“La verdadera paz no es simplemente la ausencia de tensión, es la presencia de justicia”.
-Martin Luther King
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Fomentar una cultura diversa, equitativa e inclusiva es esencial para construir un mundo donde las personas se unan, actúen y generen un cambio duradero y un desarrollo sostenible. La sostenibilidad radica en vivir el presente con responsabilidad, cuidando los recursos y garantizando el bienestar de las generaciones futuras. Este compromiso compartido y universal se materializa a través de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, una guía para construir un futuro más justo, equitativo y sostenible, sin dejar a nadie atrás y sin dejar a nadie afuera.
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Para la sostenibilidad es fundamental reconocer que la diversidad es parte imprescindible del desarrollo social. Un mundo sostenible también garantiza la participación equitativa de todas las personas promoviendo espacios donde cada ser humano pueda contribuir con su potencial.
La diversidad es la riqueza de nuestras diferencias, la esencia de lo que nos hace únicos; se refleja en nuestras raíces, creencias, culturas, aspectos físicos, pensamientos y formas físicas y de expresión. No existen dos personas iguales, y esta pluralidad se manifiesta en la multiplicidad de identidades, estilos de vida, valores, costumbres y tradiciones que conforman nuestras sociedades. Sin embargo, la diversidad puede percibirse como un obstáculo cuando los prejuicios nublan nuestra capacidad de convivencia.
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Para que la diversidad impulse el desarrollo sostenible, es necesario garantizar la inclusión para que la pluralidad de identidades y experiencias sea en un motor del progreso. La inclusión refleja la equidad. Se trata de un proceso de medidas y prácticas que abarcan la diversidad y crean un sentido de pertenencia, basado en la convicción de que cada persona tiene valor y encierra un potencial y debe ser respetada. Implica promover mecanismos integradores, normalizadores de las diferencias, instrumentos que eliminen los obstáculos a la participación y tomen en cuenta la diversidad de necesidades, capacidades y particularidades, y eliminan todas las formas de discriminación.
Para construir un mundo de paz y justicia es esencial generar condiciones que permitan la participación equitativa de todas las personas y su acceso a todos los derechos. Esto implica eliminar barreras sistémicas para que puedan acceder a oportunidades que le permitan desarrollarse plenamente.
Por eso, resulta fundamental identificar y abordar los factores estructurales de desigualdad que afectan a los grupos de atención prioritaria (conformados por mujeres; niñas, niños y adolescentes; personas jóvenes; personas mayores; personas con discapacidad; personas de la diversidad sexual; personas migrantes; personas víctimas; personas en situación de calle; personas privadas de la libertad; personas que residen en instituciones de asistencia social; personas afrodescendientes; personas indígenas y personas de la diversidad religiosa) que encuentren limitantes a su acceso al desarrollo. Dichos grupos requieren medios de compensación efectivos que permitan corregir las condiciones de desventaja, a fin de hacer posible el pleno goce de los derechos humanos y la inclusión social que favorezcan la vida digna.
La inclusión social debe ser un proceso activo que elimine barreras, fomente oportunidades y asegure una vida digna para todas las personas.
El empoderamiento de los grupos de atención prioritaria es clave para garantizar su participación en el desarrollo sostenible y posibilitar una sociedad de coexistencia pacífica porque sin justicia difícilmente hay paz.
Melba Adriana Olvera fue presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos en Baja California.
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