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domingo, febrero 18, 2024
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Los siete

La penitenciaría está al sur de San Antonio, Texas. Se llama John B. Conally, en recuerdo al gobernador que se hizo famoso cuando asesinaron al presidente Kennedy en Dallas y lo acompañaba en el mismo auto. El cabalístico miércoles 13, para más señas de diciembre 2000, sucedió lo inesperado en tal prisión. Siete sentenciados estaban en un taller de carpintería. Trabajaban no precisamente por gusto o distracción. Estoy seguro que refunfuñaban todos los días, salvo sábados y domingos cuando descansaban. Especialmente en Texas, los reos no nada más están encerrados. Los ponen a trabajar para empresas muy importantes sin pagarles. Así aligeran lo que el Estado gasta en ellos teniéndolos prisioneros.

Pero aquel 13 de diciembre sucedió algo raro. Solamente los vigilaba un guardia y… desarmado. Aprovechando lo calvo de la ocasión, todos se fueron sobre el uniformado. Ni siquiera tuvo oportunidad de pedir auxilio. Lo ataron y, como en las películas, le zambutieron un pañuelo en la boca. Dueños del momento, abrieron las puertas del taller y amenazadores urgieron desvestirse a varios empleados civiles para quedarse con ropa y billeteras. Ya sin los uniformes de la prisión, fueron libremente hacia otra reja. Llamaron al guardia. Se acercó. Lo desarmaron rápida y fácilmente. También fue atado de pies y manos. Y como habían pasado por el almacén, robaron una cinta adhesiva colocándosela en la boca. Siguieron su camino. Llegaron fácilmente a la torre principal de los guardias donde casi les dan la bienvenida pensando en una amable visita de civiles. En cuanto se acercaron al vigilante repitieron la dosis. Le quitaron pistola, ametralladora e inmovilizaron. De paso cargaron con 16 rifles. Bajaron hasta el taller mecánico donde no había nadie. Treparon a un camión con letrero del penal en las portezuelas. Sin apresuramiento ni nerviosismo se lanzaron a la salida. Con armas cubiertas y listas por si las dudas, fingieron ser mecánicos. Los guardias no les vieron cara de prisioneros ni nada irregular. Así, salieron por la puerta principal.


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Los funcionarios texanos de las penitenciarías, presumen su clásica “Regla de Tres”: Cuando alguien se fuga lo capturan en menos de tres días y a no más de tres millas de la cárcel. Hasta farolean. Desde 1984 intentaron fugarse 275. Solamente uno permanece prófugo. Pero esta vez con siete evadidos falló la famosa “Regla de Tres”. Tercos, los policías se lanzaron tras ellos. Dos días después de la escapatoria encontraron huellas a más de 100 kilómetros de la prisión. Cerca de Houston los fugitivos asaltaron una tienda de Radio Shack. Se llevaron aparatos de comunicación y scanners. Así sabrían con exactitud los movimientos de la policía. A esas alturas la persecución ya no corrió por cuenta de los guardianes del penal. Apareció un grupo especializado del peliculesco FBI. Mientras funcionarios carcelarios ni siquiera se imaginaban dónde estarían, la prensa les bautizó como “Los Siete de Texas”.

Policías y especialistas se quedaron turulatos: Es raro que cuando varios escapan se mantengan juntos. Y en este caso fue así. Supusieron a George Rivas como el líder. México-americano de 30 años calificado “física, mental y moralmente peligroso”. Un empleado de la tienda deportiva Oshman´s, cerca de Dallas, lo identificó. Llegó preguntando por alguien de seguridad. Más tardó el dependiente en voltear la cabeza para llamarle al encargado, que Rivas ponerle en el pecho el cañón de una Magnum .357 advirtiéndole no hacer ni decir nada. De otra forma lo mataría. Rivas llamó a sus seis camaradas. Entre todos amarraron a 16 empleados metiéndolos en una bodega. Forzaron al gerente para abrir caja fuerte y estante de armas. Se llevaron 70 mil dólares, pistolas y rifles. Entre otros dejaron un recado: “Aún no han escuchado nada sobre nosotros”.

En su huida, repitieron lo de la penitenciaría. Quitaron a los empleados las chaquetillas rojas de Oshman´s, para movilizarse sin problemas. Pero entonces sucedió algo de película: La novia de uno que iba a la tienda los vio. No traían el pantalón caqui del uniforme, sino negro y azul. Sabiendo lo rigorista que son en Oshman´s, se le hizo muy sospechoso y llamó a la policía. Llegó uno rápidamente. Los descubrió. Se les enfrentó y en el estacionamiento del centro comercial se tirotearon. Lo mataron y desarmaron.


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Esto fue suficiente para ser incluidos en el programa de televisión America´s Most Wanted de la cadena Fox. Es muy visto. Cada semana exhiben a los delincuentes más buscados. Muchos ciudadanos empezaron a informar a la televisora haberlos visto. A pesar de teñirse luego de verse en televisión, no faltaron las denuncias. Una persona llamó a la policía. Gracias a eso, tres fugitivos sintieron el frío acero de las esposas en sus muñecas cuando compraban en un supermercado de Woodland Park en Colorado. Entre ellos el líder. Otro se rindió en la casa rodante que ocupaban y tenían en un estacionamiento especial. Se hicieron pasar como misioneros religiosos. Uno más prefirió suicidarse. Los dos restantes fueron denunciados por un viajero que vio America´s Most Wanted y estaba hospedado en el Holiday Inn de Colorado Springs donde los reconoció. La policía llegó el lugar rápidamente. Los descubrió e identificó. Cercaron el hotel. No había forma de escapar. Un agente llamó por teléfono a su cuarto para que se entregaran inmediatamente o entrarían por ellos a punta de ametralladora. No tuvieron para dónde hacerse. Negociaron su entrega a cambio de una entrevista en televisión. La cadena CNN se apuntó para transmitir. Los fugitivos simplemente dijeron “esperamos que nuestra historia abra los ojos de alguna gente sobre los problemas del sistema penal texano”. También se quejaron del trato. Denunciaron cómo muchos inocentes fueron sentenciados. Pero me llamó la atención una frase final: “El sistema penitenciario es tan corrupto como nosotros”.

Lo que me extraña de todo esto, es cómo los policías texanos en particular y los estadounidenses en general, no logran dar con los principales mafiosos de su país donde también operan mexicanos y de otras nacionalidades. Capturan siempre a los de segunda o tercera escala pero jamás a los principales.

En México no tenemos un programa que semanalmente nos informe sobre los delincuentes más buscados. Las televisoras son muy dadas en imitar desde programas de concursos, “talk show” y otros, pero nunca uno como el America´s Most Wanted. En el caso que existiera, tampoco habría muchos ciudadanos dispuestos a denunciar a los malosos. Es muy posible y casi seguro que sufrirían las consecuencias. Desde un susto hasta la muerte pasando por secuestro. Especialmente si se dirigen a la policía. Será la primera en avisar a los delincuentes: “Váyanse a otra parte. Ya los descubrieron” y de paso informarles quien dio el soplo. En consecuencia, tampoco tenemos una corporación o integrantes capaces de ir tras los más buscados. He sabido de agentes federales, estatales y municipales perfectamente enterados de cuándo, dónde, a qué horas y cómo están los narcotraficantes y suceden dos cosas: No los capturan por complicidad o por miedo. Júrelo: Más protegen a “El Chapo” y menos cuidan al presidente.

 

Escrito tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicado por última vez en noviembre de 2011.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Jesús Blancornelas Jesús Blancornelas JesusB 47 jesusblanco@zetatijuana.com
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