“Muerte, muerte muerte, muerte por la noche, muerte por la mañana, muerte por la tarde… La muerte estaba presente en todo momento”.
-Superviviente ruso en Auschwitz
Un buen amigo empresario dice convencido, que en los días que vivimos “uno no sabe si va a volver con vida a casa”.
El teólogo alemán Bernhard Haring consideraba que el triunfo de Adolfo Hitler en la Alemania Nazi, se originó en la indiferencia de las familias, personas, ciudadanos, desinteresados por los asuntos públicos durante décadas, hasta que el oportunismo y la dejadez permitieron el ascenso del nacionalsocialismo en el país; y enseguida se trastorno en una ambición global: el III Reich se anexaría criminalmente cuanto país fue posible. El narcotráfico y los casinos fue una de las debilidades del presidente Miguel Alemán Velasco; lo que fue Cuba para algunos yanquis, fue Acapulco para la élite viciosa alemanista. Siempre en detrimento de la vida nacional. Una tesis doctoral de la UABC da cuenta de “Los casinos, el origen de la riqueza de Abelardo Rodríguez”.
Durante el siglo XX, algunos líderes mundiales tenían un cierto humanismo incluso generosidad llamada benevolencia o magnanimidad con los prisioneros de guerra o los mismos enemigos de sus naciones. Creo que fue el padre Léon Bloy quien decía que El Rostro del demonio en el siglo XX fueron Hitler y Stalin. No pudieron acabar con la raza judía porque Dios permitió que miles de ellos se salvaran gracias a “los justos entre las naciones”. Representados en personas como el Cardenal Hoffner de Alemania; la enfermera polaca Irena Sendler; Monseñor O’Flahertty, sacerdote irlandés que ayudó a esconder y salvar a hermanos hebreos en Roma; Oscar Schindler, un industrial que arriesgó su vida en las Fabricas de Cracovia; y muchos otros modelos de personas salvando judíos del despotismo hitleriano extendido en Europa.
Edith Stein siempre se consideró alemana, judía, y amó a la Iglesia Católica tanto como para entregar su vida como mártir siendo religiosa Carmelita; agradeciendo siempre su conversión a los escritos y testimonio de Santa Teresa de Jesús, religiosa española de Ávila, que a su vez se convirtió leyendo Las Confesiones de San Agustín; asimismo, con el Toma y legge, él encontraría a Jesucristo a través de las Cartas de san Pablo. Este último sería deslumbrado en Damasco en plena persecución cristiana: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?…Soy Yo Cristo a quien tú persigues en mi Iglesia.
Si tiene usted oportunidad, consiga Edith Stein, Mártir en Auschwitz, obra de Carlos Ros, sacerdote carmelita con más de 50 libros dedicados a la vida de personajes como Edith Stein. (www.montecarmelo.org, editorial@montecarmelo.com)
Enfermera durante la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial, durante algunos años su orgullo alemán se volcó en ayudar a sus compatriotas en los campos de batalla.
Es la primera doctora en filosofía por la Universidad de Friburgo, asesorada por Edmundo Husserl, padre de la fenomenología, de quien Stein fue su brazo derecho y organizadora de sus abundantes y extensos escritos redactados en miles de hojas en taquigrafía.
La vida de la doctora Stein coincidió en Gotinga, Alemania, donde el único lenguaje que se hablaba era de filosofía y más filosofía; ahí conocería a Roman Ingarden, profesor polaco de Juan Pablo II; Max Scheler, de quien Karol Wojtyla obtiene doctorado en filosofía. Con Husserl y su esposa Malvine, conoció al mismísimo Jacques Maritain, francés convertido al catolicismo junto con su esposa Raissa, judía rusa. Ambos encontrarán la verdad estudiando a Santo Tomás y asistiendo diariamente a misa y rezando.
Como le sigue sucediendo a muchos buenos pensadores e intelectuales, por un poco de poder y dinero y ambición, o todo junto. Martin Heidegger, desvergonzada y cínicamente, será uno de los intelectuales de Hitler, tanto como Richard Wagner en la música al hablarle, al oído al diabólico Adolfo Hitler y a los otros “adolfos”, Hess, Eichmen, y a los chairos nacionalsocialistas que llevarían a Alemania y los desgraciados países conquistados casi a su exterminio.
Admirable la vida de Edith Stein que coincide en las deportaciones de judíos de Holanda en 1942, con personajes conocidos como Ana Frank, quien, como las hermanas Stein, su vida terminará en los números 44074 (Edith), y 44075 su hermana Rosa.
Beatificada y canonizada por el gran Papa Juan Pablo II, como millones de judíos y cristianos, Edith Stein es reconocida como Santa Teresa Benedicta de la Cruz, religiosa carmelita, una hija de Israel y de la Iglesia Católica. Las hermanas Stein, enfermas de hambre y frío, morirían cremadas, tras meses de sufrimiento y persecución.
¿Qué falta para que nuestras comunidades y ciudades sean consideradas con propiedad una especie de campos de exterminio en donde las madres buscadoras no encuentran a sus hijos, y en donde las autoridades son parte del crimen organizado? ¿Y no será por eso que con plena impunidad también llegan a ser una mera estadística mortal, como en la Alemania Nazi, las personas deviniendo en un mero número o estadística?
Germán Orozco Mora reside en Mexicali.
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