Insistiendo, con ánimo y prudencia frente al bicho COVID-19 y sus mutaciones, que seguirán por meses.
Esta carta es por un comentario en un programa de televisión de triste risa, sobre avances en seguridad.
En el libro Retos y remedios contra la impunidad y la corrupción en México (Equipo de Investigadores de El Colef, Offset Rebosán, 1ra. Edición, 2007), el investigador Marcos Pablo Moloeznik cataloga tres categorías o niveles de seguridad: la primera es la nacional, proteger la integridad territorial de todo un país o nación ante afuera; la segunda es la seguridad interna, al proteger adentro del país contra criminales, mafias y terroristas internos; y la tercera es la seguridad pública, el orden público diario de los poblados para evitar robos, asaltos o desorden.
Para lograr la seguridad nacional se usan fuerzas armadas (ejércitos, marinas y fuerzas aéreas). En seguridad interna -en modernos países democráticos avanzados- se utilizan fuerzas de seguridad con policías tipo detective, vigilando e investigando contra mafias, extorsionadores, secuestradores, motines y espías; pero en cambio, esa misma seguridad interna en países subdesarrollados o despóticos, se pone en fuerzas armadas o guardias pretorianas, tal como en Cuba o Venezuela, o -ilógicamente- en México con la tal Guardia Nacional.
Y para la seguridad pública, en todos los países se posicionan policías, gendarmes, alguaciles o serenos como encargados de que se respeten las reglas de orden urbano, de tráfico urbano y contra la pillería, los robos o asaltos. Las segundas categorías (fuerzas de seguridad interna modernas) capacitan a policías detectives metodológicamente, poderosos que controlen ciudades, zonas o hasta -transnacionalmente- países enteros porque estos sofisticados cárteles corrompen al grado que, como México, quitan y ponen gobernantes. (Revista Proceso, 29 de mayo de 2022).
Los países avanzados tienen estos servicios públicos expertos desde -¡¡¡zambomba!!!- hace dos siglos. Vean:
En Francia, bajo Napoleón, un personaje de película antaño, truhan, llamado Eugène François Vidocq, fue quien creó la seguridad interna moderna de policías detectives en vez de fuerzas armadas pretorianas. Chamaco fortachón revoltoso, a los 14 años les robó a sus padres, se fugó e inició una vida de vagancia; entró al ejército revolucionario francés, luego fue desertor y siguió su vida de truhan. Pero vuelto a apresar en 1809 y harto de esa existencia, para rehabilitarse se ofreció como informante policial; y ya perdonado en 1811, organizó por cuenta propia la Brigada de la Sûreté (Seguridad) bajo la prefectura de la Policía de París. Dio resultados y -caray- en un año se reconoció oficialmente la unidad a nivel nacional. Usaba a ex ladrones (pero no asesinos; o sea, pillos, pero no psicópatas) que igual se querían rehabilitar, quienes, conocedores del mundo del hampa, se movían como peces en el agua.
Para 1820 habían reducido el crimen en París y -recáspita- en 1829 los ingleses, al crear su Scotland Yard le pidieron a Vidocq que los asesorara. En 1833 puso su propia agencia de detectives y resolvió casos novelescos que atolondraban a la policía (el arquetipo original de los detectives de novelas, como Arsene Lupin o Sherlock Holmes).
Vidocq inició un trabajo innovador con detectives no uniformados, haciendo revisión a detalle de escenas de crimen, entrenando cómo desenmascarar a los disfrazados, usando moldes para pruebas de calzado, analizando balística, llevando expedientes de ladrones y criminales, etc.; y en vez de arrestos salvajes o golpizas, primero interrogaba a los sospechosos o apresados para tener información más real y hasta reclutar nuevos informantes.
Sugirámosle al Sr. López que el mundo no es cuadrado, que no caiga por enésima vez a lo peor, a lo arcaico de militarizar al país, sino que avance dos siglos a una moderna Sûreté, Scotland Yard o FBI. Ánimo. Gracias.
Continuará…
Atentamente,
José Luis Haupt Gómez.
Tijuana, B.C.