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viernes, febrero 23, 2024
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El arte del cine en el Óscar

“Los cineastas pueden voltear sus cámaras para captar las cualidades humanas compartidas y romper los estereotipos”, dijo desde Irán el director Asghar Farhadi al ganar por “El cliente”. Sus palabras describen un año de excelentes películas comprometidas con historias que exponen realidades y en rescatar personajes valiosos de su posible olvido

El cine es un arte y eso es lo que claramente se observó en la entrega número 89 de los Premios Óscar, el domingo 26 de febrero.


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Más allá del confuso final, de las críticas a la política del gobierno de Donald Trump, de la anticipadamente ácida conducción de Larry Kimmel, del glamour y el oropel esperado, lo que importa son las películas, la calidad, las historias, los personajes, la aportación artística al universo del filme.

Por eso vale la pena celebrar el reconocimiento a “Moonlight”, la cinta independiente -y por lo tanto con muy poca distribución- que Barry Jenkins llevó a buen término con un presupuesto de un millón de dólares, 25 días de rodaje y tres actores que nunca se conocieron, interpretando al protagonista, “Chiron”, un chico tímido de Liberty City, Florida, marginal dentro de lo marginal, un dealer  homosexual y que en su niñez enfrenta la soledad, la pobreza y el abandono de una madre adicta, solo con la protección de otro vendedor de drogas y su novia.

En la categoría de Mejor Película el nivel era extraordinario, desde “Manchester by the Sea” con Amazon en la producción, la joya que es “Lion”, el festivo musical de Damien Chazelle “La La Land”, la importantísima historia de tres matemáticas afroamericanas de la NASA en “Hidden Figures”, las medidas desesperadas de una familia contada como un sólido western en “Hell or High Water”, entre las principales opciones.


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Mahershala Alí, Mejor Actor de Reparto

Y en ninguno de los casos vimos el blockbuster opacar al buen cine, que como bien diría Viola Davis al recibir su distinción por su papel de reparto en “Fences”, se preocupa por desenterrar a los muertos y devolverles la vida contando sus historias.

Otro gran ejemplo es “The Salesman”, el largometraje de Asghar Farhadi traducido en México como “El Cliente”. Después de haber ganado el Óscar por la cinta que estrenó en 2011 bajo el título de “A Separation”, este director iraní nos sorprendió el año pasado con una joya cinematográfica sobre la justicia y la venganza, y sus devastadores efectos en dos familias.

Qué decir de “Los Cascos Blancos de Siria”, producción que dio su primera estatuilla dorada a Netflix como cortometraje documental, pese a que el director Khaled Khatib, con visa en mano para asistir a la ceremonia en Hollywood, permaneció en su terruño cuando el gobierno sirio le canceló su pasaporte.

Situaciones propias de una época que transita entre la intolerancia y el estallido social por las razones más diversas. Es en este contexto donde se afianza el concepto del cine como un recurso narrativo que con esmero tiene el potencial para alterar esos modos de ver el mundo, trastocar conciencias, exponer realidades a un público masivo y alterar su percepción para siempre.

“El Cliente”, Mejor Cinta Extranjera

Arte, finalmente, como lo hicieron los maestros del realismo francés, de Jean Renoir, René Clair a René Clement durante la preguerra, y luego, en la posguerra Federico Fellini, Luchino Visconti, Roberto Rosellini y Vittorio De Sica, los forjadores del llamado neorrealismo italiano que le dejó el camino trazado a tantos genios de la cámara como Stanley Kubrick, John Schleshsinger, Orson Welles, Martin Scorsese, hasta los hermanos Cohen.

Por eso resuenan las palabras que Farhadi envió para agradecer a la Academia de Artes y Ciencias de Hollywood el honor, mismas que fueron leídas por la ingeniero/astronauta Anousheh Ansari el domingo pasado: “Lamento no poder estar con ustedes esta noche, pero mi ausencia es por respeto a la gente de mi país y a aquellos de esas otras seis naciones a las que les han faltado el respeto por una ley inhumana que prohíbe la entrada a inmigrantes a los Estados Unidos, dividiendo el mundo entre las categorías ‘nosotros’ y ‘nuestros enemigos’ se crea el miedo, una justificación engañosa para la agresión y la guerra.

“Estas guerras impiden la democracia y los derechos humanos en los países que han sido víctimas de la agresión. Los cineastas pueden voltear sus cámaras para captar las cualidades humanas compartidas y romper los estereotipos de varias nacionalidades y religiones. Ellos crean empatía entre nosotros y los otros. Una empatía que necesitamos ahora más que nunca”.

Mientras sea así, lo cierto es que el cine seguirá demostrando por qué es el séptimo arte.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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