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domingo, febrero 18, 2024
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De Sonora al Cielo

A un siglo de su llegada a Nogales (1919-2019)

 


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Cuando al padre Teodoro Enrique Pino, sonorense de Cucurpe, el Papa Juan Pablo II lo nombró Obispo de Huajuapan, Oaxaca, comprendió que “había que ir a pagar la deuda”.

El primer arzobispo de Sonora, fue el oaxaqueño Juan Navarrete y Guerrero, un sacerdote extraordinaria y heroicamente humilde y pobre a la manera de Cristo sacerdote y pastor.

En Roma, en la Congregación para las causas de los Santos, la Iglesia arquidiocesana de Hermosillo ha entregado a través del Arzobispo emérito José Ulises Macías Salcedo, toda la investigación y documentación del proceso diocesano para la causa de beatificación del primer Arzobispo de Sonora don Juan Navarrete y Guerrero. Proceso que va del reconocimiento como Siervo de Dios, beato y finalmente santo o canonización.


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La expresión De Sonora al Cielo es idea del propio Arzobispo Navarrete y la consigna el poeta regiomontano Alfonso Junco en su libro: “Sotanas de México”, de Editorial Jus.

Fue la historiadora y cronista de Mexicali María Isabel Verdugo Fimbres quien recordó con motivo del Centenario (1917-2017) que la frase Un Rinconcito de Sonora alusiva a San Luis Río Colorado, es de la autoría del señor Navarrete. Aquí vivió por muchos años don José Noriega Calles, médico militar que le salvó la vida en “Los Ciriales”, al Obispo Navarrete en la persecución que de él hizo Rodolfo Calles, hijo de don Plutarco, y pariente directo de don José.

Los testimonios histórico-biográficos sobre la heroica y ejemplar vida de don Juan Navarrete y Guerrero, han sido consignados por autores como Armando Chávez Camacho, ex director de El Universal de México, y autor del libro “Juan Navarrete y Guerrero”, Un hombre enviado por Dios. En Editorial Porrúa.

Juan Navarrete y Guerrero, del padre Cruz Acuña (“El Romance del Padre Kino”), y quien no cuenta nada, sino que narra lo que vivió por más de treinta años como seminarista y sacerdotes navarretiano. Otra obra sobre el Sr. Navarrete es la del padre Antonio Hoyos Martínez sobre El Seminario Perseguido (1932-1937). Infninidad de artículos publicados por El Imparcial de Sonora y a través de la prensa sonorense y regional.

Cuando algunas buenas personas le decían al señor Navarrete por qué no usaba un báculo (bastón episcopal) de oro y plata y perlas preciosas, el sencillo obispo venido de Oaxaca a Sonora, les decía: “Si el báculo es de oro, el obispo es de cartón”.

¿Qué era lo que distinguía al señor Navarrete aparte de su entrega pastoral y su servicio a los pobres?

El buen humor, la simpatía, su sencillez empática con todos y casi todos, menos los amargados seguramente.

En 1919 cuando fueron a recibirlo en Hermosillo, ya que por la revuelta mexicana había sido consagrado en Aguascalientes, al buscarlo sin encontrarlo en la terminal de camiones ni en la de trenes, a alguien se le ocurrió buscarlo en segunda clase del ferrocarril. Y el buscador al platicar con un joven delgado, de traje y con cámara fotográfica y con 32 años de edad, al preguntarle si era el padre Juan Navarrete, el joven sacerdote le contestó que sí, que él era el padre Navarrete, consagrado obispo de Sonora; el buscador admirado le dijo que si por qué había viajado en tren de segunda, y el Sr. Navarrete le confió que ¡porque no encontré de tercera!

Esta actitud de pobreza y sencillez voluntaria y humilde del Obispo Navarrete, es la que tiene cautivadas a todas las generaciones de fieles y gentes que conocieron su vida abnegada, sufrida, pero muy alegre, sencilla, feliz aceptación de vivir como Cristo sacerdote y pastor.

Uno de quienes lo conoció cercanamente fue el padre Cruz Acuña, autor de una biografía sobre el Obispo perseguido y desterrado. Que como buen pastor no quiso huir de la persecución acuñando la frase, si me voy será De Sonora al Cielo. Aquí permaneció y aquí murió.

Narra el padre Acuña que el memorable monseñor Cornídez, magdalenense sepultado en Sahuaripa, se indignaba diciendo que él era más joven que el padre Navarrete. Ah, pero el padre Melesio Monge era uno de los más viejos y le decían “el abuelito”. Este viejo sonorense tenía gran experiencia pero no tenía pelos en la lengua, y cuando vio y estudió al nuevo obispo Juan Navarrete (de 32 años de edad), quedó encantado con todas sus cualidades, pero le dijo: –Ilustrísimo señor, todo me gusta en usted menos una cosa. –¿Qué cosa? –Que sea usted tan joven –díjole el padre Melesio. –Pues, abuelito, de ese defecto, le prometo corregirme… con el tiempo –díjole don Juan.

Después de medio siglo, Navarrete parece haberse corregido. Como decía Alfonso Junco: “Ahora lleva plata en la cabeza, pero no en la bolsa”. Y aunque el periodista Engerrando Tapia en su discurso por los 50 años de episcopado del Sr. Navarrete, expresó amorosamente que “no se había corregido”, pues su alma sigue siendo joven.

 

Germán Orozco Mora reside en Mexicali.

 Correo: saeta87@gmail.com

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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