La llegada de la variante Ómicron a México ha sido tan silenciosa como opaca. Sabemos por la autoridad de salud federal, a través de un tuit del subsecretario de Salud, Hugo López Gatell-Ramírez, que el 3 de diciembre se detectó el primer caso de contagio con esta variante del virus SARS-CoV-2, y fue, concediéndole credibilidad a las palabras del funcionario, una persona sudafricana, proveniente de Sudáfrica, el caso número uno de la variante… sudafricana.
Eso sucedió hace 19 días, y a la fecha sólo se han confirmado 25 contagios de la variante que está regresando al confinamiento a un importante número de países, y que tiene en la alerta roja a la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero en México, no hay preocupación ni alarma.
Mientras en Estados Unidos, que comparte frontera con seis estados de la República Mexicana y una amplia actividad binación, académica, comercial, turística, industrial y de servicios, la OMS ha informado que en la actualidad el 73 por ciento de los contagios en aquel país son por la variante Ómicron, en México no hay estadística alguna.
Tampoco una estrategia conocida y transmitida a la población, para contener -o por lo menos intentarlo- la propagación de esta nueva variante.
Aunque las autoridades de salud aún no cuentan con información suficiente para determinar el nivel de propagación, contagio, enfermedad y hospitalización al que se llega una vez contagiado por Ómicron, sí han informado que se propaga mucho más rápido que la Delta, la variante que trajo la cuarta ola de contagios en el mundo.
En Estados Unidos, esta semana el gobierno de Joe Biden inició un plan de toma de pruebas para la detección de COVID-19 en las ciudades con la más alta tasa de contagios, e incluso están proveyendo de pruebas caseras a los ciudadanos, para promover los tratamientos tempranos y mitigar las hospitalizaciones, aunado a una intensa campaña de vacunación de refuerzo.
En Inglaterra, Dinamarca y otros países de Europa, han regresado al confinamiento y cancelado los festejos masivos de Fin de Año.
En México, no hace mucho tiempo, para celebrar los tres años de su toma de posesión, el Presidente Andrés Manuel López Obrador convocó a un festejo masivo en el Zócalo de la Ciudad de México, donde presumieron, políticamente, haber reunido a unos 150 mil amloístas. Dos días después, se presentó el primer caso de contagio por Ómicron en el país, pero como ya se sabe, aclararon que era una persona de alta capacidad económica, internada por voluntad propia en un hospital privado para mantenerse en aislamiento, y proveniente de Sudáfrica.
No hay, a la fecha, ninguna campaña de prevención para el contagio de la variante Ómicron, tampoco se ha solicitado a la población tomar medidas más allá de las que se siguen en la actualidad, como el uso de cubre bocas o la sanitización de manos de manera constante. No se han prohibido los actos masivos, ni se hace un llamado, como sí lo hizo en el ámbito internacional la OMS, para cancelar festejos masivos de Navidad y Año Nuevo.
Lo que se ha escuchado de AMLO, es que “no hay motivos para la preocupación”.
Como si México fuera inmune a la variante Ómicron, el titular del Poder Ejecutivo federal señaló públicamente: “No hay motivos de riesgo, según los reportes que me han entregado los especialistas. Llevamos a cabo un seguimiento, no hay elementos para preocuparnos”.
Al tiempo, la secretaria de Salud de Ciudad de México, una de las entidades con más contagios y menos limitantes en la movilidad social, pidió a la población “no entrar en pánico”. Al igual que el mandatario nacional, consideró que la Ómicron no era más dañina ni tenía más peligrosidad que las variantes detectadas con anterioridad.
De hecho, López Obrador fue más allá, al solicitar que no debía haber preocupación “ni mucho menos sensacionalismo de los medios para atemorizar”.
A diferencia, el director general de la OMS, el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, compartió en un mensaje de fin de año, que “existe evidencia consistente de que Ómicron, la más reciente variante del virus SARS-CoV-2, se está esparciendo con una velocidad significativamente mayor que la variante Delta.
“Ahora hay pruebas consistentes de que Ómicron se está propagando significativamente más rápido que la variante Delta. Y es más probable que las personas que han sido vacunadas o se han recuperado de COVID-19, puedan infectarse o reinfectarse”.
Hizo notar, además, que incrementar las actividades sociales “durante las fiestas decembrinas, ocasionará en muchos países un alza en los casos y fallecimientos a causa de la COVID-19, así como la saturación de los sistemas sanitarios”.
Por tanto, solicitó que para contribuir al regreso a la normalidad, ciudadanos y gobiernos deberían tomar decisiones difíciles, que “en algunos casos, eso significará la cancelación o el retraso de los eventos, pero un evento cancelado es mejor que una vida cancelada. Es mejor cancelar ahora y celebrar después, que celebrar ahora y lamentar después”.
Pero en México el gobierno no ha tomado ninguna decisión en ese sentido. De hecho, el martes 21 de diciembre, la jefa de Gobierno de CDMX, Claudia Sheinbaum, aseguró que no se cancelarán ni se restringirán las fiestas públicas, como la verbena navideña en el Zócalo capitalino.
“No habrá suspensión de actividades, y, como siempre, vamos a ser muy responsables”, dijo en conferencia de prensa. “Ni las hospitalizaciones, ni las defunciones, no hay ningún indicador que nos alerte”, reiteró Sheinbaum.
Mientras tanto, López Gatell fue más allá y sorprendentemente declaró que la prensa sacó de contexto la advertencia del titular de la OMS que, según el médico mexicano, sólo iba dirigida al Viejo Continente: “Europa en este momento está en un proceso intenso de trasmisión independiente de Ómicron, todavía predomina la variante Delta. Este proceso de transmisión ha llevado a algunos gobiernos de la Unión Europea a tomar nuevas medidas de confinamiento.
“El señalamiento que hizo ayer el director de la OMS está contextualizado en esa circunstancia, una región muy amplia del mundo (Europa), donde habitan una gran cantidad de personas, y que en este momento necesitan entrar en confinamiento para que los sistemas de salud de esa región no colapsen. En ese contexto es que se está recomendando reducir la movilidad y el encuentro de personas. A eso se refirió con el tema de las distintas fiestas que ocurren en el Hemisferio Norte”, afirmó textualmente el funcionario.
Así que, en México, a pesar de una aplicación de la vacuna de refuerzo a cuentagotas, y sin realizar pruebas para la detección del contagio, con AMLO la fiesta sigue… como si en el país hubiera inmunidad a Ómicron.