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viernes, febrero 16, 2024
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Tonatzin Guadalupe

Pensamiento náhuatl y mensaje cristiano en el “Nican mopohua”

 


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“Mucho quiero yo, mucho así lo deseo que aquí me levanten mi casita divina,

donde mostraré, haré patente, entregaré a la gente todo mi amor, mi mirada

compasiva, mi ayuda, mi protección. Porque en verdad yo soy vuestra madrecita


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compasiva , tuya y de todos los hombres que vivís juntos en esta tierra y

también de todas las demás gentes que me amen, me busquen, confíen en mí”.

Tonaztin Guadalupe a Juan Diego

 

La forma más sencilla de conocer a Cristo es el testimonio que de él dejaron escrito autores y testigos como san Pedro, Santiago, san Juan, san Mateo, Marcos, san Pablo, san Lucas.

Sobre Nuestra Señora de Guadalupe y san Juan Diego, sus diálogos han quedado plasmados en el Nican Mopohua, relato testimonial escrito y recogido desde 1550-56 por Juan Valeriano, sabio náhuatl-cristiano, que fue gobernador de Aztcapotzalco y de México-Tenochtitlan por más de veinte años.

Este alumno adelantado de los franciscanos en Tlaltelolco legó a las generaciones guadalupanas y a la historia universal este relato sencillo que bien pudiéramos llamar el Evangelio Guadalupano. El cual se encuentra textual y en video en redes sociales.

Gracias al doctor en historia, don Miguel León Portilla (1926), sabemos que el sabio mexicano del siglo XVII don Carlos de Siguenza y Góngora afirma haber tenido en sus manos un original del Nican Mopohua que Lorenzo Boturini copió personalmente.

A manera de papel roto y viejo, se encuentra un ejemplar del Nican Mopohua en la Bibilioteca Pública de Nueva York. Consultado por el Dr. León Portilla.

Humilde y sencillo, pero reconocido y laureado por su seriedad profesionalismo e integridad en el ámbito internacional, no es poca cosa que don Miguel León Portilla rinda su reconocimiento a Tonatzin Guadalupe, armonizando ambos nombres uno del náhuatl y otro del castellano para expresarse sobre Nuestra Señora de Guadalupe en una especie además providencial de concordia. Del viejo culto pagano dedicado a la diosa Tonatzin (nuestra señora), simple y llanamente la Madre de Dios; deseó como hasta hoy, ser venerada en el cerro del Tepeyac, teatro de las apariciones y diálogo entre el macehual (humilde) Juan Diego y la Madre de Cristo.

Ni aparicionista ni antiaparicionista, Miguel León Portilla, uno de los más grandes estudiosos de la cultura mexicana náhuatl, y en particular de la de Baja California. Está convencido y nos convence en su obra sobre Tonatzin Guadalupe con estas afirmaciones de su autorizada investigación:

1. En lo que toca a los orígenes del Nican Mopohua, hemos visto, en virtud del náhuatl en que fue escrito, que debe tenerse como obra de un profundo conocedor de esa lengua. (Filosofía Náhuatl, Poetas del Mundo Azteca, etc.)

2. El relato mismo muestra que su autor, cristiano sincero, estaba familiarizado con muchos aspectos del antiguo pensamiento náhuatl. Pudo asimismo poner en boca de Juan Diego palabras como éstas que aparecen en un huehuetlahtolli: “En verdad yo soy un infeliz jornalero, sólo soy como la cuerda de los cargadores, en verdad soy parihuela, sólo soy cola, soy ala, soy llevado a cuestas, soy una carga”.

3. Y también, por estar familiarizado con el antiguo pensamiento, presentó a la noble señora refiriéndose a su hijo con estas palabras: “En verdad soy yo, su madrecita de Él, Dios verdadero, Dador de la vida, Inventor de la gente, dueño del cerca y del junto, dueño de los cielos y de la superficie terrestre. Por su dominio del tecpilahtolli, lenguaje noble y pulido, puede afirmarse que compuso el Nican mopohua en cualquier tiempo desde 1550 o 1560.

4. En concordancia con esto se hallan –como vimos– los testimonios que, acerca del autor (Antonio Valeriano), expresaron Carlos de Siguenza y Góngora, Luis Becerra Tanco y Lorenzo Boturini. Estos sostuvieron que el bien conocido antiguo estudiante en el Colegio de Santa Cruz de Tlaltelolco y hombre con merecida fama de sabio, Antonio Valeriano, había sido precisamente el autor de dicho texto. Más aún, De Sigüenza y Góngora juró haber poseído el manuscrito original en náhuatl firmado por Valerinao. Becerra y Tanco, por su parte haberlo visto, y Boturini haberlo copiado.

5. Sobre los motivos que pudo tener Valeriano para escribir este relato, vimos por las informaciones promovidas en 1556 por el arzobispo Montufar, a raíz del sermón del franciscano Bustamante, que para entonces la ermita erigida a Tonatzin Guadalupe atraía ya a mucha gente, como antes había ocurrido allí con el templo dedicado a la Diosa Madre (Tonatzin).

6. El macehual, hombre del pueblo, que se describe a sí mismo como cuerda de los cargadores, parihuela, cola y ala, comprueba que existe una Madre del que está cerca y junto. El dador de la vida ve las cosas como quien despierta de un sueño; entrevé cuál es el destino de los seres humanos, ha llegado a la Tierra florida, la de Nuestro sustento, ha hecho suyos los cantos, las flores. Sabe ya, sobre todo, que la noble señora celeste es su Madrecita compasiva, es Tonatzin Guadalupe.

 

Germán Orozco Mora reside en Mexicali.

Correo: saeta87@gmail.com

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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