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lunes, septiembre 30, 2024
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Fetichismo de lo tumbado y el egoísmo ante la narcocultura (Primera parte)

El pasado viernes 28 de junio, buena parte de los jóvenes y no tan jóvenes de Mexicali se quedaron afónicos después de desgañitarse por las rolas de Natanael Cano, el cantante de ese género hoy tan popular como son los corridos tumbados.

Precisamente el nombre de la gira que lo llevó a nuestra Capital bajacaliforniana es Tumbado Tour 2024. El estacionamiento de la Ciudad Deportiva a tope. Las mujeres degustan y cantan esas canciones para ensalzar su ego; sentirse valentonas, mamonas, cabronas. Los hombres, para hacer gala de su identidad –pasajera- de buchón, alucín, alterado, tumbado… con la cheve en la mano y el reloj en la muñeca. Todo aquello que sea instagrameable.

En las últimas semanas, éste y otros eventos referentes a lo tumbado (hace unas semanas cancelaron el concierto de Carín León en la Arena Valle de Guadalupe) han ocurrido precisamente mientras leía todo lo que en mis manos ponía con el fin de entender qué es lo que hay de atractivo o estimulante en esa música. Parece algo fácilmente explicable, pero al menos tomando en cuenta lo que expertos en el tema han publicado.

No quiero parecer moralista ni mucho menos un apologista frustrado de otros géneros, aunque me declaro culpable si la o el lector así lo percibe.

Javier Valdez Cárdenas, el asesinado periodista culichi que le dio nombre y exposición a las historias invisibles en torno a los contextos de narcoviolencia, demostró que no necesariamente “el que la hace la paga”. Eso lo podemos corroborar una y otra vez si uno lee el trágico y maravilloso libro Con una granada en la boca (Aguilar, 2014). Pero quizá el que paga, sin querer también la hace.

Es bien sabido el grado de relación que estos artistas tienen con los protagonistas del mundo criminal mexicano, y particularmente el que concierne a Sinaloa: a Culiacán, a Badiraguato, a Eldorado.

Esto también nos lo cuenta el periodista José Luis Montenegro en su más reciente libro Los Chapitos: radiografía criminal de los herederos del Cártel de Sinaloa (Aguilar, 2024). En un recorrido por la sindicatura de Jesús María, tuvo la oportunidad de conversar con Ernesto Barajas, vocalista de Enigma Norteño -quienes cantan “El señor Iván”-, y también con el estadounidense Roberto Tapia, quien interpreta “El niño de La Tuna”, dentro de un desconocido rancho escoltado por gente de Los Chapitos. Tuvo la ligera oportunidad de ver a los lejos a Ovidio Guzmán “el Ratón” (aquel por quien se desató el Culiacanazo) y además vio descender de una camioneta lujosa a los integrantes de Fuerza Regida, cuyo vocalista fue detenido en la garita de Mexicali por posesión de mariguana en febrero de este año.

Sin embargo, hay que ser analíticos a la vez que críticos. No necesariamente todo aquello que suene a corrido está necesariamente vinculado con el narco.

Imprescindible la lectura del reciente libro Corridos tumbados: bélicos ya somos, bélicos morimos (NED, 2024). En parte de esta obra, el sociólogo tecatense José Manuel Valenzuela Arce nos esboza una genealogía del corrido, como una especie de reedición del célebre texto El corrido mexicano, del musicólogo Vicente Mendoza: En esencia, este género se construye a finales del siglo XIX, rítmicamente a través de la balada irlandesa y la polka, y su intención era contar las historias de las hazañas de personajes que asumieron el control de ejércitos insurgentes o de pistoleros justicieros; por ello su auge en tiempos de la Revolución.

Sin embargo, el género transmutó con agrupaciones como Los Tigres del Norte y sus corridos prohibidos, dedicando sus melodías a personajes como la famosa Camelia, involucrados en contrabando y ajustes de cuentas. Siguiendo con esta cronología, tenemos a Cornelio Reyna, Beto Quintanilla, Los Tucanes de Tijuana, Chalino Sánchez -apodado el Rey del Corrido, ultimado en 1992 después de un concierto- y a Valentín Elizalde (también asesinado).

Después, llega otro momento crucial a través del movimiento informal de los corridos alterados, teniendo como exponentes a El Komander, Gerardo Ortiz, Los Buchones de Culiacán, entre otros. Respecto a ellos diría el ya mencionado Javier Valdez, “no cuentan historias, pero sí hacen propaganda de jefes, sicarios, enfrentamientos y matanzas”. Y de eso también se alimenta lo tumbado.

Continuará…

 

Atentamente,

José Albis Hernández, estudiante de Sociología, UABC.

Mexicali, B.C.

Correo: josealbishernandez@gmail.com

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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