“Peón 4 Rey”, la más socorrida jugada con la que inician las blancas una partida de ajedrez, cuyo objetivo estratégico es dar mate al Rey negro, es un juego milenario, que algunos suelen llamar “juego ciencia” y en el que participan dos jugadores, con 16 piezas de valor diferente cada una. Se enfrentan caballerosamente, en un tablero de mesa de 8X8 cuadros, bajo reglas muy estrictas, aunque sí se puede engañar o hacer caer al contrario en una trampa. Todo en el juego es “transparente” y está a la vista de jueces, jugadores y espectadores.
En una partida de ajedrez no necesariamente gana el mejor; gana el que en ese momento juega mejor. Son varios los factores que determinan que uno gane y otro pierda: la concentración, la cabeza fría para hacer el mejor movimiento; no dejarse llevar por el impulso o la impaciencia; circunspección y templanza, seriedad y decoro. Cuando los dos jugadores poseen estas virtudes, por lo general se llega a empatar. Cuando omites ecuanimidad, pierdes.
Siendo la política el “arte de gobernar”, y el político alguien que tiene el poder o aspira a tenerlo, debe “jugar” o participar en los asuntos públicos, votando, integrando un partido político, o como funcionario público, ascendiendo en la escala del poder. Como en el ajedrez, en la política se juega; pero el tablero y las piezas son la ciudad, el país y la gente. También hay reglas, en este caso las leyes civiles, la moral y la ética.
Las trampas en el ajedrez tienen un carácter muy distinto que en la política; el engaño en el ajedrez es hacer una muy buena jugada que el adversario no advierte y se le empuja a caer en una trampa, haciéndole perder la partida; se dan la mano caballerosamente y esperan la revancha. En la política, el engaño es sinónimo de traición, mentira y perversidad, y puede llevar a la violencia individual o social. Pero esto queda en el ámbito de lo que es “politiquería”. La verdadera política no nada más es arte de gobernar, sino de “bien gobernar”.
El político verdadero es honesto y justo, transparente; comprende a los demás. Es íntegro y competente, carismático, buen comunicador, responsable y sirve al pueblo. Nadie es perfecto, pero cuando un líder cubre varias de estas cualidades, tiene un pueblo fiel y que perdona errores, le tiene fe y confianza. Un “político” corrupto, marrullero, mentiroso, simulador y chapulinesco, podrá imponerse y obtener poder, pero nunca tendrá respeto de la gente y se le considerará un farsante.
México, tras muchas décadas de politiqueros, ha experimentado varios años de un nuevo tipo de hacer política y de políticos, con ya saben quién; sin embargo, no ha sido suficiente el tiempo para la formación de una “nueva forma de hacer política” y no acaba por formar un “nuevo tipo de políticos”. Lo viejo no muere y lo nuevo no llega.
Así vemos que, en este ajedrez político, los partidos de derecha fabricaron a una candidata fabricada, que se ha disfrazado de dinosaurio, que ha vendido gelatinas cuando “era de pueblo” y que ahora es millonaria, y no se caracteriza precisamente por ser o tener alguno de los atributos necesarios para ser una buena política.
Por otro lado, en la izquierda, los vicios o mañas de derecha no acaban de perecer; la falta de caballerosidad, de honor, de transparencia y las acusaciones de corrupción, están lejos de una competencia amigable, honorable entre compañeros de partido, que supuestamente tienen los mismos objetivos políticos. Poco han aprendido de las enseñanzas del preciso. La desconfianza y la falta de diálogo entre las corcholatas, ha evitado la conciliación que les permitiera acordar a un candidato único sin necesidad de acudir al método de las encuestas, ya sean simples, ponderadas o meta analíticas; como gusten llamarlas.
Existe una jugada en el ajedrez que se llama “zugzwang” en la que uno de los jugadores está acorralado y se ve obligado a hacer un movimiento que empeora su posición, pero que no tiene otro movimiento seguro y forzosamente tiene que mover a una casilla peor. Creo que algo así le sucedió a uno de los candidatos “corcholata”; quedó peor que antes de hacer su movida desesperada. Por lo general después de esta jugada viene el mate al Rey, o el jugador opta por “abandonar” la partida.
Decía Fidel Velásquez: “el que se mueve no sale en la foto”. Alguien se movió y se autoborró de la foto. (Con apoyo de del sociólogo Fidel Fuentes López)
C. Héctor Ramón González Cuéllar es académico del Instituto Tecnológico de Tijuana. Correo electrónico: profe.hector.itt@gmail.com