“Los capitales y los negocios no tienen patria”.
-Principio empresarial.
Bien decía el pensador madrileño Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis circunstancias; y si no las salvo a ellas, no me salvo a mí mismo”.
Los poderosos creen que el control del mundo lo tienen ellos con sus riquezas, su arrogancia, su fugaz vanagloria.
El mundo no avanza por tanta maldad. Afortunadamente en realidad la providencia guía a la humanidad, aunque sea entre sombras, eclipses y paradojas.
Uno pensaría que la cuestión de los paraísos fiscales en esta diminuta tierra son cosas de actualidad.
Bahamas, Islas Caimán, Panamá, Aruba, Tenerife, Portugal, Andorra, las empresas petroleras mantuvieron el flujo de hidrocarburos mediante paraísos fiscales y puentes para las materias primas y las refacciones desde América hacia las naciones nazis (países del Eje): El Reichsmark, Chase Manhattan Bank de Rockefeller, la International Bussiness Machines (IBM), como revela el escritor polaco Edwin Black en IBM y el Holocausto.
Parece un principio de autodestrucción mundial asumir que los capitales y los negocios no tienen patria… Se supone que la Organización de las Naciones Unidas (ONU), fundada en San Francisco, California, al finalizar la Segunda Guerra Mundial haría que los países del mundo, pequeños y grandes, conviviríamos en paz y armonía. Hoy por hoy eso es algo lejano y hasta parece una vacilada.
Por ejemplo, la Iglesia Católica, a través de cientos de fundaciones en el mundo, atiende buena cantidad de personas enfermas de SIDA; pero la ONU pocas veces la consulta o permite orientar moralmente a la humanidad. Sí le permiten servir, pero no hablar de temas de bioética y prevención de pestes como el SIDA. Teniendo la Iglesia una palabra objetiva y recta y útil… Pura chamba. Otros se paran el cuello con su trabajo.
Es bien sabido que muchos países integran en sus economías solapadamente dinero de esclavitud, robos, tráfico, drogas, evasiones, contrabando, fruto de ecocidios de flora y fauna. Luego se ponen románticos y, por ejemplo, no les importa el destino de pequeñas comunidades pesqueras como El Golfo de Santa Clara o San Felipe en el Mar de Cortez. Para salvar especies en “peligro de extinción”, sus mezquinos intereses casi mediáticos les impulsan a no percibir la extinción de ancestrales comunidades.
Su ecologismo no está interesado en salvar a la especie humana, pero sí otras especies. Una ausencia de jerarquización elemental.
Somos testigos hoy de que nada pareciera detener la violencia y la inseguridad, porque tenemos los pies en la cabeza. Creemos que la naturaleza no tiene un hacedor, como ya intuían los poetas aztecas. Aunque inventaron el pozole humano.
Quizás no nos falte sólo el sentido común, sino encontrar el sentido divino de lo humano.
Germán Orozco Mora reside en Mexicali.