Como parte de un recorrido mundial que se extendió por 19 meses, el grupo de rock neoyorquino ofreció su última presentación del año en Tijuana
El bajista de KISS, Gene Simmons, rasgó las cuerdas de su instrumento. Sudoroso de la frente, y con uno que otro cabello embadurnado a su maquillaje, olfateó el ambiente. Sonaron unas campanadas y el músico derramó por la boca un chorro sanguinolento que escurrió por su pecho, mientras sacudía la lengua. El público se desvivió en ovaciones.
Él por su parte, manchado de rojo y con una mirada frenética, alzó los brazos y se elevó, sujeto por arneses, hasta arribar a una plataforma individual, donde dio paso al tema “God of Thunder” (Dios del Trueno). Fue uno de sus momentos estelares la noche de sábado 19 de noviembre, durante el concierto que el grupo de rock estadounidense ofreció en el Estadio Gasmart de Tijuana, adonde acudieron aproximadamente 10 mil almas.
Auspiciada a nivel local, por la empresa promotora Royal House Society, la presentación se distinguió no solo por la calidad de sonido con que pudieron apreciarse los temas del cuarteto neoyorquino en la sede beisbolera, entre los que sobresalieron los clásicos “Detroit Rock City” y “Black Diamond”; como tampoco por la iluminación multicolor en juego, apoyada en decenas de spots que pendían de una gigantesca estructura. La visita de KISS trajo consigo toda la parafernalia habitual del grupo fundado en 1974. Los rostros pintados. Plataformas como calzado. Instrumentos con disparos de fuego. El uso de utilería (una espada prendida en llamas), llamaradas que emanaban sobre el templete, cuyo calor se podía sentir en las primeras filas, y el acercamiento físico que el vocalista y líder de la banda Paul Stanley tuvo con la audiencia, valiéndose de una cuerda tendida en lo alto, por la que se desplazó pasando por encima de la multitud.
“Esta noche no quiero estar aquí arriba”, dijo en inglés el también guitarrista, “quiero bajar y estar con ustedes”. Y luego de solicitarle a la concurrencia gritar su nombre para animarlo, apoyó un pie en una argolla, se sujetó a un cordón y, desde un extremo del entablado, se desplazó por el aire. A continuación, de pie sobre una elevada tarima central, encima de la cual había luces dirigidas al escenario, el roquero cantó y tocó el tema “Love Gun”, acompañado del resto de los integrantes del conjunto, quienes permanecieron en el entarimado principal, donde el guitarrista Tommy Thayer aderezó la pieza con un efusivo requinto.
El vestuario de la agrupación fue otro de los aspectos que resaltaron a lo largo del recital: venían enfundados en el estilo con el cual aparecen en la portada del disco “KISS Alive” (1975). Picos sobre los hombros de Simmons, a manera de armadura; el traje oscuro ceñido de Thayer, que llevara el anterior requinto Ace Frehley, la prenda sin mangas abierta al pecho de Stanley y la banda con estoperoles que a manera de collar llevaba puesta el baterista Eric Singer. A diferencia de otras giras, en las que los miembros de la agrupación han cambiado de vestimenta, en esta ocasión se mantuvieron con las mismas prendas.
Cabe destacar que presentaciones como la de KISS, van en la línea de conciertos únicos en la ciudad con bandas de rock internacionales. Un precedente que inició cuando Megadeth pisó suelo de Baja California en el mes de septiembre en la Plaza Monumental, tras el éxito, los de Nueva York dejan asentado que en Tijuana hay público ávido de ver shows de nivel mundial. Solo hay que recordar lo que se vivió a inicios de los noventa con grupos extranjeros en este municipio fronterizo, adscritos a la modalidad de rock pesado o alternativo, tales como Soundgarden o Nirvana, que pisaron el escenario del desaparecido Iguanas Bar.
En el caso de los roqueros maquillados, la del sábado 19, fue la última presentación que ofrecieron como parte de una gira mundial que duró alrededor de diecinueve meses, a decir de Paul Stanley. El repertorio, tal como en su momento anunció el propio músico, comprendió éxitos “de todos los periodos, de toda la vida de KISS”, como “Do You Love Me” y “I Love It Loud”, de los álbumes “Destroyer” (1976) y “Creatures of the Night” (1982).
Por momentos se dejó sentir una llovizna que no pasó a mayores, y a propósito de la cual Stanley sostuvo: “No nos importa un poco de lluvia”.
Hubo muchas personas, de distintas edades, con el rostro pintado cual integrantes de KISS. Un asistente iba como el personaje del Zorro, que ya no forma parte de la alineación y que fue caracterizado por el baterista Eric Carr.
El recital contó, en carácter de grupo telonero, con P.O.D., procedente de California. A la vista sobre el escenario, seis jóvenes tocando con ímpetu sus instrumentos, o cantando, con voz desgarrada y guitarra distorsionada, temas como “South Town”, dedicado a la ciudad de Chula Vista.
Para cerrar la noche, KISS interpretó “Rock and Roll All Nite”. Una lluvia de minúsculas tiras de papel blanco cayó sobre la muchedumbre, la batería se empezó a elevar y Stanley alzó su guitarra.
Dio la espalda al público. Mostró una cola negra y afelpada sujeta a su pantalón. Emanaciones de fuego. Simmons y Thayer elevándose en plataformas individuales. Stanley rompió su instrumento.
Y la banda abandonó el escenario.