Es célebre la anécdota de un poderoso que, viendo a la Madre Teresa de Calcuta limpiar y besar las heridas de un enfermo pobre, el fulano le dijo a la religiosa: “Yo no haría eso ni por un millón de dólares”. “Tampoco yo ni por dos... Yo lo hago por amor a Cristo en la persona del necesitado”, le respondió.
El número de tomas clandestinas detectadas a lo largo de la actual administración representa un incremento de huachicol del 117% respecto al mismo lapso comprendido en el gobierno de Enrique Peña Nieto, cuando la paraestatal reportó 28 mil 835 tomas clandestinas, según el periódico El Universal.
La soberbia es, pues, todo lo opuesto a la “humildad”. Una bien llamada virtud que consiste “en el (re)conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento”. Algo que para los pseudopolíticos, resulta ajeno y que debería de ser una obligación, pues, al final, la naturaleza de la política radica en la colectividad.
Xóchitl Gálvez trae de ejemplo a Beatriz Paredes Rangel, ex senadora, ex dirigente del PRI. Usa la misma imagen, ropa de pueblo, chales coloridos, muecas, modos y discurso; se ampara en su vida pasada, sus luchas, su estudio y su pobreza de gelatinera.
Y así les sigue lloviendo a la gobernadora Marina del Pilar Ávila y a la alcaldesa de Tijuana, Montserrat Caballero, durante y después de la reciente tormenta que se registró en Baja California a inicios de esta semana.
El próximo 2 de junio de este año 2024, votemos o no votemos, los mexicanos seremos gobernados seis años (hasta 2030) por una mujer: Claudia o Xóchitl.
Lourdes Maldonado, después de haber sido empleada por alrededor de tres años en el consorcio radio-televisivo Primer Sistema de Noticias (PSN) propiedad del citado déspota, fue “despedida (mejor decir, fue corrida). Nueve años duró la demanda contra Bonilla por despido injustificado y además por el pago incompleto de su sueldo.
20 años de fructífera trayectoria periodística truncados por las “circunstancias actuales”. O sea, estos “tiempos estelares” de la sedicente 4T, o, simplemente, “transformación”.