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jueves, febrero 15, 2024
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Dolor y alegría

“Si no sabes del dolor, no sabrás de la alegría”.- José María Napoleón

 


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Viktor E. Frankl, judío austriaco, médico psiquiatra, en su experiencia dolorosa en el infierno de Auschwitz, refuta a Freud de su error al afirmar que la neurosis de nuestro tiempo es la religión, en el sentido marxista del opio del pueblo.

Frankl expresa que la neurosis de nuestro tiempo es la religión mal llevada. Este concepto significa la religación o relación del ser humano con una divinidad. Este médico destaca la llamada logoterapia o terapia centrada en el sentido de la vida del enfermo mental o psiquiátrico que puede padecer de un súper sentido de la vida; en la vida humana inspirada, motivada o centrada en Cristo, María, Buda, Mahoma, Moisés, Abraham; es decir, en el cristianismo, judaísmo o budismo o Islam.

La capacidad humana para sufrir depende de su religión, con qué dios esté relacionado: con el dios del vino, Baco; el dios de la guerra, Huitzilopochtli; el dios Jesucristo; el dios Mahoma; dios de Israel. En el caso de estos tres grandes monoteísmos, no habría neurosis, si la religión se viviera sanamente, como la vive especialmente la gente sencilla del campo o la ciudad. Dios es Dios y uno es una criatura finita, limitada, débil, enferma, necesitado de un ser absoluto, no de seres relativos materiales o espirituales.


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Es un poco extraño que se afirme en alguna propaganda religiosa: “Pare de sufrir”. Don Antonio Caso, el maestro filósofo de la UNAM escribe en su obra: “La existencia como economía, como desinterés y como caridad”; que Jesucristo no vino a librarnos de sufrir, sino de sufrir inútilmente.

El refranero mexicano, bien dice que el que por su gusto es buey, hasta la coyunda lambe.  Lo que significa descubrir nuestros errores para no repetirlos o luchar valientemente por superar con sacrificio sano, nuestras debilidades y vicios.

Está equivocado quien piensa que la religión no es sufrir o que la religión no es alegría. San Ignacio de Loyola, maestro de espiritualidad cristiana, como muchos otros santos, hace ver que el alma humana experimenta tristezas y alegrías. Cuando uno está alegre, no debe olvidarse de que tendrá tristezas; y que cuando esté triste, no se deprima al grado de que deje de lado que tendrá alegrías. Podría decirse que la felicidad no es puro placer, sino una aceptación armónica entre dolor y alegría. Ni puro trabajo, ni puro descanso, y viceversa.

Un hombre atribulado y con insomnio escuchaba una voz cavernosa que le decía al oído: uno más dos, dos más uno; uno más dos, dos más uno. Asustado fue con el médico a preguntarle qué significaba aquella voz en su conciencia, pues es tres (stress) uno más dos es tress. Le consoló el médico.

No es lo mismo vivir el cristianismo o nuestra religión libre y espontáneamente con responsabilidad, y no estar rezando a la fuerza porque nos urge alguna curación, algún beneficio de la deidad. El Cristianismo no es una religión de milagros; el gran milagro es la vida diaria. En uno de sus sermones lamenta san Juan Crisóstomo, obispo del siglo IV en Constantinopla, que los católicos reduzcamos la religión a la inmediatez de los milagros. Despreocupados de vivir nuestra religión, no solo en el templo, sino en el estudio, en el deporte, en la familia, con los amigos, en el descanso, en el esparcimiento.

La neurosis de nuestro tiempo es la religión mal llevada o vivir una vida haciendo a un lado al Dios de Jesucristo, presente no solo en el Pan de la Palabra y de la Eucaristía, sino como expresaba la Madre Teresa de Calcuta, que ella veía a Jesús no solo en sus horas de adoración, sino en el rostro de los enfermos, los ancianos, migrantes, en los necesitados.

 

Germán Orozco Mora reside en Mexicali. Correo: saeta87@gmail.com

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Autor(a)

Redacción Zeta
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Redacción de www.zetatijuana.com
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