los años 60; posteriormente, fue perseguida por el FBI en los años 70 debido a su militancia política. Así, pasó 18 meses en prisión después de que su nombre fuera incluido en la lista de los diez más buscados del FBI en Estados Unidos. En 2006 fue galardonada con el premio Thomas Merton por su lucha por la justicia. En 2014 recibió el doctorado honoris causa de la Universidad de Nanterre, Francia. En 2021, le fue otorgado el doctorado honoris causa por la Universitat Pompeu Fabra, España.
Su activismo se centró en contra del racismo, el colonialismo, imperialismo, la transfobia, homofobia, apartheid y el capitalismo. Fue de las activistas más influyentes en temas de justicia racial y violencia estatal contra la población afroamericana.
Davis es una de las principales exponentes y pionera del “feminismo negro”, movimiento político y social que busca abordar las desigualdades raciales y de género; éste pone en el centro el legado de la esclavitud para comprender las múltiples opresiones de las mujeres afroamericanas y que sus reivindicaciones no son exclusivamente sobre los derechos políticos. En sí, el feminismo negro fue desarrollado, entre otras, para corregir inexactitudes históricas y oponerse a los estereotipos negativos de las mujeres afroamericanas.
En su libro Mujeres, Raza y Clase (1981) debate cómo las mujeres afroamericanas han sido marginadas tanto por el racismo como por el sexismo, y cómo estas formas de opresión se entrelazan para crear una situación de desventaja para las mujeres afroamericanas.
Davis ha desarrollado una línea de investigación del feminismo interseccional que tiene en cuenta las diferentes maneras en que se combinan las formas de opresión, desigualdad y desventaja como el racismo, el sexismo, la homofobia, la transfobia y la opresión económica; útil para evidenciar que existen múltiples opresiones ejercidas contra mujeres por lo que las luchas también deben ser interseccionales.
Evocar esta corriente del feminismo resulta conveniente para abordar los conceptos modernos como el “enfoque diferencial y especializado” que busca, especialmente de las autoridades, que se considere el contexto particular, caso por caso, a fin poder garantizar la igualdad, al hacerse cargo de estas discriminaciones cruzadas que marca la interseccionalidad. El llamado feminismo negro provoca la reflexión de cómo los diferentes grupos de atención prioritarias se ven desproporcionalmente afectados en contextos cotidianos, especialmente las mujeres afrodescendientes en la realidad que descubre la feminista Angela Davis.
Melba Adriana Olvera Rodríguez fue presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos en Baja California.
Correo: melbaadriana@hotmail.com