En una votación histórica, dada la cantidad de candidatos a elegir, como lo fueron Presidencia de la República, senadurías, diputaciones federales, locales y alcaldías (que a su vez implicaba ésta última elección de síndicos y regidores), una gran cantidad de mexicanos acudimos a las urnas el domingo 2 de junio.
Como es natural, hubo quienes de manera directa o indirecta lograron contar con los votos suficientes como para asegurar la anhelada posición que aspiraban.
El resto de los candidatos que no obtuvieron ese lugar, típicamente podría decirse que fueron derrotados, pero en política, el diccionario es diferente, por lo que más que hablar de derrota, para los participantes en la contienda -en lo individual y en lo colectivo- debe de hablarse de aprendizaje.
Quizá costoso en muchos aspectos, pero sin duda, la experiencia es aleccionadora y tomada en el mejor sentido, puede ser provechosa.
Una de las lecciones principales es que las elecciones no se ganan de la noche a la mañana, sino que los triunfos son resultado de múltiples factores que se inician con mucha anticipación al día de la elección, lo cual aplica principalmente a los candidatos, los cuales deben, a lo largo de los años, construir una imagen carismática y de capacidad, tan bien conformada como para que llegue el día en que cientos y miles de personas los consideren como la mejor opción, tanto durante la campaña como en la boleta electoral.
Para los partidos, especialmente los que circunstancialmente se encuentren en su momento en calidad de la llamada “oposición”, también hay importantes lecciones que aprender, mismas que deberán de emanar de procesos internos de análisis y reflexión, a fin de que lleguen a las mejores conclusiones. Pero una de las más importantes es que deberán afinar los procesos de selección de candidatos, para que, primero, los mejores prospectos decidan participar en sus dinámicas internas, y segundo, para proyectar en la ciudadanía el convencimiento de que precisamente cuentan con las condiciones que responderán a sus mejores expectativas.
Para la sociedad en general, tras vivir una campaña donde se privilegiaron más los ataques que las propuestas, generándose profundas divisiones y enfrentamientos, debe de haber un proceso de conciliación y concentración, enfocándose en las prioridades y en la nueva etapa que se vivirá en los próximos años, siendo deseable que se dé una maduración para que la siguiente contienda tenga -idóneamente- las condiciones para que los votantes dejen a un lado la apatía y acudan a las urnas a cumplir con ese derecho y obligación de civismo que se debe plasmar en las boletas electorales.
Lo importante para todos es que la reciente experiencia, independientemente de quienes hayan resultado ganadores, deje lecciones que sean bien aprendidas.
Todo es cuestión de lo que sigue después del 2 de junio.
Alberto Sandoval ha sido profesor, servidor público, consultor, conferencista, deportista y activista ciudadano.
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