“No quiere Cristo que nos irritemos ni siquiera en favor suyo”.
-San Juan Crisóstomo, Homilía XV, “Hechos de los Apóstoles” (siglo IV).
La teocracia griega fue sustituida por la democracia. No son los dioses, sino el pueblo, la gente, la que construirá la polis, la urbe, la ciudad.
Hay comunidades donde un candidato triunfa por uno o tres votos. 100 habitantes escogen su alcalde.
En nombre de la Independencia y la Reforma, a religiosos como los agustinos de Michoacán y Guanajuato, les expropiaron enormes haciendas que pasaron a manos no del pueblo, sino de hacendados a quienes la Revolución, y los agraristas les confiscaron con violencia.
No existía el cristianismo cuando Sócrates irrumpe en la historia helénica para demostrar que la teocracia era un gobierno mentiroso que manipulaba al pueblo con falsos dioses. Maldad e ignorancia, lo mismo se vivió en la América precolombina (antes de Colón). En casos como los Pames de Querétaro, fray Junípero Serra, el santo misionero franciscano, no utilizará la mentira o la violencia para evangelizarlos: con sus propias manos les enseñó a sembrar la tierra y trabajarla, y los pames de la Sierra Gorda descubrirán la dinámica vital del trabajo propio; ya no creerán vagamente en deidades, el padre Serra les mostrará a la Madre amorosa de Guadalupe.
Lo mismo hará Kino en la Península califórnica, Sonora y Arizona; otros en Texas, Chiapas, Puebla y todo el país.
El jesuita Enrique Maza, que fuera jefe de Información de la revista Proceso, expresaba en Mexicali en la Escuela de Humanidades (UABC), que lo único que los norteamericanos no le habían podido arrebatar o eliminar a los mexicanos era la Virgen de Guadalupe. En este proceso electoral, sólo la opositora Xóchitl Gálvez le echó en cara a Claudia Sheinbaum algo del tema, cuando precisamente el Presidente López Obrador registró el partido un 12 de diciembre de 2017. Tácitamente expresando “el que tenga oídos para oír, que oiga. Al buen entendedor pocas palabras”.
Hace algunos años los hermanos evangélicos expresaron su preocupación en la revista Christian Today, por la desconfianza de dar su voto, como comunidad creyente, a un candidato que en realidad se alejaba pragmáticamente de los mandamientos. Decidiéndose por el demócrata Barack Obama.
En México ya no vivimos en una teocracia, aunque los partidos se inventan sus dioses transexenales, se imaginan ilusamente que vivirán y harán cuanto desean, y a veces se parecen al Zopilote estreñido que planea, pero no obra.
Para los políticos, por razones prácticas, es indispensable que incorporen en sus proyectos un poco de teología de la historia. La Ciudad de Dios, es una de las obras maestras de San Agustín; en oposición se encuentra la ciudad del diablo o del mal. A lo mejor Francis Fukuyama a eso le llama La gran ruptura.
En cualquier partido se supone que el creyente debe ser un buen ciudadano. Le puede dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
Y también advertir que el César no es Dios; los gobernantes o los políticos, como todos nosotros, tienen fecha de caducidad. El universo y la vida seguirán en movimiento no hasta cuando nosotros queramos, sino hasta que Dios lo permita.
¿Qué tanto tiene la democracia universal del cristianismo? Buena cuestión. Tanto que en la Doctrina Social de la Iglesia, Papas como Juan Pablo II hablan de los pecados sociales, como el no votar, no participar en la construcción de la Democracia.
Germán Orozco Mora reside en Mexicali, B.C.