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martes, octubre 1, 2024
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Pueblos originarios, crisis y tequio

Son admirables por el náhuatl, Moctezuma, Cuauhtémoc, Quetzalcóatl; la cultura maya, Benito Juárez, Mercedes Sosa, Evo Morales, Atahualpa Yupanqui, La Malinche; porque ser las raíces auténticas, remotas, profundas y conocedores y legítimos dueños de este continente. Se les ultrajó y despojó por los europeos cruel y salvajemente, con la espada y la violencia infinita de las fantasías y mentiras religiosas.

Ese inmutable escenario histórico los ha negado y oprimido hasta casi petrificados en la vitrina de la miseria.

Es por sus paisajes, selvas, montañas, desiertos, caminos agrestes, artesanías, casas, pensamiento e infinitos pueblos mágicos. Su sencillez, creencias y humildad, su laboriosidad, sus habilidades, comidas limpias, ricas, sus miradas y silencios, tragedias, dignidad, pureza de alma y entrega a la madre tierra. Y la férrea resistencia al clasismo y racismo que son víctimas como reto duro de enfrentar y vencer.

A pesar del trato violatorio en masa de sus derechos humanos y sociales, por 528 años de opresión han sobrevivido con la fuerza de su cultura, la dureza de las condiciones de vida que llegaron al esclavismo prolongado de 400 años, despojados de sus tierras, de sus creencias, de su poder y sometidos a una sociedad feudal inquisitoria. La condición del color de su piel y rasgos; condiciones de sobrevivencia persistentes, admirables y maestros y maestras con su ejemplo de cohesión social y recia personalidad, sus tradiciones de trabajo colectivo les han abierto anchas vías de oportunidades.

Ante la crisis de salud que vivimos desde marzo, en el cordón social mixteco, zapoteco concentrado entre otras zonas la colonia Obrera, Oaxaca, Chihuahua y anexas, inmerso en las empinadas y accidentadas cañadas de Tijuana, viven situaciones difíciles porque por esas calles -y prácticamente por todo Tijuana- corren ríos de aguas negras sin atención de la Cespt; tienditas de droga, desempleo, negocios cerrados, salarios raquíticos… las adicciones desde niños. Duele y no se explica -sino por falta de voluntad política y representación- la ausencia de escuelas secundarias, preparatorias, centros de capacitación, centros comunitarios, áreas verdes deportivas, recreativas y ausencia de drenaje.

A pesar de las adversidades de una larga historia de migraciones para salvar la vida, los pueblos originarios han conservado el alma colectiva y dan un ejemplo en un acto de manifiesta solidaridad. Han organizado un primer comedor que sostienen en operación 20 mujeres voluntarias (indígenas mixtecas, adolescentes hasta abuelitas) que, con su esfuerzo diario, su organización y generosidad funciona en las laderas y cresta de los cerros, que domina la bahía de San Diego.

Ahí trabajan, en humilde casa de ladrillo, encabezadas por amazonas -Beatriz Hernández Rivera- en una improvisada mesa larga con piso de tierra, rodeada de yerbabuena de menta, romero, cilantro, albahaca, yerba del manso, envueltas en manos afanosas. Generan diariamente 100 comidas para personas de la tercera edad, discapacitados, niños y niñas y madres solteras desempleadas, todos ángeles caídos en desgracia.

¿Cómo sobreviven al ritmo exigente de lo cotidiano?

Parece increíble, por la filantropía de muchos, por empatía natural, cooperación de los propios paisanos. No hay presupuesto, no hay dinero; solo el espíritu de acero de personas maravillosa que son voluntad y ejemplo de una cultura de lucha. Su vulnerabilidad atrae la simpatía de muchos que pueden aportar algo modesto o generoso.

Despensas van, despenas vienen; personas anónimas, fundaciones, organizaciones; a veces el gobierno se acuerda de ellos, los partidos en la seducción electoral. Todos donan sacos de cebollas, ajos, tomates, frijol negro, arroz, lentejas, piloncillo, leche de soya, sal, pimienta, platos, vasos, aceite comestible, azúcar, canela, blanquillos y mil cosas más que necesitan para sobrevivir en medio de esta crisis.

Este trazo de mural social, es un ejemplo de ángulos ignorados en esta ciudad de nobleza, humanismo, cooperación desinteresada, sensibilidad natural y actitud de solidaridad de los pueblos originarios. Se llama Tequio en Oaxaca -en Hidalgo es La Faina-, que, como fenómeno comunitario, de base social solo observable como herencia de la sociedad prehispánica, donde dan lo mejor de sí, para su comunidad.

En esta zona, con raíces ricas en valores sociales y en la colonia Nueva Aurora, son ejemplo de trabajo comunitario para Tijuana, que rompe estructuras de individualismo, que oxigenan el irrespirable mundo cerrado y confrontan la patología destructiva e inducida de egoísmo urbano.

 

M.C. Héctor Ramón González Cuéllar es académico del Instituto Tecnológico de Tijuana. Correo electrónico: profe.hector.itt@gmail.com

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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