El pasado viernes 6 de agosto del presente, el embajador de la dictadura morenista en la ONU, José Ramón de la Fuente, condenó con dureza el avance victorioso de la resistencia de los patriotas afganos. Resistencia que lucha por expulsar de su país, desde hace diez años, a los malditos invasores de Estados Unidos (EEUU).
En su caminar hacia la plataforma ubicada dentro de nuestra casa municipal, Hilda Araceli Brown Figueredo recibía elocuentes testimonios de afecto. Muchos le sonríen y se descubren al verle pasar; los jóvenes se congelan al mirarle su venerable estampa de luchadora social, su aire de pensadora y benévola, el brillo de sus ojos y sus facciones, que, no obstante los estragos de la última reelección, le dejaron cierta finura de libertad.
La pandemia de COVID-19 ha cambiado al mundo. La bioética nos ayuda a ordenar y a colocar nuestros valores por sobre nuestros intereses. La historia nos relata pandemias, pero las condiciones de vida fueron completamente diferentes y las decisiones fueron tomadas en escenarios distintos.
De acuerdo con José Woldenberg y Luis Salazar, la democracia es un modo de organizar el poder político en el que el pueblo no es sólo el objeto, también el sujeto de gobierno.
La frase que da título a estas líneas procede de un proverbio latino consignado por Publio Terencio Africano. Dice homo sum, humani nihil a me alienum puto (“hombre soy, nada humano me es ajeno”); lo escribe en su comedio He autontimo rumenos (“El enemigo de sí mismo”) en el año 1965, A.C.