A partir de enero del 2024, los autos particulares no podrán circular en el centro de la ciudad, con una visión de futuro; las autoridades municipales ya han experimentado en diversas áreas de la ciudad con ocasionales días sin auto. Han impuesto una serie de medidas para ir inhibiendo poco a poco la circulación de coches, como aumentar los precios de estacionamientos, prohibir la circulación de autos con motores diésel. Igualmente se discute el derecho que tienen los automovilistas de ocupar los espacios de calle para estacionarse en lugar de destinar esos carriles para bicicletas, motonetas e híbridos de bicis motorizadas.
La iniciativa coloca a las autoridades de la ciudad como un modelo mundial de desarrollo sostenible en la que se pone al ser humano y al medio ambiente en el centro de la planeación urbana, lo que viene siendo un paradigma de la movilidad con la reducción del uso del automóvil privado a favor de medios de transporte más sustentable, como el transporte público, metro, tren ligero, la bicicleta y el caminar. Los taxis serían los únicos automóviles que circularían constantemente, pero sin estacionarse; de esta manera, las calles tendrían más espacio. Esto no es un sueño, es una realidad… en París, que será sede de las próximas Olimpiadas.
La pesadilla comienza al despertar y ver en lo que está convertida nuestra querida Tijuana y lo que tendríamos que recorrer para cambiarla. Pero México no es Francia y Tijuana no es París. Son otras las circunstancias históricas, económicas, políticas, sociales y culturales, que determinaron lo que somos; por lo mismo, la planeación urbana se enfrenta con problemas muy distintos a los de una ciudad como París, que es capital de una economía desarrollada y rica. Por lo contrario, Tijuana ciudad de provincia a tres mil kilómetros de distancia de la Capital mexicana, fronteriza, que es “santuario y trampolín” de miles de migrantes de todo el mundo que llegan “sólo de paso”, y al no lograr su objetivo de cruzar, se establecen definitivamente.
Tijuana tiene uno de los Índices de Crecimiento Urbano (ICU) más altos del país y del mundo, pero no tiene el espacio ni los recursos para asimilar y atender adecuadamente este crecimiento poblacional. Es Tijuana “la buena”, siempre solidaria con los migrantes, pero es una región físicamente inadecuada para un desarrollo urbano acelerado; no tiene espacio urbano ni recursos hidráulicos suficientes. Con una orografía de cañadas, cañones, laderas, arroyos, es muy difícil dotar la de servicios. Al norte es frontera, al oeste tiene el mar, al este la ciudad de Tecate y al sur el municipio de Rosarito; ahora la ciudad crece verticalmente. Los asentamientos humanos crecen demasiado para poder dar a toda la gente empleo, como el drenaje, pavimentación, escuelas, hospitales, etc.
Es así que nacen la “Tijuana mala y la fea”. El desempleo llama a la delincuencia, a la drogadicción, a la violencia; la falta de servicios conduce a la insalubridad, a las enfermedades y a la fealdad de la ciudad, faltan áreas verdes (esto impide la purificación del aire). París tiene al Rio Sena, entre otros afluentes que le dan vida y fluidez a la ciudad; tiene vialidades amplias y áreas verdes suficientes que embellecen a la ciudad, pero no tiene a los 50 millones de autos que anualmente cruzan la frontera, creando un caos vial, ni congestionamientos, y no tiene un río de aguas negras al aire libre que contamina de malos olores e insectos. Por decir lo menos.
La pesadilla es real: Tijuana necesita una planeación urbana mayor, con recursos estatales y federales suficientes para poner los cimientos de su rehabilitación. Necesita un sistema de transporte colectivo masivo, económico y popular: tren ligero o metro, transporte eléctrico y magnas obras periféricas, con conexión radial al centro de la ciudad. Basta de presupuestos, proyectos y obras mediocres, menores, cosméticas, malas e insuficientes, que sólo sirven al sistema político electoral.
La Tijuana buena, la mala y la fea conviven en un mismo espacio. La buena siempre solidaria fraterna y hospitalaria en exceso, dando más de lo que humanamente se puede dar; la Tijuana mala, drogadicción, prostitución, tráfico de personas, de armas, la violenta, parece estar superando a las otras dos; y la fea… puede cambiar, porque tiene un corazón inmenso y bello. Solamente necesita deshacerse de la mediocridad, de la miopía de las autoridades que deben implementar un megaproyecto estratégico y a largo plazo, pero realmente contundente; requiere -es verdad- grandes inversiones estatales y federales, y por qué no, internacionales, ya que una ciudad bella y sana también es buena para los vecinos del norte. (Con apoyo de Fidel Fuentes López, Sociólogo, FCPyS, UNAM)
C. Héctor Ramón González Cuéllar es académico del Instituto Tecnológico de Tijuana.
Correo electrónico: profe.hector.itt@gmail.com