“El mejor maestro es aquel, que, enseñando poco, despierta en el alumno una gran voluntad de aprender”.
-Arturo Graf.
El Dr. Mario Ortiz Villacorta Lacave nació en la ciudad de Monterrey, estado de Nuevo León, el día 3 de septiembre de 1946, según comenta mi querido hermano Mario. Su padre trabajaba como reportero en el periódico El Porvenir de Monterrey, y no obstante su reconocimiento que tenía como periodista en aquella ciudad, se trasladó a una hacienda en Etzatlán, Jalisco, donde trabajó como administrador, hasta que finalmente emigró a Tijuana en compañía de sus padres en el año 1952. Relata en su conversación que salió de la Ciudad de México en compañía de sus hermanos y su señora madre en tren, transbordando en Guadalajara, Jalisco, para luego dirigirse a Benjamín Hill, Sonora, para llegar a Mexicali y de ahí en camión a la ciudad de Tijuana. Viaje fabuloso y emocionante, que de manera coincidente a la del Dr. Ortiz Villacorta, me tocó realizar con mi familia en 1969 cuando llegamos a Tijuana.
Mario ha vivido pasajes maravillosos en su vida, que recuerda y relata de manera muy amena. Le tocó conocer el Casino de Agua Caliente, que se encontraba en un hermoso paraje situado en la Ribera Oeste del Río Tijuana; ahí se construyó el complejo turístico, impresionante para su época, que consistía en tres edificaciones con distintos estilos arquitectónicos formando el centro del complejo. Éste se construyó en 1918 en plena vigencia de la “Ley Seca”, vigente en aquel entonces en los Estados Unidos; aunque el General Lázaro Cárdenas, Presidente de México en 1935, expidió un decreto que prohibía los centros de juego de azar en el país y con ello se produce la clausura del Casino de Agua Caliente, ocasionando una grave crisis en Tijuana, ciudad que dependía enteramente del turismo y de los juegos de azar. Su población llegaba a 25 mil habitantes y surgieron diversos conflictos sociales y huelgas que fueron atendidos igualmente por el General Lázaro Cárdenas, decretando entonces la zona libre para impulsar la economía de la frontera y que fue detonador del desarrollo económico en Tijuana.
Estudió en la Escuela Federal número 7 popularmente conocida como “la Poli”. Quizá influenciado por su muy culto padre, pero su gran anhelo y vocación era sin duda estudiar para maestro. Intentó ingresar en el Instituto Federal de Capacitación del Magisterio (IFCM), que funcionaba en la Escuela Álvaro Obregón, pero le dijeron que sólo se admitían a maestros en servicio para que se capacitaran; tiempo después el Inspector Ramón Alcaraz Gutiérrez le dio un oficio para atender a un grupo en la Escuela Urbana Federal “Miguel F. Martínez” sin pago alguno, pero con la posibilidad de ser admitido posteriormente para estudiar en el IFCM. Su primer grupo estaba constituido por niños y niñas de siete y doce años de edad y fue la primera vez que tuvo la sensación y gran emoción de estar frente a un grupo escolar.
Finalmente se inscribió en el Instituto para cursar la carrera de profesor, en donde vivió momentos inolvidables y plenos de experiencias de todo tipo; al concluir el año lectivo, durante las vacaciones, se realizaban cursos intensivos de seis semanas, logrando ser profesor de educación primaria por el IFCM. Pero su gran espíritu de superación lo llevó a obtener la Licenciatura en Filosofía por la UABC y obtener igualmente la Licenciatura en Literatura por la Normal Superior de México. Desde 1963 está dedicado totalmente a la docencia. Ha impartido clases en el CUT, IBERO, UABC y UEEP, entre otras instituciones; coautor y autor de libros de crónicas y de historia regional por más de 40 años. Impartió clases en la Preparatoria Federal Lázaro Cárdenas y recibió la Medalla de Plata “Rafael Ramírez” por la SEP por 30 años y la medalla de Oro “Ignacio Manuel Altamirano” por 40 años como profesor.
Recientemente, el 24 de noviembre de 2022, fue designado Forjador del año por el Grupo Madrugadores. Mario es un gran luchador generador de ideas y ha dedicado parte de su vida a la docencia en beneficio de su comunidad. Hace apenas unos días hizo la presentación de su último libro Sesenta Años en la Docencia, en donde narra con gran emoción sus raíces, su amor a la vocación y su paso imperecedero por la docencia. Seguramente no será el último libro que escriba. Tiene todavía que seguir cumpliendo sus compromisos como educador y constructor de un mejor México. Felicidades, Mario.
Benigno Licea González es doctor en Derecho Penal y Derecho Constitucional; fue presidente del Colegio de Abogados “Emilio Rabasa” y actualmente preside el Colegio de Medicina Legal y Ciencias Forenses de B.C.
Correo: liceagb@yahoo.com.mx