El director Joseph Kosinski sabe cómo explotar la acción al máximo, lo que demostró en “Top Gun: Maverick”. Esa capacidad de generar adrenalina la aprovecha en esta película sobre Sonny Hayes, un piloto muy prometedor de los años 90 que interrumpió su carrera luego de un accidente y regresó a la F1 gracias a su compañero de equipo, Cervantes.
Brad Pitt y Javier Bardem están a cargo de dar vida a estos personajes ficticios; aunque el héroe de la pista está basado en la historia del irlandés Martin Donnelly, quien sufrió un aparatoso choque en el Gran Premio de España en 1990, este tipo de largometrajes tienen un propósito claro: atraer al público a la Fórmula 1.
De ser así, el objetivo se cumple porque, a pesar de una narrativa muy larga, dado que la cinta dura poco más de dos horas y media en llegar a su fin, las escenas particularmente referentes a las carreras son estupendas.
Claro que hay mucho qué contar aquí, sobre todo en torno al eje que es Hayes, un hombre destruido por su profesión hasta que reaparece Cervantes en su vida, con un equipo al borde del colapso y una propuesta que le dará el tan necesario segundo aire a este conductor.
El tercero en discordia es Joshua Pearce (Damson Idris), un joven estrella del equipo que se convierte en un verdadero rival para el veterano que tiene, no obstante, muchas razones para dar la pelea, después de sobrevivir en una camioneta, como ludópata y ya sin dinero.
Con eso basta para armar un filme con buen ritmo, emocionante, y por supuesto, anclado en dos actores brillantes: Bardem siempre, Pitt, casi siempre e Idris haciendo bien lo suyo, y un guion que pudo haber prescindido de escenas repetitivas para que la cinta típicamente propia de la cartelera de verano tuviera el paso de la F1. *** y media.
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Punto final.- Es generacional, pero qué pereza con “El juego del calamar”.