De Trez en Trez
Uno.- Lo siguiente es un resumen de una plática con un viejo amigo-Maestro, que tuve durante uno de estos días tan largos que nos ha “regalado” la pandemia:
Dicen los que saben que existen diferencias entre tener el poder y gobernar.
Según los estudiosos del tema, gobernar es una tarea harto compleja; consiste -entre otras cosas- en usar el poder para poner orden en todo lo posible, pensando siempre en el bien de los demás, porque el bienestar de los gobernados debe ser la prioridad.
Quien solo aspira al poder por el poder mismo, no gobierna para los demás, ni piensa en ellos, ni busca el bien de los ciudadanos; solo usa el poder para sí mismo y para sus leales. Pretende satisfacer sus intereses y busca a toda costa seguir en el poder; no lo comparte, lo acapara, y cuando lo considera necesario, hace sentir a los demás -por los medios que sea-“quién es el que manda”.
Así tenemos -cito de nuevo a los estudiosos- que una de las diferencias importantes entre gobernar y tener poder, es el fin que se persigue.
Quien gobierna, dirige, administra y controla a una colectividad que lo ha elegido. El que simplemente detenta el poder, busca conservarlo tanto tiempo como le sea posible, nutre su ego, piensa solo en ganar a sus contrarios; todos sus movimientos y acciones políticas van encaminados a reducir a sus adversarios, a no perder espacios ni posiciones.
Y para tal efecto miente con regularidad, interpreta a su conveniencia los sucesos, tergiversa también los hechos del presente y los del pasado, busca controlar y someter a otras ramas del poder público.
Doz.- Con frecuencia se dice también que quien tiene el poder es una “autoridad”, y siempre existe el riesgo de caer en el autoritarismo, es decir, el sometimiento absoluto a ese poder mal entendido; se trata sin duda, de un caso de abuso de autoridad por parte de un individuo o de un grupo.
En el autoritarismo se trata de anular todo aquello que se interponga en los planes del autócrata, por ello no ve con buenos ojos a las personas, organizaciones o instituciones democráticas; con frecuencia arremete en su contra y al hacerlo, vulnera las libertades de los ciudadanos y desde luego, pone en riesgo el desarrollo general de la sociedad.
Trez.- Entre fumadas a su puro y yo disfrutando de un poco -o un mucho- de vino, transcurrió esa conversación con mi Maestro-amigo. Luego de muchos ¡salud! nos despedimos y me quedé pensando en cuánta falta hace en México una clase política que se dedique a gobernar y no solamente a buscar el poder para beneficiarse a sí mismo.
Una que cumpla con “guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo (…) que el pueblo me ha conferido (…) y si así no lo hiciere, que la Nación me lo demande”.
Pero, ¡ah!, cuán difícil ha resultado a lo largo de la historia encontrar ese “garbanzo de a libra”.
P.D.- Hoy no hay. Anda celebrando la “independencia”, grite y grite…
Óscar Hernández Espinoza es egresado de la Facultad de Derecho por la UABC y es profesor de Cultura de la Legalidad y de Formación Cívica y Ética en Tijuana.
Correo: profeohe@hotmail.com