“En realidad, él no fue rey de ningún reino temporal, como lo declaró ante Pilatos. Mi reino no es de este mundo. El llevó vida sencilla y pobre, sin más compañía que doce, también pobres, hombres consigo”.
-San Juan Crisóstomo, Homilía 6 (San Mateo).
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Cuando los feligreses fueron a recibir al nuevo obispo de Sonora, que llegaría en tren por Nogales, el oaxaqueño padre Juan Navarrete y Guerrero, despistados, le buscaban en la terminal de camiones y luego la de ferrocarril, sin encontrarlo.
Por fin se lo ocurrió a uno de los buscadores ir a la estación de segunda clase; ahí abordó a un joven trajeado de lentes y con cámara en el hombro. “Disculpe, ¿no es usted sacerdote?”, preguntó. “Sí, hijo, soy Juan Navarrete tu nuevo obispo”, le respondió el más joven epíscopo del mundo (32 años de edad).
El feligrés cuestionó al joven obispo: “¡Oiga!, y por qué viajó usted en tren de segunda clase”. Y contestó el Sr. Navarrete: “¡Pues porque no encontré de tercera!”.
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Doctorado en teología dogmática por la Universidad Gregoriana de Roma, originario de Oaxaca, el primer Arzobispo de Sonora vivió y murió en la pobreza. Si un día tiene usted la dicha de estar en Hermosillo, Sonora, no deje de visitar por el boulevard Pedro Villegas, cerca al templo del Carmen, a casa museo en donde vivió y murió el entonces obispo más joven del mundo (1920), y que falleció siendo el obispo más longevo (1986). Ahí están las memorias, los libros, las cosas, la cámara, la guitarra, la ropa y zapatos, su báculo y pectoral, de este humilde Siervo de Dios, en proceso de beatificación.
Entre las cosas y recuerdos del museo casa, hay una foto de don Juan Navarrete en primer plano, con la mano en la barbilla sentado en la sala de audiencias del Concilio Vaticano II en Roma (1962-65), y atrás de él, escuchando atento, el joven obispo de la entonces Cracovia, Karol Wojtyla, el que sería primer Papa polaco. Juntos el Sr. Navarrete y Karol Wojtyla, en lo que se llamó Los Padres Conciliares, los obispos asistentes.
¿Cómo se comunicaban?, pues en la lengua madre de la Iglesia, Latín. “Mujer que sabe latín, ni tiene marido ni tiene buen fin” se decía entonces, con todo y que Sor Juana Inés de la Cruz sabía más que muchos.
En el contexto mundial, uno de los más largos pontificados actuales fue el de Juan Pablo II, 1978-2005. Sobreviviente de los campos forzados en Cracovia, Karol Wojtyla, nacido en 1920, sufrió en persona lo que él llamaba las ideologías locas: el marxismo comunismo y el nazifacismo. Sus mejores amigos de infancia en Wadowice eran niños y niñas judías, que después sufrirían o morirían en Auschwitz u otro campo de la muerte.
El Papa Polaco sobrevivió a los excesos de Stalin y de Hitler, sus locuras al destruir Polonia, su patria. Conocía bien la vergüenza del Crimen de Katyn, el tratado Ribentrop. No podía creer ni aceptar el comunismo, ni el lefebrianismo nazista, ni las ideologías locas, que identificaba a la perfección con su brazo derecho el alemán Joseph Ratzinger, a quien los nazis en la Alemania Nazi le habían castigado y echado a su padre del trabajo de policía por oponerse a la ideología loca hitleriana.
Inolvidables y ejemplares Juan Pablo II, el Papa Ratzinger, y el Arzobispo Navarrete, estos personajes de la Iglesia del siglo XX y XXI, apostarían a vivir como refiere el Patriarca de Constantinopla Juan I (Crisóstomo): imitar a Cristo pobre y a los apóstoles pobres. Incluso al nombrarle primer Arzobispo de Hermosillo, la gente le decía, “pues ya, cómprese un báculo (bastón) de oro con piedras preciosas”. “Nosotros se lo regalamos”, le decían los ricachones sonorenses, y él con sencillez les decía, “¡No, no, no! porque si el báculo es de oro, ¡el obispo es de cartón!”.
Germán Orozco Mora reside en Mexicali.
Correo: saeta87@gmail.com
