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viernes, febrero 16, 2024
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Los festejos de López

Parlamento

 


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Se va Angela Merkel. Se va luego de 16 años de ejercicio del Poder Ejecutivo en un sistema parlamentario. El alemán es un sistema que hace viable la permanencia de un buen gobernante, pero que tiene las herramientas indispensables para despedirlo en tres patadas, a la más mínima finta de alterar las instituciones esenciales, de no respetar los acuerdos básicos del arreglo constitucional del país. Doña Ángela lidió con fenómenos que van desde rabietas sociales extremistas, como el intento de crecimiento del movimiento neo nazi, hasta liderar los equilibrios necesarios en la política europea frente al fenómeno de migración a ese continente.


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Ella sí, haciendo historia como la mujer de Estado de mayor talante y profundo calado en su país, en la Europa unida y en el Mundo entero; la Sra. Merkel ha sabido ser líder, lo mismo en la lucha contra el cambio climático en el mundo que el necesario contrapeso ante los exabruptos del populismo inglés, fungiendo como unos de los asideros fundamentales de la cohesión de la Unión Europea en tiempos de confusiones nacionalistas, como el Brexit Inglés.

¿Se imaginan a esa “Chancellor”, (Jefa de Gobierno) cancelando un aeropuerto a medio construir y edificando otro por puro capricho, poniendo en riesgo la seguridad aeronáutica? ¿Se la imaginan cancelando el suministro de medicamentos contra el cáncer, sin sustituirlo por otro equivalente o mejor? ¿Podríamos visualizar el sentido de trascendencia de la mejor estadista del mundo en lo que va del siglo XXI, al tiempo que ordenara la inobservancia de las leyes de adquisiciones, transparencia y regulaciones de las obras públicas a título de seguridad nacional? ¿Pudiera alguien imaginar a la Sra. Merkel culpando de sus errores (que seguramente ha tenido) a Gerhard Schroeder, Helmut Kohl o Helmut Schmidt, que gobernaron de 1974 a 2005?

La comparación, exagerada para algunos, es necesaria cuando quien es Jefe de Estado en México festeja, en medio de la destrucción, una gestión cuya visión delirante de mejora en la calidad de vida de los mexicanos, en la realidad ha implicado un franco retroceso en todos los órdenes: educación, salud, empleo, economía, y desde luego en seguridad. Los festejos en el zócalo del pasado 1 de diciembre, son una nueva bofetada del reyecillo que habita palacio nacional, a la inteligencia de los mexicanos.

Pero la puñalada trapera de hace unos días contra el estado de Derecho, con el infame decretazo en donde López Obrador se autoexenta de observar leyes de transparencia, contrataciones públicas y regulaciones técnicas, es un asunto que no puede ni debe anotarse como otra agresión nada más, de López Obrador al estado de Derecho.

No es otra raya al tigre, no. Es una inmunda traición a la confianza, mucho más grave porque es definitoria de su pretensión dictatorial. El decreto sumariza y corona su hábito de profanar sin consecuencias nuestra constitución. El golpe es peligroso y la herida es grave.

Debo resaltar que el decreto no solo permitiría, si no se derriba en la Suprema Corte, dejar de observar las leyes de transparencia. Permitiría también dejar de aplicar mínimas normas de licitación pública que son muy importantes en la función del estado de distribuir recursos económicos, mediante contrataciones públicas garantizando buena calidad de las mismas; sino que además -y en mi opinión es lo más importante- predetermina como favorables y “express” todo tipo de permisos y licencias que, en condiciones normales, podrían (y en algunos casos deberían) negarse a ciertas obras al no cumplir medidas de seguridad o por violar normas ambientales, por solo citar dos ejemplos.

El decreto de marras ordena, pues, licencias y autorizaciones para los proyectos del Presidente sin cortapisas sin límites. ¡Faltaba más!

Corría el año 2000 y Andrés Manuel López Obrador era candidato a Jefe de Gobierno del Distrito Federal. En abril del 2000 públicamente expliqué desde la Sección Instructora de la Cámara de Diputados, que el ex regente Espinoza Villareal se autoeximió de aplicar el Código Financiero del DF, decretando que una partida específica no se comprobara al igual que las demás. Estableció una exención de comprobación a 420 millones de pesos. Aquel malogrado funcionario alegaba que la medida se justificaba, para “acelerar el gasto público”.

Recuerdo que en algún acto de campaña, ni tardo ni perezoso, AMLO descalificó la justificante de Espinoza y sentenció que no se valía que el ejecutivo del DF, por decreto, se autoexentara de cumplir la ley. Pidió castigo a los responsables. Mírenlo 20 años después… haciendo exactamente lo mismo: decretando por sus pistolas, dejar de aplicar decenas de leyes.

Finalmente, lo bueno es que hay gentes en el mundo que, en el grave cargo de dirigir a una nación, no tienen que declarar su legado por decreto apelando a presuntas “transformaciones”. Angela Merkel le regala a Alemania y al mundo una gestión trascendente, más que positiva, sin alardes ni pretensiones narcisistas. Acá, seguimos tolerando a un político cuya pretensión de transformación es de franca destrucción; pero lo más grave es la transformación del estado de Derecho en campo desolado… ¡y todavía hace fiesta!

 

El autor es maestro en Derecho y fue diputado federal de la LVII Legislatura (1997-2000), ex cónsul general de México en Estados Unidos, subsecretario de Gobernación y ex magistrado del Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa.

Correo: juanmarcos@jmgutierrezyasociados.mx

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