Y como las pérdidas en dinero efectivo y de tiempos-laborables no los paga el señor Presidente, pues éste sigue jugando con el patrimonio nacional, que cada día empobrece más. ¿Cómo? Haciendo lo que más le gusta: permanente campaña política.
Desde que los vi por primera vez por las calles de Tijuana, no me gustó; me incomodaron y, contrario a lo esperado, me hicieron sentir inseguro y hasta con un poco de desconfianza y temor.
Las monarquías ejercidas por el PRI-PAN-INE hicieron sufrir a México, al electorado, con abusos, traiciones, raterías. Esta vivencia del pueblo nos hizo adquirir experiencia y nos dio la oportunidad de saber por quién votar (así, con “v” de “vaca”) y a quien botar (así, con “b” de “burro”).
El poder es una tentación. No para todos, pero sí para muchos, los suficientes. En el pasado, el poder casi absoluto concentrado en el característico presidencialismo mexicano fue sujeto de la más inquisitiva crítica, particularmente por aquellos que se identificaban -o por lo menos presumían- de izquierdistas.
Lo que pasó en Nuevo Laredo, Tamaulipas, es abuso, ignorancia, desobediencia; y lo que hicieron los empleados de AMLO debe pagarse con cárcel militar. Creo yo que no será la última vez que suceda esto; vienen más abusos y tragedias hacia la población civil.