Demi Moore conoce muy bien el tema de esta audaz película dirigida por Coralie Fargeat. Es la historia de Elisabeth Sparkle, una actriz y gurú del fitness que ve su carrera truncarse cuando cumple 50 años.
La solución llega a través de un tratamiento conocido como La Sustancia, que consiste en una inyección con la cual emerge una versión joven de la misma persona, mientras que la mujer, digamos madura, queda adormecida.
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Las instrucciones son precisas: hay que revertir el cambio cada siete días y siempre recordar que es la misma persona.
Así aparece Sue (Margaret Qualley), pero su surgimiento no es nada agradable, con mucha piel, sangre y cosas, vaya, grotescas, como si hubiera margen para el gore puro.
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La crítica es obvia: la superficialidad con la que la belleza física prevalece sobre todo lo demás en la industria del entretenimiento, y Moore y Qualley son la elección perfecta para representar este rol dual que se vuelve cada vez más intenso en la medida que Sue ya no quiere ser Elisabeth y se desata la lucha interna de una misma persona, como una metáfora nada ramplona que es el ejemplo de una sólida propuesta cinematográfica en donde Moore demuestra quien es como artista y Qualley se introduce como el talento emergente del que se esperan muchos logros. *** y media.
Punto final.- “Flow”: simplemente qué belleza de película.
