En distintos puntos de la república mexicana, hay hombres y mujeres que buscan afanosamente a seres queridos que han desaparecido. Los impulsa su deseo de encontrar sus restos para “darles cristiana y digna sepultura”. Tienen la corazonada que no los encontrarán vivos.
Cuando el presidente norteamericano Jhon F. Kennedy (1961) solicitó a los estados de la Unión Americana, presentar al Congreso a dos personajes-fundadores por cada entidad, el Estado de California propuso al franciscano San Junípro Serra, catalán de Palma de Malloca, España.
Durante el siglo XX, algunos líderes mundiales tenían un cierto humanismo incluso generosidad llamada benevolencia o magnanimidad con los prisioneros de guerra o los mismos enemigos de sus naciones.
En los archivos de la Catedral de Tijuana, B.C., providencialmente encontramos una carta firmada por el entonces obispo Juan Jesús Posadas Ocampo, enviando condolencias de la comunidad bajacaliforniana a los fieles salvadoreños, con motivo del asesinato del Arzobispo Oscar Arnulfo Romero, fechada en 1980.