“La independencia y la soberanía de la mayoría de los países están truncadas porque no cuentan con un potencial económico enteramente propio. La parte principal de este potencial es común a firmas extranjeras y a diversos Estados imperialistas”.
— Enver Hoxha. El Imperialismo y la Revolución (1979, p. 63).
Nada más alejado de la realidad. No existen dos proyectos. El único “proyecto” de ambas es la de perpetuar la explotación y la opresión, la miseria y el hambre de la clase obrera y de las amplias masas paupérrimas. En otras palabras, inmortalizar el capitalismo.
Coinciden ambos reaccionarios bufones en mantener las puertas abiertas de la patria a los todopoderosos capitales, esto es, a los inversionistas extranjeros.
Tanto la panista Xóchitl Gálvez como la AMLO-morenista Claudia Sheinbaum, predican independencia, libertad y soberanía, pero los hechos -los irrefutables hechos, como decía el gran Lenin- nos muestran que esa retórica es pura verborrea patriotera para cautivar a inocentes. Tanto una como la otra son unas despreciables vendepatrias. A ultranza.
¿Habrá persona en su sano juicio que crea que los grandes capitales vienen a nuestro país con la cándida intención de crear empleos y a sacar de la miseria a los trabajadores mexicanos? Si los inversionistas extranjeros (Tesla, Toyota, Ford, etc.) son tan generosos, unas auténticas hermanas de la caridad, ¿por qué entonces no inviertes sus colosales capitales en sus propios países para combatir la miseria y el hambre de sus compatriotas?
Innegable es el hecho de que, en Estados Unidos, Inglaterra, España, a pesar de ser grandes potencias imperialistas, millones de desempleados, de menesterosos, de homeless deambulan por las calles en busca de un pedazo de pan.
La oligarquía financiera internacional no invierte sus gigantescos capitales para curar las lacras (desempleo, pobreza, etc.) propias de su sistema, sino para obtener la más alta ganancia en el más corto tiempo. Son los bajos salarios, la abundancia de recursos naturales (agua, electricidad, etc.), aunados a la sumisión de los esclavos asalariados lo que atrae, fundamentalmente, a estos Dráculas contemporáneos.
El gobierno, sea éste de derecha o de “izquierda”, no es más que una junta de reaccionarios y serviles politicastros que vela por los intereses comunes de los imperialistas-inversionistas extranjeros.
Asegurar que la izquierda socialdemócrata y la derecha bukeleniana poseen proyectos diferentes es una completa absurdidad. Es tratar de dar gato por liebre.
El actual Estado mexicano es una colonia abierta al imperialismo extranjero. Sobre todo, al norteamericano. Sólo quienes se tapan los ojos no mirarían esta realidad.
Las votaciones burguesas son un verdadero show. Un circo de polichinelas. Los trabajadores que acuden a “cumplir con su deber cívico”, como dice la propaganda de la reacción, son masas atrasadas. Ingenuas. Manipuladas por la superabundante propaganda nazi-goebbeliana. Aun así, de forma espontánea, la mayoría de la clase obrera proseguirá manifestando su rechazo a la maldita farsa electorera.
Nosotros, los marxista-leninista-stalinistas opinamos que la elegida por el gran capital bancario, o sea, por la oligarquía financiera, será la amloísta Claudia Sheinbaum. Su “crédito político popular” les asegura una mayor “estabilidad social”. La alumna del autócrata López Obrador, continuará “amarrando” al tigre proletario de la misma forma en que lo ha hecho su profesor. Con tiento, con un verbo dulzarrón y predicando “primero los pobres. Y repartiendo migajas a las masas desdichadas.
Asimismo, Sheinbaum, una vez entronizada en el Poder gubernamental, continuará con la militarización del país. Con el Estado de sitio y con el toque de queda nocturno.
El patiño del grotesco circo, Xóchitl Gálvez, poco después de terminada la función circense reconocerá su derrota. Y felicitará a su “odiada” contrincante. Tal y como lo hicieron (antes de que se cerraran la totalidad de las casillas) el candidato del PRI, Antonio Meade, y Ricardo Anaya, el candidato del PAN, en las votaciones pasadas de 2018.
Que “gane” el partido Morena o que “gane” el PAN u otro partido burgués no significa nada en absoluto para la clase obrera. La explotación y la opresión continuarán. También la miseria y el hambre.
Solamente la lucha revolucionaria, audaz y permanente, podrá liberar a los obreros del yugo de la esclavitud capitalista. No grotescos carnavales de bufones.
Atentamente,
Javier Antuna.
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