“El Hijo de Dios, que se hizo un Niño humilde, inspire a las autoridades políticas… Desde el pesebre, el Niño nos pide que seamos voz de los que no tienen voz…”
– Papa Francisco.
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“Jesús nació en un establo. Un verdadero establo no es el alegre pórtico ligero que los pintores cristianos han edificado al Hijo de David, como avergonzados de que su Dios hubiese nacido en la miseria y suciedad”. (Giovanni Papini)
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El Niño Dios, Emmanuel, el Dios con nosotros, el Niño de Belén, sigue brillando en la tierra, recuerda usted: aquella conjunción de astros que pudimos observar en los crepúsculos, a simple vista era una gran estrella; sabemos son varios astros que se conjugan desde el Nacimiento de Cristo, fenómeno astronómico ocurrido en 2020 y cada cierto siglo.
El mensaje central del Niño Dios y de la Virgen María, su Madre, es la humildad. Virtud que sigue cautivando a la humanidad a través de escritores, pintores, líderes sociales, religiosos, deportistas, pensadores y la vida misma. No es la humildad una virtud pasada de moda.
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Es admirable que Jesús nació en Belén, Palestina, hoy separada de Israel por enormes paredes de concreto y un escudo antiaéreo. Jesús es un judío palestino. La basílica de la Natividad es custodiada por los frailes franciscanos, inspirados por San Francisco de Asís, que en el siglo inició la tradición de los nacimientos reales, con personajes y animalitos vivos. Hoy las posadas se celebran sin referencia a Cristo, y son más un encuentro de amigos o camaradas, sin ninguna alusión al Dios revelado en Belén.
En 1798 Napoleón arrebató el anillo del pescador que llevaba Pío VI en su mano, conduciéndolo prisionero a Siena; murió a los 82 años de edad. Hasta elegir los cardenales al Papa Pío VII, preso también: “Sea para nosotros la humillación, que de buen grado aceptamos para salud de nuestra alma; a Dios sólo ahora y siempre la alabanza, honor y gloria”.
Napoleón, derrotado y desterrado a la isla de Santa Elena, contemplando en la playa del mar la olas que se repetían una a otra (todas terminaban en la orilla), recordó con amargura y triste convencimiento aquella profecía que le hizo Pío VII, cuando él lo oprimía en una cárcel-castillo: Majestad, le había dicho el Pontífice que “el Dios de otros tiempos vive todavía; y ese Dios ha destruido siempre a los perseguidores de la Iglesia. Ese Dios os destruirá también a vos, si seguís obstinado en oprimir a su Iglesia”. (Italia Guadalupana, Salvador de la Vega, SSI).
Reflexivo, Napoleón dirá en vida arrepentido: “¡A que no pueda yo gritar a todos los que han recibido algún poder en la tierra: Respetad al representante de Jesucristo, no ataquéis al Papa, porque seréis aniquilados por la mano vengadora de Dios, que protege la Cátedra de Pedro!”.
El ex presidente Álvaro Obregón había expresado: “Yo me encargaré de desaparecer el catolicismo en México”. Murió asesinado en San Ángel. Decía el sonorense ex director de El Universal, Armando Chávez Camacho, que el primer milagro del mártir jesuita zacatecano Miguel Agustín Pro, fue la Conversión de don Plutarco Elías Calles en San Diego, California, desterrado, como don Abelardo L. Rodríguez, bien reconciliado con la Iglesia.
“Desde el pesebre, el Niño nos pide que seamos voz de los que no tienen voz: voz de los inocentes, muertos por falta de agua y de pan; voz de los que no logran encontrar trabajo o lo han perdido; voz de los que se ven obligados a huir de la propia patria en busca de un futuro mejor, arriesgando la vida en viajes extenuantes y a merced de traficantes sin escrúpulos”. (Papa Francisco).
Era justo, por tanto, que fuesen a inclinarse ante Jesús. “Después de las Bestias, que son la Naturaleza; después de los Pastores, que son el pueblo; -el Saber- que son los Reyes Magos, se arrodilla ante el pesebre de Belén”. (Papinni, Historia de Cristo).
Germán Orozco Mora reside en Mexicali.
