En la primera, segunda y tercera parte de estos trabajos, revisamos el caso peruano al emitir sentencia reconocimiento al derecho humano de vivir y morir dignamente; analizamos argumentos a favor, cómo los médicos alivian el dolor y acortan la vida, antecedentes y legalización de la eutanasia, surgimiento de la bioética y su génesis.
Existen corrientes que afirma insostenible -por utópica- la idea de eutanasia libertaria reconocida legalmente, afirmando imposible regularla como derecho individual y soberano, autodeterminando cada uno su destino, porque la eutanasia es una acción social, nunca individual. La sociedad no está hecha de individuos encapsulados en su propio reducto, considerando que el médico que aplica la muerte a uno de sus pacientes quedará marcado, porque o reconoce que cometió un error y se arrepiente irrevocablemente, o considera que ha hecho una buena obra y entonces ya no puede dejar de hacerla, afirma el autor Gonzalo Herranz, vicepresidente de Comisión de Ética y Deontología Médica de la Comisión Permanente de Médicos Europeos (CPME).
El también secretario de Comisión Central de Deontología de la Organización Médica Colegial Española y vocal de Comisión Nacional de Reproducción Humana Asistida de España, afirmó esto en su trabajo titulado “La metamorfosis del activismo por eutanasia”, que es la experiencia de médicos holandeses y belgas, quienes sin ser psicópatas asesinos, sino simplemente médicos con virtudes profesionales, son arrastrados -paradójicamente- a la decadencia ética, lentamente progresiva, pero inexorable, que suele cursar en cuatro fases.
Primera fase: corresponde al tiempo, aplicación rígida de la norma. Despenalizar la eutanasia significaría que la muerte sin dolor sería un tratamiento excepcional, aplicándose a ciertas situaciones clínicas desesperadas, bajo criterios estrictos y controles minuciosos marcados legalmente.
Segunda fase: período de habituación en la conducta del médico y el ambiente profesional, considerando eutanasia una terapia aceptable, ganándole la batalla a cuidados paliativos, pues en comparación con ellos es más indolora, rápida, estética y económica. Se convierte para determinados pacientes, en derecho exigible a muerte dulce; para allegados es invitación tentadora a verse libre de preocupaciones y molestias; y para ciertos médicos, sería un recurso sencillo que ahorra tiempo y esfuerzos para los gestores sanitarios una intervención de óptimo cociente, costo eficacia.
Tercera fase: médicos y enfermeras fascinados por ideales de justicia y eficiencia, convirtiéndose así en mandatarios subjetivos de los pacientes incapaces y terminales, incapaces de expresar su voluntad; razonando que ellos no querrían vivir bajo condiciones tan precarias, concluyendo que preferirían morir y que por ende lo mejor para su paciente es la muerte dulce. De esta forma la eutanasia se vuelve no voluntaria, por razones de coherencia moral, en una obligación indeclinable, convirtiéndose en una especie de testamento de vida, del cual el médico es el albacea y apoderado con facultades de terminar con la vida de su mandante/enfermo.
Cuarta fase: se alcanza con la eutanasia involuntaria. El sesgo utilitarista lleva al médico a concluir qué es irracional el deseo tácito o expreso de ciertos pacientes de seguir viviendo, pues tienen una perspectiva de vida detestable y abusiva; en consecuencia, el médico razona en el sentido de que las vidas de ciertos pacientes capaces de decidir son tan carentes de calidad, tienen tan alto costo, que no son dignas de ser vividas. Dentro de este contexto, el deseo de seguir viviendo de esos pacientes es injusto, porque provocan un consumo irracional de recursos económicos y humanos, cuando existen destinos mejores para emplear ese dinero y ese esfuerzo laboral.
En la quinta parte de estos trabajos revisaremos los Países Bajos y cómo la práctica de la eutanasia es expansiva (ha ido encontrando más aplicaciones). La ley ha suplido la incapacidad de decisión. La Real Sociedad Holandesa de Médicos desde 1997 recomienda a los médicos que abandonen la eutanasia en favor de la ayuda médica al suicidio, inmune a los malos usos que se hacen de la eutanasia.
La experiencia holandesa sobresale en los años veinte del siglo pasado, dando nacimiento a las sociedades para la eutanasia voluntaria, los años sesenta, con las tecnologías de apoyo vital y aquellas decisiones médicas en torno a la muerte, inclusive dar muerte sin su consentimiento a pacientes adultos y conscientes. Se ha disfrazado de “acciones médicas sin petición explícita del paciente”, pero esto no es otra cosa que eutanasia involuntaria. Continuará…
La abogada María de Lourdes Molina Morales es catedrática en Derecho y jueza del Juzgado Décimo Civil de Tijuana.
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