El sistema de justicia penal mexicano, no sólo la prisión preventiva oficiosa o justificada, es una pésima decisión; sino quizá la más grave, inoportuna e ineficaz que se dicta en las salas penales del sistema de justicia acusatorio en México, en donde fuimos educados tradicionalmente al absurdo argumento de que se hacía justicia cuando el delincuente se encontraba tras las rejas.
En el podcast hablamos sobre el caso de robo de droga por agentes policíacos en Tijuana; del santuario de la marihuana en Mexicali y del proceso contra choferes que protestaron violentamente en la ruta Agua Caliente.
En la práctica, la prisión va acompañada de la restricción de muchos derechos, que en la vida carcelaria se convierte en beneficio que discrecionalmente se otorgan o se niegan; y en el mejor de los casos, son utilizados como moneda de cambio para promover un “comportamiento disciplinado”.
Podemos afirmar que la prisión es un reflejo de la sociedad que está en libertad, lo que revela la existencia de una crisis de la ideología del tratamiento penitenciario en el que la huella del derecho penal del enemigo muestra su presencia y su dominio