De Trez en Trez
A mis maestros y a mis compañeros…
Uno.- Peinado de raya a un lado, copete discreto, zapatos bien lustrados, desde entonces puntual, me presenté al primer día de clases en la escuela primaria José María Morelos y Pavón ubicada en la colonia Morelos, muy cerca del parque 18 de marzo y del entonces cuartel del V Batallón de Infantería, al mando del General Alfonso Ballesteros Pelayo.
No sentí miedo. Nada nervioso. Tampoco lloré ni me aferré a mi madre como muchos de mis nuevos compañeros lo hicieron; nada de eso, pues ya tenía “la gran experiencia” de haber asistido un año a “parvulitos” (mucho antes de que fuera obligatorio), de donde salí leyendo, sabiendo sumar y restar.
Así que acompañado de ese olor a mochila de cuero y útiles escolares nuevos entré a la escuela, que se me hacía enorme, con una multitud de alumnos que no había visto antes, aulas y dirección al centro; a los costados las “aulas limón” y los salones de 5to. y 6to. grado, los sanitarios; y la enorme cancha de basquetbol, que el conserje Benjamín se encargaba de mantener limpia, además de tocar el timbre.
En ese entonces, el profesor Eduardo Ortega Paniagua era el director de la escuela y también locutor de radio en la XEGM de Tijuana; a su jubilación fue el profesor Antonio Gutiérrez Luna quien se hizo cargo de la dirección, hasta que egresé.
Doz.- Así pues, Maestros como la inolvidable María Luisa León Tapia (1ro. y 2do.); Gertrudis Gavarain Green, la estimada “Tulita” (3ro.); enérgica, estricta y querida Elvira Pérez Solorio (4to. y 5to.); y Héctor Jaime Solares Reachi (6to.) con su taza de café, su traje verde y su carro azul; quienes hicieron de mi enseñanza primaria todo un deleite, aunque a veces yo era un poco inquieto y platicador en clase.
Siempre quise participar en los bailables de los festivales escolares, nunca fui seleccionado; en cambio me hicieron aprender largas y bonitas poesías que declamé con gusto bajo su guía: “El seminarista de los ojos negros”, “México creo en ti”, “Encuentro con la Patria”, entre otras, lo que motivó en mí el gusto por la lectura y la poesía.
Otros docentes muy estimados lo fueron, sin duda, Humberto Ramiro Vaca Ramírez, Ramón Aguilar, la Profe “Chonita” y la Profe Noemí. Ya en secundaria, la adolescencia me pegó fuerte y pasé a ser un poco más desastroso, a tal grado que en más de dos ocasiones estuve a punto de ser expulsado (pero eso sí, sin descuidar las calificaciones).
De lo anterior pueden dar fe profesores de la escuela Particular Incorporada Aquiles Serdán: Jorge Meza Reyes, Juan Peña Guzmán, Quirino Flores Orozco, Adelaido Orihuela, María de los Ángeles y Carmen (ambas de Taquimecanografía); Esperanza Falcón, José Hernández. De prepa y universidad debo mencionar a Gerardo y Rubén Dávila Infante, Horacio Risk Molinar, Carlos Izquierdo, Lupita Martínez, Luis Humberto López Gutiérrez, Víctor Manuel Vázquez, Carlos Altamirano, Agustín Cannet, Fernando Guadalajara y tantos otros.
Trez.- ¿Por qué los recuerdos? Porque es justo reconocer a quienes contribuyen a la formación de miles de niños y jóvenes, a quienes dejan algo más que solo conocimientos.
¡Quién lo diría! Con el tiempo y contra los pronósticos, por más de 32 años me dediqué también a la docencia en prepa y secundaria, los dos últimos como directivo; disfruté de la compañía y el trabajo de muchos docentes, aprendí bastante de ellos. Por eso va desde aquí mi reconocimiento y felicitación por su labor.
P.D.- Vale la pena dejar de lado la “grilla” y la sucia política diaria para dar paso a merecido reconocimiento para todos los docentes. Enhorabuena.
Óscar Hernández Espinoza es egresado de la Facultad de Derecho por la UABC y es profesor de Cultura de la Legalidad y de Formación Cívica y Ética en Tijuana.
Correo: profeohe@hotmail.com